Al aproximarse la fecha de vencimiento el 31 de diciembre de 2008 del mandato de Naciones Unidas que legitima la presencia de fuerzas norteamericanas en Irak, empieza a avecinarse un desastre estratégico y humanitario. El destino de alrededor de 3.500 iraníes contrarios al régimen será decidido en el curso de las negociaciones de un acuerdo entre Washington y Bagdad que defina la situación legal de una fuerza militar presente desplegada en el estado.
Son integrantes del Mujahedeen-e Khalq (MEK; también se llaman los Mojahedines Populares de Irán, o PMOI), el principal grupo opositor iraní. Radicados en Camp Ashraf, en el centro de Irak, donde son reconocidos como "protegidos" según la Cuarta Convención de Ginebra, llevan desde 2004 amparados bajo protección de las fuerzas militares norteamericanas. Según la Convención contra la Tortura de 1984, de la que el gobierno americano es parte, el vencimiento del mandato de Naciones Unidas no pone fin a la obligación norteamericana de seguir amparando en Irak a los miembros del MEK.
Además, la red de partidarios del MEK dentro de Irán ha proporcionado información de Inteligencia de valor incalculable. Por ejemplo, dejó en evidencia las ambiciones nucleares de Teherán y los cargamentos de explosivos de carretera con destino a Irak. Reconociendo esta ayuda, un "Memorando administrativo" firmado por la Lugarteniente Coronel Julie S. Norman con fecha 24 de agosto de 2006 observaba que "Los PMOI siempre advierten de las intromisiones del régimen iraní y juegan un papel positivo a la hora de evidenciar las amenazas y los peligros de tales intromisiones; su Inteligencia ha sido de gran ayuda a este respecto y en algunas circunstancias ha servido para salvar las vidas de soldados [americanos]."
Aunque el Departamento de Estado sigue enumerando al MEK como Organización Terrorista Extranjera (FTO), probablemente eso termine en octubre, dado que ya no cumple el criterio del terrorismo, habiendo renunciado a los actos terroristas, no llevado a cabo operaciones en muchos años, carecer de la capacidad de llevar a cabo operaciones en el futuro y no amenazar la seguridad de los Estados Unidos. El General Raymond Odierno, que pronto será el mando militar norteamericano de mayor graduación en Irak, cuestionaba ya en mayo de 2003 la designación del MEK como organización terrorista extranjera: "Diría que cualquier organización que haya entregado su equipamiento a la coalición está claramente cooperando con nosotros, y estoy seguro de que eso debería conducir a un examen de si siguen siendo organización terrorista o no."
Desde entonces, un grupo de funcionarios del gobierno americano procedentes de diferentes agencias, encabezado por el FBI, ha exonerado a los iraníes de Ashraf de la acusación de terrorismo. Después de que un tribunal británico dictaminase que el grupo "no toma parte en actos de terrorismo," el gobierno británico retiraba en junio al grupo de su lista terrorista.
Naturalmente, la expulsión del MEK de territorio iraquí aparece como la principal exigencia de Teherán tanto a Washington como a Bagdad. El régimen iraní está decidido a destruir a su principal detractor y, con cierto éxito, ha presionado al gobierno iraquí para que desmantele Camp y entregue a Irán a los miembros del MEK. Los políticos iraquíes con afinidad hacia Teherán han hecho suyo este llamamiento, incluyendo a los líderes de la Alianza Iraquí Unida y el Consejo Islámico Supremo Iraquí.
Después, el 9 de julio, el Ministro de Exteriores Hoshyar Zebari anunciaba que el gobierno iraquí había decidido expulsar a los miembros del MEK. El embajador iraní en Irak, Hassán Kezemi-Qomi, especificaba que el gabinete iraquí había accedido rápidamente a expulsar de Irak al MEK. La cadena de televisión de Irán Jame Jam informaba el 6 de julio de que "las fuerzas militares norteamericanas han anunciado su disposición a entregar" Camp Ashraf a Bagdad, que daba seis meses para abandonar su territorio al MEK.
Si estas informaciones son ciertas (y vale la pena observar que las declaraciones anteriores a este respecto han tenido poco efecto práctico), implican la entrega de residentes de Ashraf desarmados a las fuerzas iraquíes, o bien su expulsión a Irán. En cualquier caso, una masacre a gran escala perpetrada por los brazos de Teherán en Irak o bien por el propio Teherán parece probable. Inspiradas por un éxito así, las ambiciones de Teherán en Irak sin duda van a crecer.
La administración Bush ha guardado silencio en materia de estos sucesos pero tiene el deber y el interés -- basándose en su compromiso humanitario, sus obligaciones para con el derecho internacional y su necesidad de aliados contra Teherán -- de insistir en sus negociaciones del acuerdo de presencia militar con Bagdad en que los miembros del MEK en Camp Ashraf sigan bajo la protección del ejército americano y que sean libres de abandonar Camp Ashraf.
Tras retirar de la lista al Mujahedeen-e Khalq como organización terrorista extranjera, Washington debería utilizar los temores casi patológicos del régimen instalado en Teherán amenazando con reunirse con ellos y colaborar en sus esfuerzos de relaciones públicas. Esta es la manera más fácil y a la vez más eficaz de intimidar a la República Islámica de Irán.