¿Qué ha logrado Campus Watch, un proyecto para hacer crítica y perfeccionar los estudios de Oriente Medio en Estados Unidos y Canadá, desde que abriera sus puertas esta misma semana en el 2002?
Junto a organizaciones semejantes -- la Asociación Nacional de Académicos, el Centro David Horowitz para la Libertad, National Review o el Manhattan Institute -- examina lo que dicen y hacen sus profesores, ayudando así a desafiar el estatus quo del estamento académico.
Criticar a los profesores es más revolucionario de lo que pudiera parecer, dado que los académicos se vienen ahorrando desde hace tiempo críticas como la que el público hace a los políticos, los líderes empresariales, actores o deportistas. ¿Quién les juzgaría? Los estudiantes censuran sus opiniones con el fin de proteger sus notas; los colegas son reticentes a criticarse entre sí, no sea que sufran ataques a su vez; y los profanos carecen de la competencia para juzgar un esotérico campo de conocimiento académico. Como resultado, los académicos vienen disfrutando desde hace tiempo de una ausencia única de transparencia.
Si Campus Watch, dirigido por Winfield Myers, ha interrumpido está encantadora vida académica denunciando lo que Martin Kramer, del Washington Institute for Near East Policy, ha denominado "el fracaso de los estudios de Oriente Medio en América", se debe a que consideramos la labor de estos especialistas demasiado importante para ser salvada de la crítica. Seguimos sus pasos y les recordamos que sus egregios comentarios bien podrían acabar ridiculizados como nuestra "cita del mes", o hasta provocar los problemas cuando intenten obtener un cargo nuevo o lograr una plaza.
Los académicos criticados por Campus Watch responden generalmente con insultos, ridiculizando su propósito, o presentándose como víctimas, esperando así hacer parecer ilegítimo nuestro trabajo. Llamativamente, no recuerdo un solo caso en el que el trabajo meticulosamente documentado y claramente presentado de Campus Watch se haya encontrado con una refutación seria y sustancial. Vaya con el mercado de ideas.
Como los propios especialistas en Oriente Próximo reconocen, esta nueva obligación de rendir cuentas labrada por Campus Watch ha dado un vuelco a su mundo en tiempos a salvo. Su testimonio indirecto en la forma de experiencias de vivir en incómoda inquietud a causa de Campus Watch ofrece un ejemplo colorista. Otro son los comentarios de Miriam Cooke, de la Universidad de Duke, de que "Campus Watch es el caballo de Troya cuyos guerreros están cambiando ya las normas del juego no sólo en los estudios de Oriente Medio sino también en la Universidad norteamericana en conjunto". Más positivamente, el grupo de estudio de Antropología de Oriente Medio publicaba un manual sobre responsabilidad profesional a comienzos de 2007 que pide la implementación de medidas alentadas desde hace tiempo desde Campus Watch.
Dicho eso, los problemas básicos del campo siguen en su sitio: fallos analíticos, mezcla de política con conocimiento académico, intolerancia hacia las opiniones alternativas, apología, y abuso de poder sobre los estudiantes. La principal prioridad de Campus Watch es ayudar a estimular la diversidad de opiniones, de modo que los académicos pro-americanos -- que hoy suponen quizá el 5% de los especialistas en Oriente Medio -- alcancen la paridad con respecto a los antiamericanos. Este objetivo tiene dos implicaciones.
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Que no se puede esperar a que los profesores hoy tomen parte en cursos y campos académicos imparciales, sino que tienen que ser equilibrados por aquellos que promueven un punto de vista alternativo. Es triste ver tambalearse el ideal de objetividad, pero ésta es la realidad a la que uno debe adaptarse.
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Que los antiamericanos no tienen el monopolio de la inteligencia o las habilidades, solamente un monopolio casi total sobre el poder. La cifra del 5% no significa que historiadores brillantes, científicos políticos, economistas, sociólogos, antropólogos, especialistas en lenguaje y literatura, etc. estén 19 antiamericanos a 1, sino que esa facción, desde finales de los años 60, ha logrado el dominio casi total sobre sus departamentos.
Igual que un gran buque marítimo necesita tiempo para cambiar de rumbo, también la Universidad, donde los profesores de claustro con plaza fija mandan. La plaza no solamente les garantiza una seguridad laboral de décadas de duración, sino que también inmuniza a los profesores frente a las demandas del mercado o los deseos de los estudiantes, los donantes y demás implicados.
Llevará tiempo, pero hay motivos de optimismo en los estudios de Oriente Próximo, los cuales atravesaron un cambio sísmico como consecuencia de las atrocidades del 11 de Septiembre. Este suceso condujo a un incremento en las matrículas y atrajo a un nuevo tipo de estudiante al terreno, menos marginal políticamente y más ambicioso públicamente. Conforme esta cohorte post-11 de Septiembre se abra camino a través del sistema, cuente con ver mejoras significativas.
Campus Watch estará allí para recibirles. Con suerte, su misión será lograda y podrá entonces cerrar sus puertas.