Hace una semana parecía probable que los taxistas musulmanes del Aeropuerto Internacional de Minneapolis-St. Paul lograsen una exención especial para evitar a los pasajeros que llevasen alcohol. La Comisión de Aeropuertos Metropolitanos había propuesto dar a aquellos conductores shar'ia-inclinados una luz distinta sobre sus taxis, permitiéndoles permanecer en la cola mientras los clientes con botellas encontraban otros taxis.
Me opuse a esta "solución de las dos luces", argumentando en "No metas alcohol en mi taxi" que mete en vigor la ley islámica en una transacción mundana de la vida comercial norteamericana. Animé a los lectores que comparten mis opiniones a escribir a la comisión para hacer saber sus opiniones.
El 10 de octubre, unas cuantas horas después de que mi artículo apareciera por primera vez, la comisión se reunía y se retractaba de la solución de las dos luces. Una circular de prensa difundida más tarde ese día, "Programa piloto de taxi propuesto en el Internacional de Minneapolis-St. Paul cancelado; serán consideradas otras opciones para mejorar el servicio de taxis", explicaba que la respuesta del público al programa propuesto "se ha dado aplastantemente en contra de la creación de un sistema de servicio de taxi en dos variantes".
Jeff Hamiel, director ejecutivo de la Comisión, observaba que, basándose en la respuesta del público al programa piloto propuesto (que nunca entró en vigor y que nunca será implementado) "está claro que su implementación podría tener impactos no pretendidos y significativamente negativos sobre la industria del taxi en conjunto". O, en palabras de la circular de prensa de la Comisión, "algunos proveedores de servicio de taxi han expresado temores de que la gente opuesta al programa elija otras opciones de transporte público en lugar de coger algún taxi desde el aeropuerto".
El portavoz del aeropuerto Patrick Hogan elaboraba más: desde que el aeropuerto comenzara a hacer planes para la solución de las dos luces, "hemos tenido noticias de Australia e Inglaterra. Realmente tocó una fibra sensible entre un montón de gente. La sacudida, francamente, ha sido aplastante. La gente está aplastantemente en contra de cualquier tipo de acomodo cultural". La respuesta, decía Hogan, incluía 400 correos electrónicos y llamadas telefónicas.
Doy las gracias a mis lectores, incluyendo a aquellos de Australia e Inglaterra, que fueron a por todas y aparentemente fueron decisivos a la hora de detener esta pequeña pero preocupante aplicación de la ley islámica.
Hassán Mohamud, vicepresidente de la Sociedad Musulmana Americana, expresaba naturalmente su decepción por la decisión. "Más de la mitad de los taxistas son musulmanes, e ignorar las sensibilidades de esa comunidad en el aeropuerto creo que no es justo". Pero otros musulmanes despreciaron públicamente la picajosidad de los conductores. Mahmoud Ayoub, un académico islámico de la Temple University, destacaba que el Islam prohíbe beber alcohol, no transportarlo. "Conozco muchos musulmanes que poseen gasolineras [donde se vende cerveza] y se venden sandwiches de jamón. Ellos lo justifican, y creo que correctamente, [diciendo] que tienen que ganarse la vida".
La Free Muslims Coalition anunciaba estar "disgustada" por el comportamiento de los conductores musulmanes, por dos motivos: en primer lugar, "la mayor parte de los musulmanes no está de acuerdo en que los taxistas tengan prohibido transportar alcohol. El Islam simplemente prohíbe que los musulmanes beban alcohol y esos conductores intentan imponer sus valores religiosos a otros". El segundo lugar, "cuando los taxistas eligieron conducir un taxi, suscribieron un acuerdo para realizar un servicio público que es esencial para la economía de cualquier ciudad. No tienen derecho a rechazar una carrera porque el pasajero sostenga una botella de vino u otros licores". Kamal Nawash, presidente de la Free Muslims Coalition, añadía: "Estos taxistas básicamente piensan que están viviendo en sus propios países, donde está bien imponer a otros tres creencias religiosas".
La circular de prensa de la Comisión también contiene información acerca de otra idea interesante. La cifra de incidentes ha caído de manera drástica:
En el momento en que el debate de la materia con la industria del taxi comenzó en mayo, los taxistas rehusaban transportar a clientes con alcohol desde el Aeropuerto Internacional de Minneapolis-St. Paul 77 veces al mes, de media. Sin embargo, los cambios recientes en las regulaciones federales prohíben ahora que los pasajeros pasen la mayor parte de los líquidos - bebidas alcohólicas incluidas - en cantidades superiores a tres onzas a través de los controles de seguridad. Puesto que la prohibición federal de líquidos entró en vigor en agosto, mucha menos gente transporta alcohol de manera perceptible por los aeropuertos o posteriormente le es negado el servicio por parte de los taxistas.
En una conversación privada, Patrick Hogan especificaba que desde el complot terrorista frustrado en Londres el 10 de agosto, solamente ha habido cuatro incidentes al mes. Irónicamente pues, los islamistas británicos que planean una operación terrorista en Londres solucionaron en la práctica el problema de los musulmanes norteamericanos que no quieren transportar alcohol en Minnesota.
Por ahora, los taxistas que rechazan servicios con el fin de evitar transportar alcohol continuarán perdiendo su lugar, como viene siendo el caso, en la cola de taxis del aeropuerto y tienen que volver al inicio de la fila, manteniendo la ordenanza de la Comisión. Pero la Free Muslims Coalition argumenta correctamente que esto no basta. Los taxistas que discriminen a los pasajeros con botellas de alcohol, sostiene, "deberían tener prohibido recoger pasajeros en el aeropuerto por completo" y sus licencias de alquiler deberían ser canceladas.
Exactamente. Los islamistas necesitan entender que en Estados Unidos gobierna la Constitución, no la shari'a, y los americanos se asegurarán vigorosamente de que continúa haciéndolo.