Cuando el Presidente Bill Clinton desplegó tropas americanas en lugares como Bosnia o Haití, fue criticado por convertir la política exterior en "trabajo social" (como Michael Mandelbaum lo describió ácidamente). ¿Pero mediante qué autoridad, preguntaban muchos de los años 90, arriesgaba tropas el presidente sin intereses americanos discernibles en juego?
El presidente Bush se ha asegurado de no repetir este error. Desplegó la fuerza en dos ocasiones - en Afganistán y en Irak - y en ambas ocasiones hizo una defensa convincente de que la seguridad norteamericana exigía la eliminación de los regímenes enemigos.
Pero algunos en el congreso, muchos en los medios y aún más en los campus (por no hablar de los manifestantes en la calle) juzgan las hostilidades en esos dos países no tanto en términos de lo que suponen para los americanos como según cómo afectan al otro bando.
Observe las muchas voces procedentes de países aliados argumentando que dado que Afganistán sigue sufriendo un amplio abanico de enfermedades (represión femenina, pobreza, tráfico de drogas, señores de la guerra), los esfuerzos americanos son fatuos.
- Senador Joseph Lieberman (D-Conn.): La experiencia afgana es "una historia con moraleja de los problemas que resultan de implicar al mundo demasiado peligrosamente, con demasiada arrogancia y demasiado a la ligera".
- James Wolfensohn, Presidente del Banco Mundial: Afganistán ha sido "abandonado" y la presencia contínua de señores de la droga y la pobreza podría minar el sustrato moral para invadir Irak.
- El Philadelphia Inquirer: "Frustración [y] fracaso marcan la reconstrucción de Afganistán".
- El Herald of Glasgow, Escocia: "Afganistán ha sido traicionado total y completamente".
Incluso el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, cuando se le planteó la pregunta de "los fallos norteamericanos en Afganistán", no cuestionó la premisa, sino que observó a la defensiva que al ser liberados, los afganos "cantaban; volaban cometas; eran felices".
Pero esta opinión olvida los beneficios sustanciales a la seguridad de los americanos derivados de la eliminación del cuartel general de al Qaeda: los Talibanes ya no están activos, sosteniendo el cuartel general del terrorismo.
Algo similar ocurre hoy en el tema de Irak: los beneficios para americanos y británicos de librarse de Saddam Hussein y sus armas de destrucción masiva y el patrocinio del terrorismo parecen importar menos que el resultado de los planes para rehabilitar Irak. Las dificultades a la hora de arreglar Irak están siendo utilizadas para arrojar dudas sobre toda la empresa militar.
Las guerras afgana e iraquí, en otras palabras, son juzgadas más según el bienestar social de los derrotados que según los beneficios de los ganadores.
Casi desapercibida, la guerra como trabajo social se ha convertido en la expectativa.
La idea de este extraño giro de los acontecimientos no es argumentar contra que los afganos y los iraquíes se beneficien de la acción militar norteamericana. Deberían; y al hacerlo, se unen a una larga lista de antiguos adversarios liberados por Estados Unidos:
- Segunda Guerra Mundial: alemanes, austriacos, italianos y japoneses.
- La Guerra Fría: rusos, ucranianos, kazajs, azerbaijanes, armenios, georgianos, mongoles, polacos, alemanes del este, húngaros, checos, eslovacos, rumanos, búlgaros, albaneses y muchos otros.
Los beneficios iraquíes son muy bienvenidos, pero llegan como subproducto feliz de que la coalición persiga sus propios intereses, no como objetivo principal. Sólo es apropiado arriesgar las vidas de las fuerzas de la coalición hasta el grado en que liberar y rehabilitar Irak beneficia a Estados Unidos, el Reino Unido y los demás socios.
Las obligaciones de cada estado, en otras palabras, se deben en última instancia a sus propios ciudadanos.
Esto no es de ninguna manera argumentar en contra de brindar beneficios a Afganistán o Irak; sino que es decir que no son una obligación moral. Las guerras tampoco deberían ser lanzadas por motivos humanitarios únicamente.
Si los líderes democráticos olvidan esta ley inflexible y deciden lanzar esfuerzos puramente filantrópicos, los resultados serán desagradables. Tómese el caso americano: cuando la población no ve los beneficios del conflicto bélico para ellos mismos, los soldados americanos son retirados del campo de batalla, como en el Líbano en 1984 o Somalia en 1993. Simplemente no hay disposición a asumir bajas por el propósito de la labor social.
De modo que, se mire por donde se mire, adelante con "Libertad Iraquí". Pero tenga siempre presente, como ha hecho el Presidente Bush, que el objetivo último de la guerra es mejorar la seguridad americana.