Al tomar parte en la práctica por Hezbolá en su guerra contra Israel, algunas de las organizaciones de prensa más prestigiosas del mundo revelan inadvertidamente una profunda transformación en la lógica del conflicto.
Algunos ejemplos de sus acciones:
-
Reuters: Adnán Hajj, un fotógrafo freelance con más de una década de experiencia en Reuters, retocaba sus fotografías con el fin de hacer que los ataques israelíes contra el Líbano pareciesen más destructivos y los libaneses más vulnerables. Sus maquillajes creaban nubes de humo más espesas y oscuras procedentes de oleadas de bombardeos, y representaron falsamente a la misma mujer lamentando la pérdida de su residencia bombardeada en tres localizaciones distintas. Reuters despidió a Hajj y retiró de su archivo 920 fotografías suyas. Investigaciones adicionales por parte de bloggers descubrían cuatro tipos distintos de fotografías fraudulentas de Reuters, todas exagerando la agresividad israelí. Los bloggers documentaban hasta cómo se escenifica una fotografía de Reuters.
-
La BBC: los editores buscaron activamente relatos personales que demonizasen a Israel, colocando esta solicitud en sus páginas de noticias: "¿Vive usted en Gaza? ¿Se ha visto afectado por la violencia en la región? Envíenos sus experiencias utilizando el formulario de abajo. Si desea relatarnos en profundidad, por favor incluya el medio de contacto".
-
CNN: una presentadora de su programa internacional, Rosemary Church, dio a entender que las fuerzas israelíes podían derribar los misiles de Hezbolá, pero que decidían no hacerlo, al preguntar a un portavoz israelí, "¿intenta Israel derribarlos en el aire? Tiene capacidad para hacer eso".
-
The Washington Post: de igual manera, el reportero de asuntos militares Thomas Ricks anunciaba en la televisión nacional que analistas militares norteamericanos sin identificar estaban seguros de que el gobierno israelí "había dejado a propósito depósitos de misiles de Hezbolá en el Líbano, porque mientras sean atacados con proyectiles, pueden continuar disponiendo de una especie de equivalencia moral en sus operaciones en el Líbano". Hacer que tu propia gente salga herida, explicaba, ofrece "peso moral".
Todas estas actividades mediáticas se derivan de la percepción de que sufrir bajas y tener aspecto de víctima ayuda a la postura de uno en la guerra. Las distorsiones de Adnán Hajj, por ejemplo, estaban calculadas para perjudicar la imagen de Israel, fabricando así disidencia interna, destruyendo la posición internacional del país, y generando presión sobre el gobierno para que detuviera sus ataques en el Líbano.
Pero este fenómeno de partes que muestran su pérdida y dolor invierte el orden histórico, en tanto que cada bando quiere intimidar al enemigo aparentando ser feroz, incansable y victorioso. En la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, la Oficina Norteamericana de Información de la Guerra prohibió en los dos primeros años de combate la difusión de películas o fotografías que mostrasen soldados americanos muertos, y sólo desistió ligeramente más tarde. Mientras tanto, su Oficina de Películas producía cintas como "Nuestro enemigo - los japoneses", mostrando cadáveres de japoneses y escenas de dificultades japonesas.
Proclamar la fuerza de uno y denigrar la del enemigo ha sido la norma a lo largo de milenios de pinturas murales egipcias, vasos griegos, poesía árabe, dibujos chinos, baladas británicas u obras de teatro rusas. ¿Por qué han invertido los combatientes (y sus aliados de los medios) ahora este patrón universal y antiguo, rebajando la propia fuerza de uno y promocionando la del enemigo?
A causa del poder sin precedentes del que disfrutan Estados Unidos y sus aliados. Como explicaba el historiador Paul Kennedy en el 2002, "en términos militares, sólo existe un jugador en el campo que cuenta". Remontándonos en el tiempo, concluye, "nunca ha existido algo como esta disparidad de poder; nada". E Israel, tanto como potencia regional por propio derecho como en calidad de aliado cercano de Washington, disfruta de una presencia paralela vis-à-vis con Hezbolá.
Tal poder implica que, cuando Occidente lucha contra el no-Occidente, el resultado en el campo de batalla se da por sentado. Con resultado por anticipado, la lucha se ve más como redada policial que como conflicto bélico tradicional. Al igual que en una redada policial, las guerras modernas son juzgadas según su legalidad, la duración de las hostilidades, la proporcionalidad de la fuerza, la severidad de las bajas o la extensión del daño económico y medioambiental.
Todo esto son términos debatibles, y debatibles son, hasta el punto que el centro de gravedad Clausewitziano se ha desplazado del campo de batalla hasta los presentadores y los editoriales de opinión. Cómo se perciba una guerra tiene tanta importancia como el cómo se libra realmente.
Esta nueva realidad implica que los gobiernos occidentales, ya sea Estados Unidos en Irak o Israel en el Líbano, tienen que ver las relaciones públicas como parte de su estrategia. Hezbolá se ha adaptado a este nuevo hecho cotidiano, pero esos gobiernos no.