El Informe del Grupo de Estudio de Irak, sujeto con alfileres por 10 individuos carentes de conocimiento especializado sobre Irak, saca a la luz políticas norteamericanas fallidas en Oriente Medio y las dispone como oro en paño como política actual.
Más concretamente, con respecto al papel americano en Irak, el informe dirime estúpidamente la diferencia en que las tropas se queden o se vayan sin tener en cuenta en ningún momento la propuesta básica de que el gobierno norteamericano se responsabilice de los detalles triviales del país, tales como montar proyectos de obras públicas. En su lugar, el informe acepta precipitadamente esa premisa estratégica y ajusta la táctica exclusivamente de manera marginal.
Subyace en el corazón del informe una larga lista contranatura de 79 recomendaciones. Éstas incluyen perlas tales como inducir a la Organización de la Conferencia Islámica (de patrocinio saudí) o a la Liga Árabe (n° 3) a decidir el futuro de Irak. Otra crea un "Grupo Internacional de Apoyo a Irak" que incluye a Irán, Siria (n° 5), y al secretario general de Naciones Unidas (n° 7).
Otras brillantes recomendaciones piden que el Consejo de Seguridad de la ONU se haga cargo del problema nuclear iraní (n° 10) y que el grupo de apoyo persuada a Teherán de "tomar medidas específicas para mejorar la situación en Irak" (n° 11). Justo. El régimen iraní, cuyo presidente imagina un "mundo sin América", va a sacar a Washington las castañas del fuego. Tal consejo da cuenta de lo que el Jerusalem Post llama "inocencia sobrecogedora" en el mejor de los casos y repulsiva locura en el peor.
Por supuesto, los cerebritos aseguran que los problemas en Irak están "insalvablemente vinculados" al conflicto árabe israelí – repitiendo así precisamente el error que cometió el co-presidente directivo James A. Baker III en 1991. A continuación lideró la iniciativa de abandonar el Golfo Pérsico y volver la atención a los palestinos, dejando en el poder a Saddam Hussein durante otra docena de años y contribuyendo al presente desastre de manera directa. En el informe nuevo, Baker y sus colegas piden un estado palestino (n° 12) y hasta exigen un acuerdo final que trate "el derecho de retorno de los palestinos" (n° 17) – palabras en clave para el desmantelamiento del estado judío. Afirman incondicionalmente que "los israelíes deben devolver los Altos del Golán", a cambio de una promesa de seguridad de Estados Unidos (n° 16).
Además de la sorprendente ingenuidad de estas olímpicas afirmaciones, uno se pregunta cómo exactamente se pone fin a la guerra civil iraquí complaciendo a los árabes palestinos. O porqué el irresoluto conflicto árabe israelí es relevante en mayor medida para Irak que el irresoluto conflicto armenio-azerí, que está más próximo a Irak.
Para empeorar las cosas, el Sr. Baker tiene el valor de advertir a la administración Bush de no tratar las 79 recomendaciones del informe "como una gallina", eligiendo una idea mientras se rechaza otra, sino aceptándolo en conjunto. Hasta en Washington, una ciudad célebre por su arrogancia, esta afirmación hace volver la cabeza. Que Baker y su co-presidente, Lee Hamilton, posasen para una sesión fotográfica con la conocida fotógrafa Annie Liebovitz para Men's Vogue, una revista de moda, no hace sino confirmar la vacuidad de su esfuerzo, al igual que su contratación por parte del gigante de las relaciones públicas, la firma Edelman.
En conjunto, el Iraq Study Group Report ofrece una infrecuente combinación de cautela burocrática, falso bipartidismo, análisis trillado y clichés convencionales.
Aunque la prensa reaccionó a esta sandez, en palabras de Daniel Henninger en el Wall Street Journal, con "júbilo neurótico", Robert Kagan y William Kristol lo juzgaron "acabado antes de empezar" y el presidente de Irak, Jalal Talabani, lo llamó "impracticable". Uno espera que estén en lo cierto, que el Presidente George W. Bush ignore sus recomendaciones, y que este "politiqueo muy viejo con traje nuevo " (Spencer Ackerman) desaparezca pronto del panorama.
Eso no significa que el Sr. Bush deba "mantener el curso", en cuanto a que ese curso no ha funcionado. Un puñado de ideas creativas han sido avanzadas por particulares conocedores de Irak, empáticos con el objetivo de la administración de construir un Irak libre, democrático y próspero, y no tentados de ver su papel como un ejercicio de promoción personal. La Casa Blanca debería solicitar a estos individuos con talento que debatan, expongan ideas y presenten algunas ideas útiles acerca del futuro papel americano en Irak.
Hacerlo significa romper con una tradición presidencial que se remonta al menos a 1919, que yo llamo diplomacia "anti-intelectual" en Oriente Medio. Woodrow Wilson designó a dos americanos carentes de credenciales por completo para encabezar una comisión de investigación al levante mediterráneo con el argumento, explicaba un ayudante, de que Wilson "pensó que estos dos hombres eran particularmente aptos para ir a Siria porque no sabían nada de ella". Este enfoque anti-intelectual le falló a América hace 87 años y le fallará de nuevo ahora.