En su exhaustivo y bien redactado ensayo "La religión no es el enemigo" (National Review Online, 19 de octubre de 2001), David F. Forte defiende la importante idea de que los extremistas como Osama bin Laden "no representan al islam histórico ni al islam de referencia" sino que propagan "una ideología política" comparable al Leninismo. De manera muy sensata, insta a formular una política estadounidense que evite reforzar esta trasnochada idea.
El profesor Forte me citaba directamente como analista que discrepa de sus opiniones, de manera que me siento invitado, por no decir obligado, a responder a su argumentación.
En los puntos básicos no discrepamos: lo que propaga Osama bin Laden es algo totalmente distinto que difiere acusadamente del islam tradicional, y los estadounidenses quieren ver que esa ideología pierde fieles. Discrepamos en un terreno importante: el profesor Forte entiende el islam fundamentalista como perteneciente a los parámetros del islam histórico. Argumenta que "tenemos que ser conscientes de la distinción moral entre ramas como los wahabíes y los grupos terroristas como al Qaeda o la Jihad Islámica." Esta distinción moral tiene pues una implicación práctica: "Lo que tenemos que hacer, a cualquier precio, es evitar que el llamamiento a las armas de bin Laden se traduzca en que los fundamentalistas islámicos se incorporen a sus filas y a su batalla política."
El profesor Forte traza el límite de manera distinta. Mientras que el profesor Forte entiende el problema como un reducido grupo de terroristas activos en Al Qaeda, yo entiendo que el movimiento fundamentalista entero constituye el problema. Sostengo que los fundamentalistas islámicos que están fuera del islam histórico se encuentran ya entre las filas de bin Laden.
Para mí, cualquier fundamentalista musulmán, sin importar lo pacífico que sea su comportamiento, es parte de un movimiento criminal y por tanto, en algún sentido, un soldado de a pie en la guerra que bin Laden ha iniciado contra la civilización. Él menciona con aprobación a los wahabíes pero yo dudo del motivo. En los años 20, el movimiento wahabí se dividió y los elementos menos extremistas en algún sentido de este movimiento derrotaron a la rama aún más radical. El régimen Talibán es una aproximación a grandes rasgos de lo que el grupo más radical habría creado en Arabia Saudí. Sus recursos económicos y su apoyo proceden en buena parte de Arabia Saudí. En otras palabras, existe un vínculo directo entre Osama bin Laden y los wahabíes.
Por este motivo, he escrito acerca de los fundamentalistas "Muchos de ellos tienen apariencia pacífica, pero todos deben ser considerados asesinos en potencia." A modo de comparación, diría precisamente lo mismo de los Leninistas o de los Nazis; al margen de lo pacíficamente que se desenvuelvan en su vida cotidiana, el hecho de que recurran a medios bárbaros les convierte también en bárbaros y deben ser tratados como tales.
Tristemente, debo decir que los simpatizantes de Osama bin Laden son legión. Una cuarta parte entera de la población de Pakistán y la Autoridad Palestina (según concluyen estudios estadísticos, de encuestas diferentes realizadas por organizaciones estadounidenses) consideran los ataques del 11 de Septiembre aceptables dentro de las leyes del islam. Para mí, esto sugiere que una parte muy sustancial de la opinión pública musulmana está ya de parte de Osama bin Laden; aún más, que virtualmente el abanico entero de opinión islámica fundamentalista conviene con sus objetivos y sus métodos.
Esta diferencia entre las opiniones del profesor Forte y las mías tiene implicaciones políticas inmensas. Él puede aconsejar sin ningún problema a Washington que trabaje con la gran mayoría de musulmanes para aislar a un reducido colectivo de ideólogos violentos. Yo digo a los legisladores que el problema tristemente no es el minúsculo elemento que él señala sino el elemento fundamentalista mucho más grande, que estimo entre el 10 y el 15 por ciento de la opinión pública musulmana. El profesor Forte no lo dice explícitamente, pero su argumento sugiere que el gobierno estadounidense puede cooperar con regímenes como el de Irán o el de Arabia Saudí en un esfuerzo por aislar a los Talibanes. Yo los entiendo todos como distintas facetas del mismo problema.
Me gustaría poder suscribir la conclusión optimista del profesor Forte de que "Al reconocer el mal de bin Laden por lo que es, los estadounidenses pueden iniciar un proceso de diálogo con las grandes poblaciones del mundo musulmán." En lugar de eso, yo tengo que ofrecer una formulación más pesimista: "Al reconocer el amplio respaldo a bin Laden por lo que es, los estadounidenses tienen que iniciar un proceso de confrontación con entre el 10 y el 15 por ciento de las enormes poblaciones del mundo musulmán."