Los ciudadanos turcos son tremendamente optimistas sobre la invasión de Siria que comenzó el 9 de octubre. La decisión del presidente Recep Tayyip Erdogan recibe amplio apoyo dentro de Turquía, aun en los principales partidos de oposición, salvando al Partido Democrático de los Pueblos (HDP) que es prokurdo. Además de ser interpretada domésticamente como una medida para proteger al país de las fuerzas kurdas, tachadas de "terroristas" por Erdogan", la incursión es vista como un paso para afirmar el estatus de Turquía como potencia. Atrás quedaron los días cuando Ankara debía postrarse ante los deseos de Washington, Berlín o Moscú.
Los jugadores de Turquía celebraron un gol contra Francia el 15 de octubre con un inusual e inmoderado saludo de tipo militar. |
Pero también está la mirada pesimista a la cual yo adscribo. La invasión daña a Turquía a nivel internacional: tanto los Gobiernos árabes como occidentales condenaron la operación militar, al igual que Rusia, Irán, India y China. Volkswagen suspendió una inversión planificada en Turquía, y es posible que otras empresas sigan su ejemplo. El Congreso estadounidense está sopesando sanciones económicas. Italia, Francia y Alemania han suspendido la venta de armas. Las tensiones entre turcos y kurdos están aumentando en Alemania, y muy probablemente crecerán dentro de Turquía misma.
Aunque el espacioso terreno abierto del norte de Siria es favorable para las fuerzas regulares, es posible que al enorme ejército de Turquía no le vaya tan bien en el campo de batalla. Erdogan ha purgado el cuerpo de oficiales varias veces en los últimos años por razones políticas internas. Incluso si inicialmente fueran dispersadas, las fuerzas de los kurdos sirios podrían reagruparse y llevar a cabo una costosísima insurgencia contra la ocupación turca. Turquía tiene muchos enemigos regionales que se deleitarían con verla tropezar. Como en muchas guerras pasadas, comenzadas con arrebatos de júbilo —piénsese en los jóvenes británicos enlistándose felices para luchar en 1914, confiados en que regresarían victoriosos en un par de semanas—, esta también podría llegar a un final sin festejos ni gloria.
Si la operación militar sale mal, la responsabilidad del fracaso recaerá enteramente sobre los hombros de Erdogan. Se trata de un político brillante que sin dudas es el líder más significante que ha tenido Turquía desde Ataturk. Sin embargo, Erdogan ha rechazado el legado socialista y secularista del anterior, como así también su aversión por las aventuras militares. En cambio, durante años estuvo a la cabeza de un boom económico capitalista, y todavía gobierna con una sensibilidad islamista y un enfoque neootomano en la política exterior. Viene transformando Turquía desde que su partido ganara el parlamento por primera vez hace 17 años.
En 1920, el parlamento otomano votó por las fronteras que aquí se muestran. Aunque nunca implementadas, el sueño de materializarlas continúa vivo y sirve de inspiración para el actual Gobierno. |
Pero al igual que otros maestros de la política interna —viene a la mente Saddam Hussein—, Erdogan asume erróneamente que la astucia y agresividad que le trajeron éxitos en casa también funcionaran en el plano internacional. Esto explica el hecho de que haya soltado matones en las calles de Washington, secuestrando también a ciudadanos turcos en varios países, acusados de participar en complots golpistas. Lo mismo en cuanto a sus intentos por contrabandear materiales de doble uso (civil y militar) a la Franja de Gaza, perforar ilegalmente aguas cipreses en búsqueda de gas natural, o bien derribar un caza de combate ruso, entre tantas otras acciones belicosas.
La ineptitud de Erdogan en materia de política exterior ha alienado a otros Gobiernos. Los europeos hierven de enojo cuando amenaza con enviarles a 3.6 millones de desplazados sirios. Los israelíes lo desprecian por su antisionismo virulento, pues los compara con los nazis. El presidente de Egipto detesta que Erdogan apoye a la Hermandad Musulmana. Las abyectas disculpas de Erdogan tampoco han compensado el derribamiento del avión ruso. Y China no se ha olvidado cómo Erdogan la acusó de cometer genocidio contra los uigures, aunque ahora calle al respecto.
Cuando el candidato de Erdogan, del partido de la Justicia y el Desarrollo (AK), perdió dos veces la elección por la alcaldía de Estambul este año, la mayoría de los analistas vaticinaron un "terremoto político" y "un golpe impresionante" a Erdogan. Sin embargo, permanece tan dominante y peligroso como siempre. Un ideólogo despiadado, su continuo mandato podría traerle a Turquía a la represión política, el colapso económico, el hambre, y la emigración masiva que sufre como pestes la Venezuela de Nicolás Maduro.
Erdogan (izquierda) y su compinche cercano, Maduro. |
Este terrible acontecer me preocupa enormemente porque Erdogan ha consolidado poder por sobre las instituciones turcas: los militares, los servicios de inteligencia, la policía, el poder judicial, los bancos, los medios de comunicación, la junta electoral, las mezquitas y el sistema educativo en general. Ha apoyado a la empresa de seguridad privada SADAT, considerada por algunos analistas como un ejército "privado" o "sombrío". Los académicos que en 2016 firmaron una petición crítica hacia las políticas de Erdogan contra los kurdos han perdido sus empleos, se enfrentaron a cargos penales, e incluso fueron encarcelados. Por otra parte, Erdogan tiene la descabellada teoría de que altas tasas de intereses provocan, en lugar de remediar, la inflación alta, de modo que recientemente ha causado graves daños a la economía. El palacio de 1150 cuartos que mandó a construir simboliza su grandiosidad y el tamaño de su ambición.
El palacio en Ankara que Erdogan mandó a construir para él. |
En suma, Erdogan es un dictador con ideas extrañas, ambiciones salvajes y ningún tipo de tapujos. La invasión de Siria, más que nada, ha incrementado enormemente la posibilidad de que se suscite una tragedia nacional y regional.
¿Cómo puede el mundo exterior prevenir una catástrofe? Poniendo fin a su vergonzosa indulgencia con Erdogan. Donald Trump es tan solo el último político en caer ante sus encantos misteriosos —otros como Geroge W. Bush, Barack Obama y Angela Merkel lo precedieron. Erdogan se merece castigos, y no recompensas, por su indignante comportamiento. Su lugar como cabeza de un país miembro de la OTAN debería elevar los estándares antes que degradarlos.
El consenso estadounidense que rechaza la invasión turca como inaceptable ofrece una plataforma alentadora para la acción. Sugiere que Estados Unidos puede asociarse con otros para contener al revoltoso presidente turco, ayudando a su país a que no se convierta en otra Venezuela. Pero a menos que se tomen medidas duras rápidamente, ejemplificadas por el liderazgo estadounidense para acabar con la ocupación turca en el norte de Siria, será demasiado tarde para evitar que Turquía se convierta en un foco de problemas internacionales.
Daniel Pipes (DanielPipes.org, @DanielPipes) es el presidente del Middle East Forum. © 2019 por Daniel Pipes. Todos los derechos reservados