El Ministro del Interior de Israel declaró recientemente que tras su liberación de largas condenas en prisión, cuatro árabes palestinos condenados por colaboración en atentados suicida del 2002 que costaron la vida a 35 personas, serán expulsados de Israel. Associated Press informaba de que, "perderían los privilegios de residentes permanentes, como la seguridad social o el seguro médico".
La decisión del ministro plantea una cuestión: ¿Por qué los palestinos implicados en destruir el estado de Israel se iban a sentir castigados por perder el derecho a vivir en Israel? Sería de esperar que los terroristas anti-Israel prefirieran vivir en la Autoridad Palestina (AP).
Se equivocaría. Los árabes palestinos - incluso los terroristas - prefieren generalmente la vida en lo que llaman "la entidad sionista". En dos ocasiones este patrón quedó especialmente claro: cuando Jerusalén este en el 2000, y parte del Triángulo de Galilea en el 2004, fueron designados para ser transferidos a control de la AP. En ambos casos, los palestinos implicados se aferraron a Israel.
Cuando la diplomacia del primer ministro israelí Ehud Barak planteó la propuesta, a mediados del 2000, de que algunas partes de mayoría árabe de Jerusalén fueran transferidas a la AP, un empleado social árabe descubrió que "una mayoría abrumadora" de los 200.000 árabes de Jerusalén elegía permanecer bajo control israelí. Un miembro del Consejo Nacional Palestino, Fadal Tahabub, especificó que el 70% prefería soberanía israelí. Otro político, Husam Watad, describía a la gente "en estado de pánico" ante la perspectiva de encontrarse bajo mandato de la AP.
El Ministerio del Interior de Israel informó debidamente de un enorme incremento en las solicitudes de ciudadanía, y un miembro del consejo legislativo de la ciudad, Roni Aloni, informó de lo que escuchaba a los árabes de Jerusalén: "no somos como en Gaza o el West Bank. Tenemos identificaciones israelíes. Estamos acostumbrados a estándares de vida más altos. Incluso si el mandato israelí no es excepcional, es mejor que el de la AP". Un médico que solicitaba ciudadanía israelí explicó que, "queremos quedarnos en Israel. Al menos aquí puedo manifestar mi opinión libremente sin ser encerrado en prisión, así como tener la posibilidad de ganarme un salario honesto al cabo del día".
Para detener esta avalancha de árabes palestinos en busca de ciudadanía israelí, el funcionario islámico de graduación en Jerusalén publicó un decreto prohibiéndolo, y el agente en Jerusalén de
En el Triángulo de Galilea, un área de mayoría palestina al norte del país, apenas el 30% de la población estaba deacuerdo en que parte del Triángulo de Galilea fuera anexionado a un futuro estado palestino, según una encuesta de mayo del 2001, indicando que una gran mayoría prefería que permaneciera en Israel. Hacia febrero del 2004, cuando el gobierno de Sharon lanzó una sonda acerca de ceder el Triángulo de Galilea a control de la AP, el Centro Árabe de Investigación Social Aplicada, con sede en Haifa, descubría que la cifra había saltado al 90%. Y el 73% de los árabes del Triángulo dijeron que utilizarían la violencia para prevenir cambios en la frontera.
Los políticos locales denunciaron ferozmente que Israel cediera cualquier parte de Galilea. Un miembro árabe del parlamento de Israel que sirvió una vez como consejero de Yasser Arafat, Ahmed Tibi, llamó a la idea "una sugerencia peligrosa y antidemocrática". La intensa oposición árabe incitó el abandono rápido de la idea de la transferencia.
También en el 2004, cuando se levantaba la barrera de seguridad de Israel, algunos árabes palestinos tuvieron que elegir a qué lado de la barrera vivir. La mayoría, junto con Ahmed Jabrin, de Umm al-Fahm, no tenía ninguna duda. "Luchamos [contra las autoridades israelíes] para estar dentro de la barrera, y la movieron, así que todavía estamos en Israel".
Que los árabes palestinos prefieran vivir bajo control israelí en grandes cifras parece ser producto de consideraciones prácticas más que de un intento de hundir demográficamente el estado judío. Ven a la AP como empobrecida, autocrática, y anárquica. Como explicaba un palestino, "es un estado desconocido que carece de parlamento, democracia, o universidades decentes siquiera".
Los árabes palestinos no están tan comprometidos ideológicamente como para despreciar la buena vida que ofrece la residencia en Israel. Se derivan dos conclusiones importantes. Primero, de cumplirse las demandas árabes palestinas de un "derecho de retorno" a Israel alguna vez, resultaría un flujo masivo de población a Israel. En segundo lugar, cualquier acuerdo de estatus final que exija entregar tierra bajo mandato israelí a los palestinos será muy difícil de poner en práctica.