Puede usted pensar que conoce lo sucedido el 3 de enero, cuando la marina israelí se apoderó del Karine A, un buque de carga que transportaba 50 toneladas de misiles Katyusha, misiles antitanque, morteros, minas, explosivos y fusiles de francotirador, de contrabando.
Puede usted pensar que el capitán del barco admitió en televisión que es un empleado Autoridad Palestina (AP) que sigue órdenes militares, enviado a la costa iraní para cargar las armas en su buque. Puede usted creer que se dirigía a las costas de Gaza para soltar el armamento en cajas estancas que fueran pescadas por un reducido grupo de pesqueros palestinos.
Si usted cree esto, no es el único. "Inequívocas" era como el jefe de gabinete de Israel llamaba a las pruebas de esta operación de contrabando de la Autoridad Palestina. Condolizza Rice, responsable de la seguridad nacional estadounidense, decía que el gobierno "tiene sospechas fundadas" de que el rais de la Autoridad Palestina Yasser Arafat es personalmente conocedor del cargamento. Y Arafat, al tiempo que niega su culpabilidad personal, reconoce que sus funcionarios estaban implicados en la trama.
Pero los medios de Oriente Medio tienen otras ideas. "La noticia del cargamento de armas no es sino una invención de Israel," anuncia el editor en jefe del rotativo gubernamental egipcio, Al-Ajbar.
Los medios saudíes convienen en que el episodio fue un timo, mientras Arab News lo denomina "una elaborada trampa" y Ar-Riyadh afirma que "era necesario inventar la mentira del buque" para implicar a otros países árabes y musulmanes como patrocinadores del terrorismo. El Ash-Sharq de Qatar lo interpretaba como "el pretexto israelí de una mayor opresión y terrorismo contra los palestinos" y una noticia que "ninguna persona cuerda puede creer."
En otras palabras, los medios de Oriente Medio toman parte de una negación de la realidad abierta, flagrante e independiente de los hechos.
Esto encaja en un importante y bastante asentado patrón. La grabación casera que muestra a Osama bin Laden sonriendo mientras describe la devastación del World Trade Center pareció una falsificación a los ojos de muchos musulmanes. "Creo que esta grabación está falsificada... no creo que esta cinta sea auténtica," anunciaba Mohamed Salih, un referente religioso saudí. La dirección del Frente de Acción Islámica de Jordania, 'Abd al-Latif 'Arabiyat, convenía: "¿En serio piensan los estadounidenses que el mundo es tan estúpido para pensar que esta cinta sería creída como prueba?"
Hani Siba'i, de la Jihad Islámica Egipcia, acusaba al Pentágono de utilizar tecnologías para simular la risa de bin Laden. "Es una falsificación," decía en Al-Yazira. "Los americanos la inventaron." Mohamed Rizieq, del fundamentalista Frente de los Defensores de Indonesia, consideraba la cinta "propaganda estadounidense para encubrir sus crímenes de guerra en Afganistán."
Por supuesto, el mundo musulmán también negó cualquier responsabilidad en la autoría de los atentados del 11 de Septiembre: El General Hamid Gul, antiguo jefe de la Inteligencia paquistaní, declaraba a agentes israelíes y norteamericanos "los evidentes culpables... esto fue claramente un trabajo interno." El padre de Mohamed Atta, presunto líder de los atentados del 11S, se negaba tajante a reconocer la complicidad de su hijo, llamando a las pruebas "una farsa... una invención, una fabricación."
Tal negación voluntarista no es nueva. Apenas el año pasado, el Ministro iraquí de Defensa, el Teniente General Sultán Hashim Ahmed, anunciaba que puesto que el gobierno estadounidense no había logrado sus objetivos en la guerra de Kuwait de 1991, había "perdido la guerra," una opinión compartida por muchos en la región.
De igual manera, el gobierno egipcio declaró la victoria sobre Israel en la Guerra de octubre de 1973 -- y hasta construyó un museo dedicado a esta fantasía. Un diplomático egipcio reconoce que "Nunca tuve noticias de que hubiéramos perdido la guerra hasta que cumplí los 26." Como sugieren estas experiencias, hay mentiras que se repiten con tanta frecuencia que tienen un público amplio.
Este patrón de evitar los datos desagradables ofrece una muestra de los problemas de la sociedad musulmana. Convertir la derrota en victoria, las pruebas en falsificaciones, y el terrorismo en "un trabajo interno" genera un mundo alternativo más hospitalario.
Pero esta negación evita los problemas en lugar de abordarlos. No reconocer quién perpetró las atrocidades del 11 de Septiembre, por ejemplo, implica ignorar sus muchas causas, desde un plan de estudios radicalizado al uso de las "organizaciones de caridad" islámicas para lavar dinero.
Parte de la guerra estadounidense contra el terrorismo, por tanto, tiene que consistir en trabajar con los gobiernos musulmanes y presionarles para que afronten la realidad. Esto no será fácil, pero mientras permanezcan en un estado de negación, se ponen todos los medios para que sucedan desastres nuevos.