¿Por qué, transcurridas apenas dos semanas de un mandato de 209, un nuevo Presidente estadounidense diserta acerca de una materia tan esotérica como Oriente Medio y el Islam? En el caso de Barack Obama, se debe a:
(1) Un historial contradictorio: su ascendencia rebosa de radicales anti-sionistas extremos tales como Ali Abunimah, Rashid Khalidi o Edward Said, de islamistas de Nation of Islam y del régimen de Saddam Hussein; pero desde que saliera elegido ha realizado nombramientos de centroizquierda sobre todo y sus declaraciones se asemejan a las de sus predecesores en el Despacho Oval.
(2) El desproporcionado papel de Oriente Medio y el Islam: su primera quincena en el cargo fue testigo de un discurso de investidura que los mencionaba de manera destacada, una primera llamada telefónica a Mahmoud Abbás, de la Autoridad Palestina, el nombramiento de dos enviados de alto nivel, y la primera entrevista concedida al canal de televisión Al-Arabiya.
¿Qué conclusiones sacar de este follón?
Afganistán e Irak: sin sorpresas -- más énfasis en el primero y menos en el segundo ("se me va a ver seguir adelante con la reducción de las tropas en Irak").
Irán: disposición a hablar con el régimen iraní mezclada con una tenue reafirmación de la inaceptabilidad de las acciones de Teherán ("Irán ha actuado de formas... que no conducen a la paz y la prosperidad").
Conflicto del árabe israelí: una mezcla extraña: sí, declaraciones acerca de los imperativos de la seguridad de Israel y ninguna condena a su guerra contra Hamás. Pero también efusivas alabanzas al "Plan Abdalah," una iniciativa de 2002 en la que los árabes aceptan la existencia de Israel a cambio de que Israel vuelva a las fronteras de junio de 1967, un plan que se diferencia de las demás iniciativas diplomáticas por sus muchos cabos sueltos y su total dependencia de la buena fe árabe. Las elecciones israelíes del 10 de febrero es probable que lleven al poder a un gobierno no favorablemente inclinado a este plan, pronosticando delicadas relaciones americano-israelíes por delante.
Guerra contra el terror: un analista anunciaba que Obama "va a poner fin a la guerra contra el terror," pero esto son especulaciones. Sí, a primera hora del 22 de enero, Obama se refería a "la lucha en marcha contra la violencia y el terrorismo," lo cual evitaba mencionar "la guerra contra el terror," pero más tarde ese mismo día se refería precisamente a "la guerra contra el terror." Teniendo en cuenta las muchas formas torpes en que George W. Bush se refirió a este asunto, incluyendo "la gran guerra contra el extremismo que ahora se desarrolla por todo Medio Oriente," la inconsistencia de Obama hasta la fecha sugiere continuidad con Bush más que cambio.
Diálogo con el mundo musulmán: la referencia de Obama de querer volver a "el mismo respeto y colaboración que tenía América con el mundo musulmán hace apenas 20 ó 30 años" manipula la historia, ignorando que 1989 fue un mal año en las relaciones norteamericano-musulmanas y que 1979 fue el peor. (Sólo en noviembre de 1979, Khomeini derrocaba al shah de Irán y a continuación secuestraba la embajada estadounidense en Teherán, mientras la insurgencia islamista en La Meca movilizaba una oleada de ataques contra las misiones diplomáticas norteamericanas en ocho países de mayoría musulmana.)
Democracia: remontarse a los buenos tiempos de "hace 20 ó 30 años" sí tiene una connotación real, no obstante, como precisa Fouad Ajami. Esta formulación señala "el retorno al oportunismo flagrante y lo de siempre" en las relaciones con el mundo musulmán. La "agenda de libertad" de Bush lleva tres años aparcada; ahora, con Obama, los tiranos pueden respirar con mayor facilidad.
Finalmente está el asunto de las conexiones personales de Obama con el islam. Durante la campaña, denunció el debate de sus relaciones con el islam como "sembrar el miedo," y aquellos que mencionaban esta materia eran difamados. Él desalentaba con tanta firmeza el uso de su segundo nombre, Hussein, que John McCain se disculpó cuando un acalorado orador en un acto de campaña se atrevió a pronunciar "Barack Hussein Obama." Tras las elecciones, las normas han cambiado dramáticamente, con el juramento prestado con el nombre de "Barack Hussein Obama" y el nuevo presidente colaborando, "tengo miembros musulmanes en mi familia, he vivido en países musulmanes."
Ya es bastante malo que las relaciones familiares con el islam percibidas como una desventaja en campaña sean de pronto explotadas una vez ocupado el cargo para ganar la simpatía musulmana. Como observa Diana West, es peor que "desde Napoleón, no ha habido un líder de una superpotencia occidental que haya realizado una jugada política tan desenfadada hacia los habitantes del mundo musulmán."
Resumiendo, mientras que la retirada de Obama del terreno de la democratización supone una desgracia y un importante cambio de política, su tono de disculpa y aparente cambio de atención vaticina un cambio aún más fundamental y un rumbo problemático.