Por utilizar un término informático, si el ayatolá Jomeini, Osama bin Laden y Nidal Hasán representan la versión 1.0 del islamismo, Recep Tayyip Erdoğan (el primer ministro de Turquía), Tariq Ramadán (el intelectual suizo) o Keith Ellison (un congresista estadounidense) representan la versión 2.0 del islamismo. La primera versión se cobra más vidas, pero la segunda supone una mayor amenaza para la civilización occidental.
Hussam Ayloush (izquierda) recibe al congresista Keith Ellison (D-Minn) en un acto de CAIR celebrado en noviembre de 2007. |
Sin embargo, un examen minucioso de las tres últimas décadas, desde que el islamismo se convirtiera en una fuerza política de importancia, concluye que la violencia por sí sola pocas veces funciona. Los supervivientes de actos de terrorismo pocas veces capitulan al islam radical -- no lo hicieron después del asesinato de Anwar el-Sadat en Egipto en 1981, ni tras los ataques del 11 de Septiembre, los atentados de Bali en 2002, los atentados de Madrid de 2004, el atentado de Ammán en 2005, o las campañas terroristas desencadenadas en Israel, Irak, Afganistán o Pakistán. El terrorismo provoca secuelas físicas y mata e intimida pero pocas veces derroca al orden existente. Imagine que los islamistas hubieran provocado una devastación del tipo del huracán Katrina o del tsunami de 2004 -- ¿qué es lo que habrían logrado a largo plazo?
La violencia no terrorista encaminada a imponer la shari'a tampoco obtiene resultados mucho mejores. La revolución (entendida como una revuelta social extendida) condujo a los islamistas al poder en un único lugar y en un momento exacto -- en Irán en 1978-79. De igual manera, el golpe de estado (un golpe militar) les ha conducido al poder en una única ocasión -- en Sudán en 1989. Lo mismo sucede con la guerra civil -- Afganistán en 1996.
Si la violencia de la versión 1.0 del islamismo pocas veces tiene éxito a la hora de impulsar la ley islámica, la estrategia de la versión 2.0 de trabajar desde el interior del sistema sale mucho mejor parada. Los islamistas, expertos en ganarse a la opinión pública, representan la principal fuerza de oposición en países de mayoría musulmana como Marruecos, Egipto, el Líbano o Kuwait. Los islamistas han disfrutado de éxitos electorales en Argelia en 1992, Bangladesh en 2001, Turquía en 2002 e Irak en 2005.
Una vez en el poder, pueden acercar el país a la shari'a. Mientras Mahmoud Ahmadinejad confronta la ira de los manifestantes callejeros iraníes y bin Laden se esconde en una cueva, Erdoğan rebosa popularidad, remodela de manera fundamental la República de Turquía y ofrece un modelo esperanzador a los islamistas de todo el mundo.
Sayyid Imam al-Sharif, el teórico egipcio de Al-Qaeda, cambió su enfoque y ahora suscribe el islamismo legalista. |
En una obra reciente condenaba el uso de la fuerza contra los musulmanes ("Cada gota de sangre que fue o está siendo derramada en Afganistán o Irak es culpa de bin Laden y Zawahiri y sus seguidores") y hasta contra los no musulmanes (el 11 de Septiembre fue contraproductivo porque "¿qué avance supone el que si destruyes uno de los edificios de tu enemigo, él destruye uno de tus países? "¿Qué avance supone el que si matas a uno de los suyos, él mata a miles de los tuyos?").
La evolución de Sharif de líder espiritual del terrorismo a defensor de la transformación legal plasma un cambio mucho más extendido; por esta razón, como observa el autor Lawrence Wright, su deserción plantea "una tremenda amenaza" para Al-Qaeda. Otras organizaciones islamistas antes violentas de Argelia, Egipto o Siria han reconocido las posibilidades del islamismo legalista y renunciado en gran medida a la violencia. También es posible ver un cambio paralelo que se desarrolla dentro de los países musulmanes; Ramadán y Ellison representan una tendencia emergente.
(Lo que podría llamarse la versión 1.5 del islamismo -- una mezcla de medios violentos y progresivos, un maridaje entre los enfoques interno y externo -- también funciona. Ello consiste en que los islamistas legalistas ablandan al enemigo, y los elementos violentos se hacen a continuación con el poder. La toma de Gaza por parte de Hamás ilustra que tal combinación puede funcionar: ganadas las elecciones en 2006, a continuación se escenifica una insurrección violenta en 2007. Probablemente haya en marcha un proceso parecido en Pakistán El Reino Unido podría estar sufriendo el proceso contrario, en el que la violencia engendra cierto aperturismo político.)
En conclusión, tan sólo los islamistas, ni los fascistas ni los comunistas, han ido más allá del uso de la fuerza bruta para obtener el apoyo de la opinión pública y desarrollar su versión 2.0. Dado que esta faceta del islamismo socava los valores tradicionales y destruye las libertades, podría amenazar la vida civilizada aún más que la brutalidad de la versión islamista 1.0.