De manera casi desapercibida, Binyamin Netanyahu arrancó una victoria importante la pasada semana cuando Barack Obama se retractó de una de sus iniciativas políticas insignia. Este cambio de actitud sugiere que las relaciones entre Estados Unidos e Israel ya no se dirigen hacia el fatal desenlace que me venía temiendo.
Barack Obama oficia de maestro de ceremonias entre Binyamin Netanyahu, primer ministro de Israel (izquierda) y Mahmoud Abbás, líder de la Autoridad Palestina. |
La Secretario de Estado Hillary Clinton presentaba la iniciativa el 27 de mayo, anunciando que el presidente de los Estados Unidos "quiere ver una congelación de los asentamientos -- no de algunos asentamientos, no de los puestos avanzados, sin excepciones por crecimiento natural," añadiendo para dar énfasis, "Y pretendemos insistir en ese punto." El 4 de junio, intervenía Obama: "Los Estados Unidos no aceptan la legitimidad del constante asentamiento israelí.... Es hora de que estos asentamientos se detengan." Un día más tarde, reiteraba que "los asentamientos son un obstáculo para la paz." El 17 de junio, Clinton repetía: "Queremos ver un fin a los asentamientos". Y así sucesivamente, a un ritmo implacable.
Centrarse en los asentamientos tuvo el efecto involuntario pero previsible de atascar inmediatamente el progreso diplomático. Un Mahmoud Abbás al frente de la Autoridad Palestina encantado de la vida respondía a las demandas estadounidenses a Israel cruzándose de brazos y anunciando que "Los estadounidenses son los líderes del mundo.... Voy a esperar a que Israel congele los asentamientos." No importa que Abbás hubiera negociado personalmente con seis primeros ministros israelíes desde el año 1992, sin ninguna oferta de detener la construcción de asentamientos en ninguna de las ocasiones: ¿por qué iba él ahora a pedir menos que Obama?
En Israel, la imposición de Obama despertaba un giro popular masivo en su contra y a favor de Netanyahu. Además, la oferta de Netanyahu de imponer como mucho limitaciones temporales al crecimiento de los asentamientos en Cisjordania provocaba una rebelión dentro de su Partido Likud, encabezada por el aspirante Danny Danon.
Póster que muestra a Barak Obama con el pañuelo árabe, aparecido en el centro de Jerusalén el 14 de junio de 2009. |
Esas diez palabras de sucinto elogio a las concesiones mínimas de Netanyahu tienen consecuencias importantes:
- Los asentamientos ya no dominan las relaciones entre Israel y Estados Unidos, sino que han vuelto de nuevo a su papel irritante pero secundario habitual.
- Abbás, que sigue insistiendo en una congelación de asentamientos como si no hubiera pasado nada, de pronto pasa a ser el tercero en discordia.
- La facción de centro-izquierda de la administración Obama (que aboga por trabajar con Jerusalén), como observa mi colega Steven J. Rosen, ha derrotado a la facción de extrema izquierda (que quiere presionar al estado judío).
Irónicamente, los partidarios de Obama en general han reconocido su fracaso, mientras que los críticos han tendido a pasarlo por alto. Un editorial en el Washington Post se refería a los "errores de cálculo" de la administración Obama y Jonathan Freedland, columnista del Guardian, observaba que "los amigos de Obama están preocupados porque haya podido perder imagen en una región en donde la imagen importa."
En contraste, los críticos de Obama se centraron en su anuncio, apenas un día después de la falsa cumbre, de que "América no acepta la legitimidad del constante asentamiento israelí" -- una reiteración abstracta de la veterana política que en ningún sentido impide la concesión en los asentamientos. A algunos de los que más admiro no les pasó desapercibida la buena noticia: John Bolton, ex embajador estadounidense ante Naciones Unidas, afirmaba que Obama "pone a Israel en la cuerda floja," al tiempo que los críticos dentro del Partido Likud acusaban a Netanyahu de "celebrar prematuramente" un cambio de política estadounidense. No es así. La fortuna política siempre puede cambiar, por supuesto, pero la capitulación de la semana pasada a la realidad tiene todos los rasgos de una corrección duradera de rumbo.
He expresado repetidamente profundos temores en lo referente a la política de Obama hacia Israel, de manera que cuando aparecen buenas noticias (y ésta es la segunda vez últimamente), merecen reconocimiento y celebración. Me descubro ante Bibi - que tenga más éxitos a la hora de encarrilar la política estadounidense en la dirección correcta.
Siguiente punto de la agenda: El asunto central en Oriente Medio de nuestro tiempo, las aspiraciones nucleares de Irán.