De una forma llamativamente simétrica, George W. Bush y Osama bin Laden declararon la guerra más o menos simultáneamente el domingo, sin que supuestamente ninguno de los dos supiera lo que dijo el otro.
En cierto sentido evidente los anuncios no podrían ser más diferentes. El presidente estadounidense impecablemente afeitado se sentaba de traje y corbata en la elegancia de la Casa Blanca, sin un arma de fuego a la vista. El barbudo líder de al-Qaida aparecía sentado en lo que parecía ser una cueva, con turbante, y un arma al lado. El presidente habló con calma y generosamente; el líder terrorista se pronuncio de forma furibunda y vengativa.
Discreparon en la sustancia, por supuesto. A los individuos a los que menosprecia Bush como "terroristas", bin Laden los elogia como "musulmanes de vanguardia." Asimismo, "los bárbaros criminales estadounidenses que profanan una gran religión al cometer un crimen en su nombre" son para el saudí un elenco sagrado, "el grupo que recurrió a Alá." Lo que Bush describe como una campaña justa "contra el terrorismo", despierta las burlas de bin Laden como "falsedades."
También difieren en cuanto a cómo se produce esta guerra. Bush se refiere al "terror repentino" que descendió sobre Estados Unidos tan sólo 27 días antes. En contraste, Bin Laden lo ve como resultado de más de 80 años de "humillación y vergüenza" a manos de los americanos, a través de las cuales los hijos del mundo musulmán han sido asesinados y sus valores sagrados profanados.
Pero en muchos otros sentidos, los dos discursos se parecen sorprendentemente. Ambos son vivos y cortos (menos de mil palabras). Ambos invocan a Dios (Bush sólo una vez, Bin Laden 10 veces). Curiosamente, el Islam es la única religión que mencionan los dos en algún momento (Bush se refiere a ella en una única ocasión, Bin Laden cuatro veces), y ambos lo hacen para alabarla.
Los dos líderes insisten por separado en el hecho de que el gobierno estadounidense ha logrado encontrar un amplio apoyo entre los gobiernos musulmanes, reconociendo tácitamente la importancia de los sucesos acaecidos. Bush alude a ello con orgullo, sacando como conclusión que los ataques militares estadounidenses en Afganistán "cuentan con el apoyo de la voluntad colectiva del mundo". Por el contrario, Bin Laden manifiesta gran enojo por la "traición," dedicando una gran parte de su discurso a los "hipócritas" que gobiernan los países musulmanes, a los que acusa de "jugar con la sangre, el honor y la santidad de los musulmanes." Llega a declararlos apóstatas y les excomulga de la fe islámica.
Cada uno divide al mundo en forma binaria en dos bandos, negando la posibilidad de neutralidad. Para Bush, "cada nación tiene que tomar una decisión" - luchar contra el terrorismo o ser parte del problema. Para Bin Laden, hay dos bandos", el bando de los fieles y el bando de los infieles", y cada persona tiene que tomar una decisión. (Para Bin Laden, vale la pena señalar, los "fieles" no incluyen a todos los musulmanes, sólo a aquellos de acuerdo con su punto de vista.) Ambos se refieren a los pueblos oprimidos, pero a diferentes. Bush apunta a los habitantes de Afganistán, sufriendo bajo el régimen talibán. Bin Laden se centra más en los de Irak, de cuya situación culpa enteramente a Bush, la "cabeza de los infieles internacionales."
Estas dos declaraciones de guerra transmiten con precisión la enorme brecha moral y perspectiva que existe entre las partes. Note el contraste entre el terror repentino de 27 días antes y 80 años de humillación; el contraste entre la sensación norteamericana de inocencia sorprendida y el sentimiento melancólico de traición y trauma del militante islámico no podría ser más claro. Los estadounidenses se ven ocupándose de sus asuntos, acudiendo a trabajar o en un avión, y de repente ser atacados bárbaramente. Los islamistas se ven bajo el yugo occidental durante generaciones, y consideran el ataque del 11 de septiembre como un paso importante en su propia defensa.
Por último, las declaraciones apuntan al hecho de que esta guerra no es un choque de civilizaciones, sino un choque entre civilización y barbarie. George W. Bush promete llevar alimentos, medicinas y suministros a los "hambrientos y sufrientes" pueblos afganos, pero Osama bin Laden se deleita con desdén de que "América se ha llenado de horror de norte a sur y de este a oeste." La estrategia para librar esta guerra va a ser nueva, pero Bin Laden se parece a enemigos estadounidenses previos como Adolf Hitler o Saddam Hussein en que representa un mal tan absoluto como el que se puede encontrar entre los seres humanos.