Después de Corea del Norte, ¿qué crisis exterior plantea el mayor peligro para Estados Unidos? Seguramente no es Bosnia, Haití o Ruanda. Mi candidata es Argelia. Argelia puede carecer del drama de las armas nucleares, ciudades sitiadas o masas de refugiados muriendo de hambre, y así tendemos a no prestar demasiada atención a ese país de 28 millones de musulmanes en la orilla sur del Mar Mediterráneo. Pero lo que ocurre allí pronto podría tener vastas implicaciones para Europa y Oriente Medio, dos regiones de importancia central para los americanos.
Argelia importa tanto porque es el campo de batalla donde una ideología radical utópica, la del islam fundamentalista, tiene la gran oportunidad de hacerse con el poder. Esto ha llevado a una guerra civil virtual. En su campaña por tomar el poder, los fundamentalistas han recurrido a la intimidación brutal. Centenares de figuras relevantes - intelectuales (incluyendo el principal autor del país), políticos (un presidente incluido), y periodistas (un blanco especial) - han caído víctimas de violencia fundamentalista, igual que miles de argelinos ordinarios, y especialmente mujeres emancipadas. En marzo, por ejemplo, una estudiante de instituto de 16 años fue asesinada camino del instituto como castigo por aparecer en público sin velo. Una campaña de asesinatos de extranjeros (incluidos doce trabajadores croatas de la construcción y siete marineros italianos masacrados mientras dormían) han forzado a huir del país a casi todos los occidentales. Como resultado, la economía está fallando, los servicios públicos se han detenido virtualmente, y el régimen peligra cada vez más.
¿Por qué importa esto a los americanos? Por dos razones. Primera, una victoria fundamentalista musulmana llevará casi con total certeza a más violencia, tanto nacional (para quebrar la oposición interna) como exterior (para dominar el norte de África). Esto a su vez llevará a un éxodo masivo de no fundamentalistas. Alrededor de 2500 refugiados argelinos huyen ya a Francia cada mes; y centenares de miles más seguirían a una toma fundamentalista. Cuando los nuevos líderes exporten la revolución a los países vecinos de Túnez y Marruecos, los refugiados podrán contarse por millones.
Esto es lo último que necesita Europa. Aunque estos emigrantes serían anti-fundamentalistas, el humor en Europa Occidental es tal que su afluencia bien podría provocar una respuesta reaccionaria. Los inmigrantes podrían, involuntariamente, llevar al poder a gobiernos de extrema derecha, gobiernos cuyas políticas polarizantes podrían exacerbar las tensiones sociales existentes e incluso, trasnochado como suena hoy, suponer una amenaza para
El segundo peligro de una República Islámica de Argelia se encuentra en Oriente Medio, donde su éxito podría impulsar inmensurablemente la moral y los recursos del fundamentalismo. El impacto se sentiría a lo largo y ancho, pero tendría especial importancia para Egipto, brindando a los radicales musulmanes el impulso que necesitan para dar un vuelco al precario régimen de Husni Mubarak.
Un mandato islámico en El Cairo tendría un profundo impacto en Oriente Medio. En la alegre afirmación de 'Adil Husayn, un fundamentalista egipcio líder: "Si Alá concede la victoria [a los fundamentalistas] en Argelia, entonces tendremos un cinturón de estados que rechazan la capitulación, extendiéndose desde el extremo del Magreb hasta Libia, Sudán, Yemen, Irak e Irán". Egipto volvería al bando del rechazo, determinado de nuevo a erradicar al estado judío, terminando así abruptamente el proceso de paz árabe israelí. El arsenal de misiles y armas no convencionales del país crecería alarmantemente. Las ambiciones egipcias por controlar las exportaciones petroleras de Oriente Medio probablemente revivirían, con peligrosas implicaciones para la economía mundial. Al convertirse en un estado anómalo, casi con total certeza desarrollaría la red terrorista usual, traficaría con drogas, falsificaría divisa norteamericana y se implicaría en un abanico de otras actividades ilegales. Y una toma fundamentalista de Egipto estimularía oleadas migratorias hacia Occidente, esta vez sobretodo hacia Estados Unidos.
En pocas palabras, una toma fundamentalista musulmana del poder en Argel puede señalar el comienzo de un terrible declive para Oriente Medio, comparable a lo que África atraviesa hoy, pero - a causa del petróleo de la región, el armamento avanzado, los terroristas y las ideologías radicales - uno con un alcance mucho mayor para el mundo exterior. La segunda batalla de Argel es el principal escenario de Oriente Medio; en comparación, el proceso de paz entre los árabes e Israel es secundario.
Los políticos exteriores están deslumbrados por la crisis de Argelia y han hecho poco por hacer frente a ella. En palabras de un funcionario del Pentágono recientemente, "el problema es que nadie - ni los franceses, los tunecinos, los egipcios o nosotros - sabe qué hacer". Pero Washington puede tomar dos medidas importantes y constructivas. Primero, debería declarar claramente una oposición frontal a la ideología del islam fundamentalista y la intención de ayudar a los regímenes musulmanes a repeler los retos fundamentalistas. En segundo lugar, debería implicarse más activamente trabajando con las autoridades argelinas, ayudándoles a superar los problemas financieros a corto plazo, presionándoles para llevar a cabo mejoras en derechos humanos y tomando otras medidas prácticas para prevenir que los fundamentalistas alcancen el poder.