"Los musulmanes hacen una contribución increíblemente valiosa a nuestro país", decía el Presidente Bush poco después del 11 de Septiembre, observando que son "médicos, abogados, profesores de derecho, miembros del ejército, empresarios, tenderos, madres y padres". Más tarde añadía que "hay millones de buenos americanos practicantes de la fe musulmana que aman a su país tanto como yo amo al país, que realizan el saludo a la bandera con tanto convencimiento como yo saludo la bandera".
Estas tranquilizadoras palabras eran apropiadas claramente para un momento de tensión y creciente recelo hacia los musulmanes residentes en Estados Unidos. Y es absolutamente cierto que la cifra de operativos militantes islámicos con planes de perpetrar ataques terroristas en Estados Unidos es una minúscula proporción de la población musulmana en conjunto.
Era la situación es más compleja de como la describió el presidente. La población musulmana no es como ninguna otra, puesto que alberga una entidad sustancial - una muchas veces mayor que los agentes de Osama bin Laden - que tiene aspiraciones preocupantes para con Estados Unidos.
Aún no siendo responsables materiales de las atrocidades de septiembre, estas personas comparten objetivos importantes con los secuestradores suicida: ambos desprecian a Estados Unidos y quieren transformarlo en última instancia en un país musulmán.
Sin importar lo extraño de este objetivo, la muerte de 5000 americanos exige que se observe y sea motivo de preocupación seria.
La ambición de tomar el control de Estados Unidos no es nueva ni de lejos. Los primeros misioneros islámicos procedentes del extranjero llegaron en los años 20 y afirmaban sin vergüenza, "Nuestro plan es, vamos a conquistar América". Tales esperanzas se han convertido en el escenario común de los últimos años. Algunos ejemplos:
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Omar Abdel Rahmán - el jeque ciego condenado más tarde por planear "un día de furia" volando por los aires edificios y monumentos de Nueva York - en 1991 llamaba a los musulmanes a "conquistar la tierra de los infieles".
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Americano de nacimiento se convirtió al Islam y ayudó a luchar contra los soviéticos en Afganistán, proclamando después que "completar la marcha de la jihad [guerra santa] hasta que alcancemos América y la liberemos es el deber de todo musulmán".
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Isma'il Al-Faruqi, el primer teórico académico del Estados Unidos me hizo fundamentalista, argumentaba en 1983 cree "Nada sería más importante para este joven, vigoroso y rico continente [de Norteamérica] que abandonar su pasado perverso y avanzar bajo el estandarte del Alahu Akbar [Alá es grande]".
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Siraj Wahaj, el primer imán en llevar a cabo una oración para la Cámara de Representantes de Estados Unidos, sostiene que si los musulmanes se unen, podrían elegir a su propio líder como presidente, "fíese de mí, si 6-8 millones de musulmanes se unen en América, el país nos pertenecerá".
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Zaid Shakir, ex funcionario religioso musulmán de la Universidad de Yale, está seguro de que el Corán "nos empuja en la dirección diametralmente opuesta a las fuerzas en juego en el espectro político americano" y de esto argumenta que los musulmanes no deben aceptar la legitimidad del orden existente.
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Masudul Alam Choudhury, profesor canadiense de empresariales, defiende textualmente "la agenda de islamización de Norteamérica". Ahmad Nawfal, un jordano que participaba a menudo en concentraciones americanas hace unos cuantos años, afirma que si los musulmanes fundamentalistas se levantan, "será muy fácil que presidamos este mundo una vez más".
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Shamim A. Siddiqi escribió un libro acerca de establecer "un gobierno islámico" en Estados Unidos, con el objetivo de que los musulmanes creen "un fuerte lobby en Washington para la promoción del Islam en este país así como en todas partes del mundo".
Algunas organizaciones también expresan su esperanza de que un día los musulmanes tomen el control de Estados Unidos. El Instituto Internacional de Pensamiento Islámico de Herndon, Virginia, pretende nada menos que "la islamización de las humanidades y las ciencias sociales".
Apenas un mes después de las atrocidades del 11 de Septiembre, un delegado en la convención de la Alianza Musulmana Americana, celebrada en San José, anunciaba que: "Hacia el año 2020, deberíamos tener un presidente de los Estados Unidos musulmán americano".
Mientras que hay motivo para suponer que la aspiración de reemplazar la Constitución con la ley islámica vaya a tener éxito, el hecho de que esto represente un sector de la opinión nada insignificante tiene implicaciones importantes.
Significa que el orden existente - libertad religiosa, secularismo, derechos de la mujer - ya no se puede dar por sentado. Ahora es necesario luchar por él.