Los amigos estadounidenses de Israel tienden a admirar las políticas del estado judío como heroicas y culpar a los gobiernos extranjeros, especialmente al suyo propio, cuando Jerusalén comete errores frente a los palestinos, notablemente los Acuerdos de Oslo de 1993, la retirada unilateral del 2005 de la Franja de Gaza, la catástrofe del 7 de octubre y la falla de ocho meses en derrotar a Hamas.
Siento disentir. Sin defender las acciones de Washington, los israelíes cometen su parte de errores. En particular, su gobierno y establishment de seguridad tienden a ser abiertamente dependientes de la tecnología, propensos a los arreglos de corto plazo, y muy conciliatorios.
En ese último punto, aunque Israel goza de una gran ventaja económica y militar sobre sus enemigos palestinos, los líderes de Israel, con pocas excepciones, han buscado conciliar con ellos en vez de derrotarlos. El estado judío despliega tácticamente violencia, pero estratégicamente busca terminar el conflicto a través de una combinación curiosa de enriquecer y aplacar a los palestinos. Este enfoque cuenta para su actual predicamento.
Los cigarrillos británicos V de la Victoria simbolizaban la ubicuidad de la victoria como objetivo primordial para los aliados en la Segunda Guerra Mundial. |
Aunque no soy israelí, un testigo de 55 años de edad de los errores desgarradores del único aliado meso-oriental genuino de Estados Unidos me provocó desarrollar un paradigma alternativo para él, uno que reemplace el objetivo posmoderno de conciliación con el tradicional de la derrota.
Como historiador, entiendo que los conflictos generalmente terminan cuando una parte da se rinde: Piensen en la Guerra Civil de Estados Unidos, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Vietnam. Aplicar esta visión universal al conflicto palestino-israelí abre una excitante posibilidad de resolver el enfrentamiento más intratable y emotivo del último siglo: Los palestinos pierden, el combate termina.
A lo que viene la réplica inevitable: "Dadas las muchas restricciones internas y externas sobre Israel, ¿cómo podría imponer de forma posible una sensación de derrota sobre los cisjordanos y gazatíes?"
Mi respuesta, como expliqué en detalle en un libro recién publicado, "La Victoria de Israel: Cómo los Sionistas Ganan Aceptación y los Palestinos Son Liberados" (Hijo Malvado), se enfoca en el centro de gravedad palestino, significando (como es definido por el teórico de la guerra Carl von Clausewitz), "la fuente esencial de la fuerza ideológica y moral, la cual, si se rompe, hace imposible continuar la guerra."
Tanto la Autoridad Palestina como Hamás piden explícitamente la destrucción de Israel y su reemplazo por Palestina. |
En este caso, ese centro de gravedad radica no en el liderazgo, la milicia, la economía, la tierra o las santidades religiodas, sino en la esperanza: la esperanza de destruir a Israel y reemplazarla con Palestina. De forma acorde, el objetivo de Israel debe ser extinguir esa esperanza y reemplazarla con desesperanza.
Lograr esto requiere de dos elementos: uno destructivo y uno constructivo.
Destructivo: los israelíes y palestinos injurian conjuntamente las instituciones palestinas gobernantes, Hamas y la Autoridad Palestina, pero antes del 7 de octubre, ninguna los desafiaba. Israel prefería los diablos que conocía, pero el público palestino carecía de la fuerza para desafiarlos.
El 7 de octubre cambió el cálculo. El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu y muchos otros de los líderes políticos, militares e intelectuales del país han llamado insistentemente a la destrucción de Hamas, y ese debería ser el objetivo preciso del ejército, no restringido por los rehenes retenidos por Hamas. La Autoridad Palestina, que confirmó su bancarrota moral respaldando el 7 de octubre, puede ser colapsada por Jerusalén simplemente privándola de fondos.
Constructivo: Librada del asqueroso Hamas y la Autoridad Palestina, Israel puede entonces reconstruir trabajando con el creciente cuerpo de palestinos listos para llegar a un acuerdo con la existencia de Israel y buscando beneficiarse de ella. Esto significa primero, construir administraciones en Gaza y la Margen Occidental trabajando directamente con palestinos moderados, algo que Jerusalén rara vez ha intentado. Juntos, estos enemigos de largo tiempo pueden construir una entidad política decente comparable con lo que se encuentra en Egipto o Jordania.
Segundo, significa apoyar a las voces de los moderados y amplificar en idioma árabe el mensaje de los palestinos que llaman a un fin a un siglo de negatividad antisionista inútil. Apreciando las elecciones, el imperio de la ley, la libertad de expresión y culto, los derechos de las minorías, la estructura política ordenada, y otros beneficios de Israel, ellos quieren terminar con el rechazo inútil en favor de construir algo positivo.
Experimentar el crisol amargo de la derrota, irónicamente, beneficiará a los palestinos aun más que a los israelíes, permitiéndoles finalmente emerger de un largo miasma de nihilismo. Finalmente ellos pueden desarrollar la entidad política, economía, sociedad y cultura dignas de un pueblo habilidoso, dignificado y ambicioso. Piensen en elllos como una versión en miniatura de los alemanes y japoneses en 1945.
Pero esto sucederá sólo si Israel rompe con su tradición de conciliación y en su lugar busca la victoria. Los estadounidenses deberían instar a este cambio, pero los israelíes deben finalmente tomar el paso aciago que rompe con más de un siglo de historia sionista.
• Daniel Pipes es presidente del Middle East Forum.