El caso de John Walker Lindh puede parecer estrafalario y único. ¿Cuántos jóvenes de 20 años naturales de Marin County, Calif., especialmente los bautizados en recuerdo a un Beatle hijos de un converso al budismo, terminan en un malsano recinto en Afganistán luchando junto a los más fanáticos de los terroristas de al Qaeda?
Obviamente, no muchos. Pero Walker ilustra tres tendencias importantes y problemáticas.
Una se refiere al poderoso encanto que tiene el islam militante para los occidentales alienados. Lo que decía Walker, también conocido como Abdul Hamid, a su profesor islámico en Pakistán -- "En Estados Unidos me siento solo. Aquí me siento cómodo y en casa" -- es un sentimiento que comparten otros.
David Hicks, por ejemplo, es un australiano de 26 años al que un amigo describía como alguien que "no le gustaba cómo estaban yendo las cosas," de manera que recurrió al islam militante. Ahora llamado Mohammed Dawood, ha combatido desde 1999 nada menos que con tres grupos fundamentalistas -- el Ejército de Liberación de Kosovo, contra Serbia; la Lashkar-e-Taiba, contra la India; y con al Qaeda, contra el mundo. Al igual que Walker, Hicks fue capturado en Afganistán.
Isanu Dyson,* un residente de Portland, Maine de 24 años de edad y seguidor reciente del islam militante, nunca fue a Afganistán a causa de obligaciones familiares, pero ciertamente desearía haberlo hecho, declarando al Post que desea "abandonar el país, renunciar a mi ciudadanía, terminar en Afganistán, coger un arma y combatir junto a todos los demás contra el enemigo -- los soldados americanos."
Estos jóvenes están enviando un mensaje: el verde (el islam militante) ha reemplazado al marrón (el Nazismo) o al rojo (comunismo) como la ideología predilecta de los occidentales que rechazan sus propias sociedades. Se identifican con el enfoque contrario del islam militante sobre todo, desde los cubiertos a la modestia femenina pasando por el papel de la religión en el estado.
Por encima de todo, sin embargo, veneran el profundo odio del islam militante a Occidente. Recibieron con alegría el ataque del 11 de Septiembre (Walker: "Sí, yo lo apoyé") y sueñan con ver a las fuerzas del islam derrotando a sus países de origen.
En segundo, la alienación de estos conversos fanáticos refleja sentimientos que se encuentran entre los elementos islámicos militantes – conversos e inmigrantes por igual -- en las poblaciones musulmanas occidentales. Específicamente, las encuestas concluían que hasta el 10% de los musulmanes de Holanda simpatizaban con el ataque del 11 de Septiembre.
Mas en general, los militantes se oponen expresamente a la guerra contra el terrorismo. Reuters informaba en septiembre que muchos musulmanes de Estados Unidos "dicen que enviarían ayuda financiera a cualquier nación árabe atacada por las fuerzas estadounidenses, especialmente si hay civiles inmersos."
Citaba a Mohammed Batal, un inmigrante sirio de 18 años de edad residente en Brooklyn, diciendo que si las fuerzas estadounidenses "atacan a mis hermanos musulmanes, yo ayudaré a mis hermanos. Primero soy musulmán, después soy sirio y después soy americano."
En Gran Bretaña, alrededor de 200 musulmanes protestaban en octubre en la mezquita central de Londres de Regents Park, cantando eslóganes ("Tony Blair, arde en el infierno"), quemando la bandera americana, y prendiendo imágenes de líderes americanos y británicos.
En Londres, las organizaciones islámicas militantes movilizaban abiertamente a los varones musulmanes jóvenes para combatir por los Talibanes, con algunos éxitos: alrededor de 200 nacionales británicos de Oriente Medio y el sur de Asia (así como 80 ciudadanos franceses) se unían a Walker y Hicks en Afganistán.
En tercero, hasta los musulmanes no militantes residentes en Occidente rechazan la guerra contra el terror. Mientras que alrededor del 90% de los estadounidenses apoya de manera consistente la gestión de su presidente de las hostilidades, casi la misma proporción de musulmanes discrepa.
Una encuesta sin rigor en una página web islámica estadounidense en octubre registraba una oposición a los ataques aéreos del 74% -- más o menos la misma que en Kuwait, donde una encuesta en noviembre concluía que el 82% se oponía al esfuerzo bélico en Afganistán.
Después de que el régimen de los Talibanes estuviera en las últimas, una encuesta más científica llevada a cabo por Zogby International, concluía que el porcentaje de musulmanes estadounidenses opuestos a la guerra se había desplomado al 43% -- cuatro veces más aún así que la media nacional. Una encuesta Market & Opinion Research International concluía que el 64% de los musulmanes británicos a finales de noviembre se oponía al esfuerzo bélico en Afganistán.
Que los musulmanes occidentales perciben la guerra contra el terrorismo como sus correligionarios del extranjero indica lo políticamente distanciados que están de sus vecinos no musulmanes.
Cada una de estas tres tendencias es preocupante, por decirlo suavemente. Pero la naturaleza delicada de los asuntos implicados hace que los líderes occidentales y las instituciones rehúyan implicarse y simulen que todo va bien.
Esto es un error, porque contra más se prolongue esta alienación, más difícil será de tratar con el tiempo.
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* Actualización, 26 de abril de 2005: en un artículo sobre Dyson, "America's Homegrown Jihadist," Josh Lefkowitz y Lorenzo Vidino establecen que su nombre es realmente Isamu, no Isanu; y que su nombre original era Clayton Morgan.