Hoy se cumplen 50 años de mi educación política. Los acontecimientos del 9 de abril de 1969 me ayudaron a convertirme en quien soy hoy, y a Harvard en la universidad que es.
Yo era un estudiante de segundo año en la universidad cuando mis compañeros de Harvard decidieron que la política —especialmente la guerra en Vietnam, y la presencia de un programa de entrenamiento militar en el campus— los obligaba a tomar control del edificio administrativo principal, llamado University Hall.
Estudiantes lideran la carga en lo alto de los escalones del University Hall. © Daniel Pipes, 1969. |
Aunque me opuse a esta acción, me uní a los comunistas en el University Hall para presenciar el levantamiento de primera mano y tomar fotografías. Mis fotos revelan a unos 250 estudiantes apiñados en el augusto auditorio del presidente y los catedráticos (President's and Fellows' Room), arengados mientras se paraban y se sentaban irrespetuosamente entre las estatuas y bajo los retratos que llegaban hasta el techo.
Estudiantes en el auditorio del presidente y los catedráticos. © Daniel Pipes, 1969. |
El ánimo era triunfalista. Los estudiantes habían tomado cartas en el asunto, y les habían mostrado a los decanos que iban en serio: ¡por fin! Flexionando sus músculos, los estudiantes escoltaron a los lacayos del establecimiento fuera del edificio, revisaron sus archivos y anunciaron a la humanidad el avenimiento de una revolución.
Estudiantes irrumpen en la oficina de un administrador en Harvard. © Daniel Pipes, 1969. |
Solo que la revolución no llegó. Alrededor de 400 policías entraron en el University Hall a las 3 am y les recordaron a los 500 estudiantes que estaban dentro quién manda realmente: Harvard. Dejando salir una ira proletaria justiciera, a expensas de los estudiantes radicales mimados, los "cerdos" —así apodados infelizmente— golpearon y bajaron del pedestal a los revolucionarios, llevándolos a la cárcel.
Aquí empezó la verdadera crisis. Por razones que todavía se me escapan medio siglo después, el consenso de los buenos y sabios de Harvard fue que, si bien los estudiantes pudieron haberse excedido en su fervor idealista, la administración de la universidad había pecado gravemente por haber llamado a la policía. La represión policial, mejor conocida como "the bust" (traducible como el "quiebre o la "redada"), y no la "ocupación" estudiantil, se volvió el tema primordial.
Siguieron ocho días de crisis, con una reunión en la iglesia de la universidad y dos en el estadio de fútbol americano. Estas últimas fueron experimentos inusuales en democracia directa, donde algunos "10.000 hombres (y mujeres) de Harvard" (yo entre ellos) gritábamos "sí" y "no" a preguntas relacionadas con el cierre o la apertura de la universidad
Estudiantes votan anticipadamente, y de forma abrumadora, a favor de cerrar la universidad por tres días. En la Iglesia Memorial el 10 de abril. © Daniel Pipes, 1969. |
En resumidas cuentas, la primera reunión llamó a un cierre de tres días ("huelga" en la jerga estudiantil) y la segunda llamó a la reapertura. Y así, después de diez días de pura política, debatiendo temas tan grandes y pequeños como las atrocidades estadounidenses en Vietnam y el papel de Harvard como terrateniente, la universidad volvió a sus horarios normales.
Estudiantes durante la primera reunión en el estadio de fútbol americano, el 14 de abril, cuando votaron por prolongar el cierre por tres días adicionales. © Daniel Pipes, 1969. |
Horario normal quizás, pero no normalidad. Este evento, y sus equivalentes en todo el país, provocaron un profundo cambio en la constitución de la educación superior estadounidense. Lo que desde la Primera Guerra Mundial había sido una institución liberal ahora comenzaba su triste declive hacia el radicalismo.
Los aspirantes a revolucionarios de finales de los 1960 cambiaron los fundamentos de la vida académica estadounidense; y, eventualmente, trajeron tamañas delicias como los estudios de la mujer, la corrección política, las microagresiones, y la interseccionalidad. Este descenso todavía continúa, no solo con la extrema izquierda dominando las humanidades y las ciencias sociales en todas partes, sino con su radicalismo galopante, que crece en intensidad e intolerancia.
Ese golpe y el bust policial culminaron mi educación política. Salí de la escuela secundaria en 1967 sin opiniones firmes sobre los temas candentes del momento. Si bien antes de estos eventos favorecía una victoria norteamericana en Vietnam, no fue sino hasta el tumulto en Harvard que consolidé mis puntos de vista; ya de forma permanente, haciéndome el conservador dedicado que soy hoy por hoy.
Daniel Pipes en París, en noviembre de 1961, de camino a un internado en Lausana. |
El bust también me llevó a tener una idea de por qué me había quedado rezagado a la pequeña minoría de estudiantes anticomunistas. Llegué a la conclusión de que mi experiencia en el extranjero, en Europa, Oriente Medio y África, me había hecho apreciar a los Estados Unidos de un modo que la mayoría de mis compañeros no podía hacerlo. Mi generación alcanzó la mayoría de edad en la feliz década de 1950. Por eso, cuando aparecieron los grandes problemas de la década siguiente (asesinatos, Vietnam, derechos civiles), respondió con indignación y decepción. Pero yo no, pues conocía el mundo exterior.
National Review contribuyó a reafirmar mis puntos de vista. Cuando el editor William Rusher visitó Harvard en diciembre de 1969, me uní (obviamente) a un pequeño grupo de estudiantes para escucharlo, principalmente por curiosidad. El conservadurismo era algo tremendamente exótico. Sin embargo, fue convincente, de modo que me convertí en un lector de NR.
El editor de NR William Rusher (1923-2011) hablando en Harvard. © Daniel Pipes, 1969. |
El bust de Harvard radicalizó a la universidad, pero a mí me convirtió en un conservador. Su legado es miserable, pero al menos así no me fue a mí.
Daniel Pipes (DanielPipes.org, @DanielPipes) es el presidente del Middle East Forum. © 2019 por Daniel Pipes. Todos los derechos reservados.
Agregado del 9 de abril de 2019: 1) Como un historiador en ciernes, tomé 400 fotografías de los eventos descritos anteriormente. Los negativos sin revelar se quedaron juntando polvo durante 50 años. Recientemente los escaneé, los convertí en positivos, incluí algunos arriba, y los publiqué todos aquí.
Además, recopilé sistemáticamente folletos y carteles de actividades de izquierda a lo largo de mis años universitarios, 1967-71, y este archivo sigue en mi sótano. Si está interesado en albergar institucionalmente estos documentos, para utilizarlos como fuentes primarias, contácteme a Daniel.pipes@gmail.com
2). La edición de marzo-abril de 2019 de la revista de Harvard celebra los eventos de 1969. ¿Cuándo aprenderán?
3) Recientemente ofrecí un antídoto para los problemas que comenzaron en los años de 1960, disponible en "Reparando las universidades rotas de Estados Unidos" (Repairing America's Broken Universities).
Actualización del 10 de abril de 2019: Stephen G. Gerzof, profesor retirado de radiología en la Universidad de Tufts y la Universidad de Boston, comparte sus memorias sobre los eventos en Harvard:
Me gradué de la Facultad de Medicina de Tufts en junio de 1968 y comencé una pasantía rotativa en el Cambridge City Hospital de Harvard el 1 de julio. El 10 de abril de 1969 era el pasante que dirigía la sala de emergencias del Cambridge City Hospital. Llegué ese día a las 7 am al mismo tiempo que llegaban varios autobuses llenos de prisioneros heridos, custodiados por una guardia policial muy relajada. Para tratarse de prisioneros estaban muy bien vestidos, eran excepcionalmente cooperativos, agradables, bien hablados, inteligentes e incluso serviciales: todo lo opuesto, en suma, al alcohólico beligerante habitual que solía ver a tales horas.
Todos requirieron el chequeo neurológico habitual y radiografías de cráneo, lo que llevó varias horas. Amablemente esperaron en una larga serie de sillas a lo largo de la pared del pasillo. Había una mínima presencia policial para la vigilancia, y en verdad no se necesitaba alguna. ¡Nadie vigiló y nadie "escapó"! La mayoría tenía heridas leves en la cabeza por haber recibido porrazos de la policía, y recuerdo haber pensado —considerando otras heridas que había visto causadas por porrazos en la cabeza—, que mínimas que eran estás heridas en verdad.
Me enteré de que todos eran estudiantes de Harvard. De la respuesta policial moderada concluí que se había producido una desobediencia civil, no una revuelta. (Más tarde me enteré de que la única herida grave había sido la de una mujer que se había caído por la ventana del segundo piso, y que ni siquiera estaba relacionada con Harvard). Alrededor de las 11 am todo había terminado y se fueron. Solo más tarde, cuando me enteré de la revuelta en Harvard, me percaté de que había tenido un papel menor en la historia. Desde entonces, nunca he disfrutado de la compañía de semejante grupo grande, con tales prisioneros, y tan fáciles de manejar.
Comentario: Aparentemente, la policía ni siquiera fue tan dura después de todo.