"Cuanta más destrucción veo, más firme me vuelvo", anunciaba Yasser Arafat tras contemplar los efectos de la recién finalizada incursión israelí en Ramala. En la misma línea desafiante, un líder de Hamas, Jaled Meshaal, insistía en que los daños provocados por tropas israelíes en Jenin constituían "una victoria palestina que eleva la moral de nuestro pueblo".
Los portavoces palestinos en Estados Unidos repetían la misma idea. Hussein Ibish, del Comité Árabe-Americano Anti-Discriminación, afirma que los recientes reveses "solamente incrementarán, no quebrarán, la voluntad de los palestinos de resistir al gobierno israelí". Los periodistas también han recogido la misma idea y la han convertido en un lema de su información. El New York Times informaba a sus lectores de que "los palestinos piensan que están ganando", incluso después del sufrimiento de lo que el ejército israelí llama "la campaña más agresiva y letal en las zonas palestinas en décadas". De igual manera, el Christian Science Monitor discierne una creciente convicción "de que han logrado la última palabra por encima de Israel".
Si es cierto que contra más son golpeados los palestinos, más feroz es su resolución, entonces Kofi Annán y Colin Powell están en lo cierto al concluir que "no existe solución militar" - y que Israel tiene que acomodar las exigencias palestinas. El suministro aparentemente interminable de terroristas suicidas parece confirmar esta línea de análisis, al igual que la disposición de los palestinos a soportar el declive económico, la inmovilización y otros castigos. Más impresionante aún es la furia de los radicales militantes islámicos contra Yasser Arafat por su renuncia al terrorismo a instancias de los americanos y por sus restantes concesiones (mínimas) a Estados Unidos. Tanto se enfadan, que impedían que Arafat recorriera Jenin y propinaban una paliza a uno de sus principales ayudantes. Hamas también lanzaba una campaña propagandística contra Arafat, acusándolo de de haber "derramado lágrimas por el cadáver sionista" -- palabras codificadas para traición de la causa palestina.
¿Pero son realmente superhombres los palestinos? ¿Puede ser cierto que responden a la destrucción de su sociedad redoblando sus esfuerzos? Más exactamente, ¿es correcto extrapolar a partir de su pasado reciente que contra en peor tesitura se ven, más decididos se vuelven? Plantear simplemente esta pregunta es responderla. Por supuesto que no - los palestinos tienen la misma respuesta al sufrimiento que el resto de nosotros. Su aguante hasta ahora resulta de una combinación de factores, de entre los cuales destacan tres.
El primero es la marcada cólera ante la existencia misma de Israel y el convencimiento de que la identidad palestina solamente se puede reclamar cuando el estado judío sea desmantelado y reemplazado por una Palestina extendida desde el río Jordán hasta el Mar Mediterráneo. El segundo factor es el miedo que procede de vivir en la atmósfera casi totalitaria de la Autoridad Palestina, donde la falta de ardor motivado por la larga lucha le expone a uno a acusaciones de ser "un colaborador", con todos los peligros que ello implica, incluyendo ser asesinado.
El tercero y quizá más poderoso factor es el convencimiento de que los palestinos están a punto de lograr su objetivo, camino de debilitar a Israel y disponerlo para su destrucción -- y el convencimiento adyacente de que el sacrificio acerca la victoria. A juzgar por todas las informaciones, los palestinos en conjunto realmente creen estos días que están forzando a Israel a la sumisión. Al conjurar estadísticas de la nada, parecen haberse convencido de que Israel está flaqueando y está dividido. El portavoz de HamasAbd-al-Aziz al-Rantisi afirmaba en la televisión egipcia que "alrededor de un millón de israelíes huyeron del estado judío" últimamente como resultado de los atentados suicida. También señalaba una supuesta huida de capitales del país y concluía que "la vida en el estado judío se ha visto paralizada".
Esto son sandeces en bruto. Los israelíes no se van; están llegando en masa del extranjero para buscar casa en un momento de crisis. La economía se mantiene, y la vida cotidiana continúa. La contínua violencia no está fracturando la sociedad israelí, sino que en su lugar la está cohesionando con una extraña determinación y sentido. Un indicador de la resolución de Israel es la respuesta a las movilizaciones de los soldados reservistas, que se han presentado a filas con unos índices casi desconocidos. Las excusas de ayer no están siendo escuchadas esta vez. Gerald M. Steinberg, politólogo de la Universidad Bar Ilán, concurre: "El ataque creciente del terror que asesinó a centenares de israelíes y hospitalizó muchos más no logró desmoralizar a los israelíes, sino que ha tenido el efecto contrario. Las masacres... unieron y galvanizaron al público israelí".
En realidad, enviar a más terroristas suicida y otros asesinos está haciendo más daño a la causa de los palestinos que a Israel. En la práctica, la violencia destruyó a la Autoridad Palestina, no al gobierno israelí. La campaña de asesinatos ha conducido a tres veces más muertos palestinos que israelíes. El esfuerzo por empobrecer y desmoralizar a los israelíes ha salido exactamente por la culata.
Si los radicales siguen prefiriendo obviar esta realidad, que ya se está revelando, más palestinos cuerdos están perdiendo la guerra que empezaron en septiembre de 2000. "¿Fue realmente necesaria toda esta miseria?" se pregunta una persona que ha perdido cualquier esperanza realista del progreso económico, avance político, o vida cotidiana. Al estilo palestino sin embargo, cualquier declaración de concesiones se hace en un lenguaje de insulto y acusación. Así, el movimiento Fatah de Arafat acusa a Hamas de traicionar la causa palestina al perpetrar los ataques suicida dentro de Israel.
La misma elaboración es evidente entre los demás árabes. En una reunión de los líderes saudíes, egipcios y sirios en Sharm el-Sheikh hace algunos días, el entusiasmo anterior por los atentados suicida palestinos era reemplazado por un lenguaje más sobrio rechazando "toda forma de violencia". Los medios también reflejan este cambio. El comentario de Ali Hamada en el periódico libanés An-Nahar, por ejemplo, observa que es fácil aplaudir las operaciones suicida y mucho más difícil verlas desde una perspectiva racional y razonada: "Aquí es donde tiene que plantearse la pregunta: ¿es este el camino que nos conducirá a lograr nuestras aspiraciones nacionales".
Hussein Ibish predice que "los próximos meses verán una intensificación del conflicto [palestino]" contra Israel. Pero yo espero lo contrario; la presente campaña de violencia de los palestinos acabará pronto, probablemente a finales de 2002. A menos que los palestinos tengan sensación de avanzar hacia su objetivo de eliminar a Israel, simplemente encontrarán intolerable esta postura y cambiarán de curso. Esto serán buenas noticias, y no solamente porque vaticina una reducción del terror y el asesinato. Conforme los palestinos se dan cuenta de la futilidad de su violencia contra Israel, la resolución del conflicto árabe-israelí se vuelve posible de nuevo. Eso es lo que convierte a este momento de miseria y dificultades para los palestinos también, irónicamente, en un momento de esperanza para ellos igual que para los israelíes.