La perspectiva de una guerra entre la India y Pakistán manifiesta lo profundamente que han cambiado las cosas desde el 11 de Septiembre. "Desde esta fecha en adelante," anunciaba el Presidente Bush apenas días después del ataque, "cualquier nación que siga albergando o apoyando el terrorismo será calificada por Estados Unidos de régimen hostil." Washington, demostraba, vería la política internacional en adelante a través del prisma de su guerra contra el terrorismo.
Muchos observadores, incluyendo a su servidor, pusieron en duda su enfoque de nosotros o ellos. Esta bifurcación irreal, escribí en el Post del 15 de octubre, "no funcionará en el mundo real de intereses competitivos y desordenados."
Bien, me equivocaba -- el presidente hablaba en serio. Desde el 11 de Septiembre, la guerra contra el terror ha acaparado la política exterior estadounidense. Casi todas las relaciones estadounidenses con el mundo exterior se desenvuelven con esto presente. Esta seriedad de propósito -- tan impropia de los años Clinton -- tiene enormes implicaciones. He aquí dos.
En primer lugar, muchos estados han adoptado la guerra contra el terror a sus propias circunstancias. Algunos de ellos (Zimbabue, Siria, Nepal) lo hacen de manera oportunista, sin problemas con al Qaeda a la vista. Otros que sí tienen verdaderos problemas con el islam militante -- Rusia, Uzbekistán, Tajikistán, la India, Israel, las Filipinas -- reanudaron su defensa en términos del antiterrorismo para lograr la aprobación estadounidense. Estamos siendo testigos de una alianza incipiente pero sin precedentes de las grandes potencias del mundo contra las fuerzas del islam militante.
Los casos de Israel y la India destacan. Tras el 11 de Septiembre, el terrorismo suicida por parte del islam militante se detuvo temporalmente, reanudándose solamente en diciembre con ataques paralelos contra estos dos países.
Israel. Hamas y la Jihad Islámica lanzaban cuatro ataques terroristas entre el 1 y el 2 de diciembre, asesinando a 26 israelíes e hiriendo a muchos más. El Primer Ministro Ariel Sharon respondía anunciando, "Trataremos el terrorismo palestino exactamente igual que vosotros [los americanos] tratáis el terrorismo de bin Laden." Emulando la política de Bush hacia los Talibanes, Sharon hacía a la Autoridad Palestina "directamente responsables" de la violencia y enviaba tropas israelíes a sus zonas para extirpar el terrorismo.
La India. Si no fuera por un error de los terroristas, el ataque del 13 de diciembre de la Jaish-e-Muhammad contra el edificio del Parlamento de la India habría asesinado a gran parte de la dirección política del país y provocado probablemente una crisis nacional. También emulando la política estadounidense, Nueva Delhi hacía responsable a Pakistán y exigía medidas contra la Jaish-e-Muhammad y Lashkar-e-Tayyaba, grupos militantes islámicos apoyados por el servicio de Inteligencia de Pakistán, amenazando con consecuencias crudas si sus deseos no eran satisfechos. Ambos bandos hablaron de guerra, llamaron a cuentas a sus diplomáticos, suspendieron vínculos logísticos, pusieron efectivos militares "en alerta muy elevada," evacuaron aldeas, sembraron minas, desplegaron misiles e intercambiaron fuego de artillería.
La administración Bush aceptaba correctamente estas como variantes legítimas de su guerra contra el terrorismo. Empatizaba novedosamente con los esfuerzos rusos y chinos. Enviaba asesores militares y casi 100 millones de dólares en ayuda a las Filipinas. Prescindía de los llamamientos anteriores a la contención mutua y en su lugar se decantaba en favor de Israel y la India, indicando que estos gobiernos tienen "un derecho legítimo a la autodefensa."
En segundo, la política del Bush tiene a los gobiernos de todo el mundo en ascuas con los deseos estadounidenses. Las petulantes recriminaciones del pasado agosto sobre el "unilateralismo" de Estados Unidos son historia; los estados extranjeros ahora saltan cuando Washington lo dice.
A mediados de diciembre, por ejemplo, fuentes del Departamento de Defensa observaban la infraestructura de al Qaeda en Yemen y Somalia y la designaban como objetivos potenciales. Estos estados se cuadraron inmediatamente. El 18 de diciembre, las autoridades yemeníes iniciaban una campaña militar en el este contra al Qaeda y días después detenían a aventureros extranjeros. El 24 de diciembre, las facciones somalíes largo tiempo en feudos se ponían de acuerdo en un gobierno de transición e instaban a erradicar a al Qaeda de su país.
Tomando perspectiva de los detalles, vemos aquí algo muy importante de verdad, quizá incluso (por utilizar el término hecho famoso por el primer Presidente Bush) un nuevo orden mundial. Se caracteriza por unos asertivos Estados Unidos utilizando su poder para protegerse, defender a sus amigos e intimidar a sus enemigos.
Sí, esto implica peligros, como queda plasmado en la creciente preocupación por un intercambio nuclear entre Pakistán y la India. Pero la única manera de derrotar al islam militante es a través de la disposición a combatirlo; y contra antes sea confrontado, menos sangrienta será la batalla.
Que la tragedia del 11 de Septiembre se haya convertido realmente en una alarma internacional que es sobre todo testimonio de la capacidad de liderazgo de George W. Bush. Apenas empezamos a ver lo centrado, consistente y decidido que es.