[El Sr. Pipes fue uno de los 11 participantes en este simposio de historia alternativa. Su ensayo se titula "Un beneficio para la seguridad, una pérdida de posición". Para ver los otros, http://www.philly.com/mld/inquirer/news/special_packages/sunday_review/12611856.htm. Para ver la lista de participantes, http://www.philly.com/mld/inquirer/news/special_packages/sunday_review/12611857.htm.]
Muchas cosas serían diferentes si George W. Bush hubiera decidido no invadir Irak.
En cierto modo, la situación sería peor:
La población iraquí aún sufriría el mandato totalitario de Saddam Hussein. La inestable economía, coches bomba y malestar étnico que los iraquíes afrontan hoy son males mucho menores en comparación con la pobreza, la injusticia, la brutalidad y el barbarismo que fue su sino entre 1979 y el 2003.
La seguridad regional peligraría. Saddam Hussein invadió dos países (Irán en 1980 y Kuwait en 1990) y lanzó misiles contra otros dos (Arabia Saudí e Israel); las probabilidades de que hubiera agredido de nuevo son altas, esta vez quizá para interrumpir los conductos de petróleo que pasan por el Golfo Pérsico. Además, patrocinaba el terrorismo suicida contra Israel y mantenía relaciones próximas con el régimen criminal de Bashar al-Asad en Siria.
La seguridad de Estados Unidos estaría en peligro mientras un megalomaníaco gobernase Irak con los medios para construir y la voluntad para utilizar armas de destrucción masiva. Hussein mostró esta capacidad nada menos que en 1988, cuando dispersó gas químico bastantes veces, incluso contra su propio pueblo (en una aldea en 1988, matando a 5.000). Sus vínculos con al-Qaeda podrían haber conducido a su cooperación con ella para desplegar armas de destrucción masiva en Estados Unidos.
Pero, de no haber tenido lugar la guerra, la situación podría ser mejor en otros sentidos:
Las posiciones europeas hacia Estados Unidos serían mejores. Las encuestas y otros datos manifiestan que la guerra de Irak inflamó la hostilidad contra los americanos [hasta niveles] sin precedentes desde 1945.
El malestar musulmán ha sido exacerbado por la guerra. Ha sido obvia una gran radicalización, no sólo en los países de mayoría musulmana (Turquía, Jordania y Pakistán son buenos ejemplos) sino también en países occidentales (como el Reino Unido).
La política nacional norteamericana sería menos díscola sin la guerra. La solidaridad post-11 de Septiembre ya había sido erosionada antes de que comenzase la guerra iraquí en marzo del 2003, pero esa decisión empeoró las tensiones, como ilustra la acritud incrementada de las elecciones presidenciales norteamericanas del 2004.
Generalizando, los beneficios de la guerra están vinculados principalmente a la seguridad y los costes de actitud. El mundo es más seguro con Hussein aguardando juicio en una celda de prisión, pero también está más dividido. La administración Bush tuvo éxito militarmente, pero fracasó políticamente.
En resumen, la guerra trajo más luces que sombras; la impopularidad y la acritud son un precio que vale la pena pagar para que el gobierno iraquí ya no ponga en peligro a los iraquíes o al resto del mundo.