William Blum, un escritor de Washington D.C., respondía extremadamente encantado el pasado jueves al saber que Osama bin Laden había citado su libro en una grabación. Blum llamaba la mención de Estado criminal: guía de la única superpotencia del mundo "casi tan buena como ser un libro de Oprah", una referencia a la popular presentadora de televisión americana cuya recomendación convierte un libro en bestseller rutinariamente.
Al ser preguntado si tenía arcadas a causa de que bin Laden instase a su audiencia a leer su libro, Blum contestó: "No me repugna, y no voy a fingir que lo hace". Muy al contrario, declaró: "Estoy contento... es buena publicidad para mi libro". Y, de hecho, lo fue: gracias a la promoción de bin Laden, Estado criminal ascendió del puesto 205.763 al 26 en el ránking de los libros más solicitados de Amazon.com.
Blum explicó su respuesta diciendo que no encontraba peor a bin Laden que al gobierno norteamericano: "diría que bin Laden no ha tenido mucha menos moral de la que ha tenido Washington". Incluso rehusó distanciarse de las opiniones de bin Laden: "Si comparte conmigo una profunda aversión a determinados aspectos de la política exterior americana, entonces no voy a despreciar ninguna aprobación explícita del libro por su parte. Creo que es bueno que comparta esas opiniones".
Blum describe su misión vital como "frenar al Imperio Americano… herir a la bestia". Como era de esperar, Noam Chomsky, Oliver Stone, Gore Vidal, y su tribu han prodigado alabanzas a su trabajo.
¿Qué atrajo a bin Laden de Blum? Este pasaje (que procede realmente de otro de los libros de Blum, titulado Liberar al mundo hasta la muerte: ensayos sobre el Imperio Americano): "Si yo fuera el presidente [norteamericano], podría detener los ataques terroristas contra Estados Unidos en unos días. Permanentemente. Primero me disculparía — muy pública y muy sinceramente — ante todas las viudas y huérfanos, los pobres y torturados, y todos los muchos millones de víctimas del imperialismo americano restantes".
Hasta su súbito ascenso a la atención pública, Blum, de 72 años, había llevado una vida tranquila de detestador de América de segundo plano. Hijo de inmigrantes judíos polacos, se crió en Brooklyn, estudió contabilidad en la universidad, y, como anti-comunista con aspiraciones a convertirse en funcionario del servicio de exteriores, iba a trabajar a un puesto relacionado con ordenadores en el Departamento de Estado norteamericano a mediados de los años 60. La Guerra de Vietnam le radicalizó y dimitió del Departamento en 1967 para seguir una carrera de defensa de la extrema izquierda y de sabotaje (afirma haber revelado los nombres y direcciones de más de doscientos efectivos de la CIA). Durante casi cuarenta años, Blum ha escrito artículos de opinión practicando su fijación, demostrar el presunto mal de los funcionarios del gobierno americano, a los que ha comparado con "asesinos de bebés con motosierra".
Va tan lejos como para indicar la existencia de un "holocausto" de patrocinio americano desde 1945, que ha causado la muerte de varios millones de personas y que ha condenado a muchos más millones a "vidas de miseria y tortura". David Horowitz, un analista de primera línea de la izquierda, resume esta línea del pensamiento en su excelente estudio, Alianza maldita: el islam radical y la izquierda americana (Regnery): para Blum, "América es peor que la Alemania Nazi". Horowitz observa también que "no hay diferencia perceptible" entre la opinión de Blum del papel de Estados Unidos en
Aunque Blum estaba infantilmente encantado con su celebridad y riquezas repentinas, sus camaradas de la extrema izquierda reaccionaron con más cautela a la aprobación de bin Laden, conscientes de que revela que, en palabras de Cliff Kincaid, de Accuracy in Media, "bin Laden cuenta con una quinta columna [izquierdista] en Estados Unidos para minar la guerra contra el terrorismo y concederle la victoria en el campo de batalla".
Tal evidencia preocupa tanto a algunos de la extrema izquierda que han llegado a retratar la grabación de bin Laden como "una falsificación obvia" inventada por los neoconservadores del gobierno norteamericano. Pero las elaboradas teorías conspiratorias no pueden deshacer el hecho de que la alianza islamista-izquierdista, germinando durante años, ha alcanzado ahora el punto en el que la extrema izquierda constituye el nuevo muyaidín de al-Qaeda.
Tras no haber podido perpetrar una operación terrorista masiva en Estados Unidos en más de cuatro años, el regalo de amor anticipado pero muy público de bin Laden a la extrema izquierda sugiere que él la ve como un aliado crítico. Y acierta de lleno al hacerlo.