En una espectacular noticia sensacional en exclusiva, el periódico con mayor seriedad y peso de Francia, Le Monde, anunciaba en su portada el pasado martes que "Red israelí de espionaje desmantelada en Estados Unidos." El extenso artículo afirma que "sin lugar a dudas," esta es la mayor noticia de espionaje que ha publicado en más de 15 años.
Pero los periodistas estadounidenses no encontraron ni atisbo de pruebas para apoyar la afirmación, y el reportaje se encontró con el escarnio tajante de los gobiernos estadounidense e israelí.
La portavoz del Ministerio de Justicia, por ejemplo, le restaba importancia como "un mito urbano que lleva meses circulando" e indicaba que no había ningún israelí detenido por espionaje. El portavoz del FBI lo llamaba "una noticia falsa" y decía que "no hay ninguna red de espionaje."
En la práctica, cualquier lector observador puede intuir que el relato de Le Monde -- con su demencial torrente de acusaciones sin sustentar, deducciones sobre la marcha e incoherencias opacas, pero ningún dato real -- no tiene ningún sentido.
Que uno de los periódicos con mayor prestigio del mundo promueva una tontería tan errática invita a hacer dos observaciones.
En primer lugar, hasta los medios más sobrios han demostrado tener debilidad por las teorías conspiranoicas sensacionalistas. El New York Times acabó teniendo que pedir excusas tras llamar la atención en mayo de 1991 sobre la teoría "sorpresa de octubre" promovida por Gary Sick en torno a que, para ganar las elecciones presidenciales de 1980, Ronald Reagan había conspirado con los ayatolas en 1980 para mantener encarcelados en Irán a los americanos.
En junio de 1998, la CNN emitía "Valle de muerte", una supuesta denuncia del uso por parte de tropas estadounidenses de gas nervioso sarín durante una incursión clandestina en 1970 en Laos. Los dos productores y el narrador (Peter Arnett) perdieron su puesto de trabajo como resultado.
En segundo, tales teorías conspiratorias no aparecen de pronto, sino que emergen paulatinamente de la inmundicia.
En este caso, la noción que encontró cabida a toda plana en Le Monde arrancó al parecer como referencia de pasada en, nada menos, el informe Starr de septiembre de 1998 acerca de la relación del Presidente Bill Clinton con Monica Lewinsky. Durante su encuentro sexual final, el 29 de marzo de 1997, Lewinsky relató que la pareja mantuvo una amplia conversación en la que el presidente le dijo que "sospechaba que una embajada extranjera (no especificaba cuál) tenía pinchadas sus líneas telefónicas."
Esto fue campo abonado para los teóricos de la conspiración, que inmediatamente se centraron en Israel. Por ejemplo, Gordon Thomas, un periodista británico, anunciaba en marzo de 1999 (en Los espías de Gideon: la historia secreta de la Mossad, editado por St. Martin's) que el servicio de Inteligencia de Israel poseía grabaciones de 30 horas de arrumacos Clinton-Lewinsky.
La revista normalmente sensata Insight se detenía en esta teoría en mayo de 2000 con una noticia acerca de la "colosal pesadilla de seguridad" del espionaje israelí a funcionarios estadounidenses de alto nivel "utilizando equipo de compañía telefónica en enclaves distantes para recoger las llamadas realizadas a, o recibidas desde funcionarios gubernamentales de alto nivel, incluyendo probablemente al propio presidente."
Fox News ponía nombre inmediatamente a una empresa israelí implicada: Amdocs, Ltd., que supuestamente tenía grabaciones (aunque no los contenidos) de virtualmente toda llamada telefónica realizada en Estados Unidos.
En junio de 2001, un grupo de estudio del Ministerio de Justicia difundía un borrador de 61 páginas observando un patrón de actividades por parte de israelíes en Estados Unidos y planteaba la posibilidad de que formaran parte de una operación de recogida de información -- probablemente una banda de tráfico de drogas.
A mediados de diciembre de 2001, Fox News ponía nombre a una segunda compañía telefónica israelí (Comverse Infosys, la cual decía tenía acceso a todas las grabaciones realizadas por las fuerzas del orden de los Estados Unidos), añadiendo a continuación una acusación explosiva: Israel tiene su propia operación de espionaje contra grupos militantes islámicos en Estados Unidos y "podría haber recogido información de Inteligencia acerca de los ataques [del 11 de Septiembre] con antelación, y no haberla compartido."
En esto, Fox News estaba dando difusión a una temática muy desgastada. Por ejemplo, en un trabajo de denuncia de 1999 a la Mossad, En virtud del engaño, Victor Ostrovsky afirmaba que agentes israelíes supieron con antelación del atentado con camión bomba que mató a 241 Marines estadounidenses en 1983 pero no avisaron a sus homólogos estadounidenses.
Un boletín radicado en París, Intelligence Online, informaba a finales de febrero de que el Ministerio de Justicia estadounidense habría neutralizado "una gigantesca red de agentes israelíes de Inteligencia" deteniendo o expulsando a 120 israelíes.
Finalmente, Le Monde (que en la actualidad se encuentra negociando la compra de Intelligence Online) remataba el proceso difundiendo al mundo la fantasía de Intelligence Online.
Todo esto importa, porque las teorías conspiratorias son más fáciles de refutar que de enterrar. Rondan los márgenes del espectro político, envenenando el debate. Una pena pues lo de estos medios de información que contribuyeron a esta peligrosa mentira.