El gabinete aprobó por unanimidad retirar en julio todos los efectivos de las IDF del sur del Líbano, donde han estado destacadas durante dos décadas. El contraste entre la reacción israelí y las reacciones árabes a este movimiento es revelador.
En Israel, esta votación fue vista como una demostración de fuerza y un desafío a los enemigos del país. El Ministro de Exteriores David Levy declaró que la retirada debilitaría la posición de Siria; el Ministro de Interior Shlomo Ben-Ami declaró que Assad está muy estresado a causa de la decisión de Israel de retirarse del Líbano.
Precisamente ayer, Dan Margalit escribía acerca de la amenaza de una retirada unilateral y sugería que tal vez el espectáculo de tanques de Israel volviendo a Metula tendrá efecto y hará que Siria vuelva a la mesa de negociaciones.
En el Líbano, Hezbolá celebraba a gritos la noticia de la votación del gabinete. Asimismo, en Siria, el hijo del presidente llamaba a esto una derrota israelí, la primera desde la creación del estado. El ministro de defensa sirio señalaba que equivale a una victoria de la resistencia libanesa.
¿Qué parte está en lo cierto?
Los árabes. El sentido común dicta que un ejército que se retira ha perdido y sus opositores han ganado. Los Nazis ganaron cuando las tropas británicas huyeron de Dunkerque. Vietnam del Norte ganó cuando las tropas estadounidenses huyeron de Saigón. Los afganos ganaron cuando los soviéticos abandonaron Kabul. Los Aliados ganaron cuando las tropas iraquíes huyeron de Kuwait.
Asimismo, Siria gana cuando Israel se retira del sur del Líbano. Obviamente es una victoria para Hafez Assad y sus aliados libaneses. La retirada significa que ya no se enfrenta a un rival por la influencia sobre el Líbano. También ha roto el sueño de sus súbditos libaneses de que Israel les salve del control de Damasco. Ha demostrado a los aliados árabes de Israel la facilidad con la que Israel abandona su causa. Y tendrá un impacto directo sobre las ciudades del Norte, que ya no estarán protegidas por la zona de seguridad del Líbano meridional.
Los israelíes no tienden a ver estos hechos.
Se han convencido de que su retirada plantea peligros para el régimen de Assad. Como explica Barry Rubin, de la Universidad Bar-Ilan, "La ironía es que una retirada unilateral es una derrota para Siria y una victoria para Israel, aunque a primera vista parezca lo contrario". Esta visión errónea se basa en la idea de que llevar atrás la frontera priva a Hizbulá de una excusa para atacar a los israelíes. En consecuencia, esto pondrá fin a las hostilidades a lo largo de la frontera. y eliminará la principal excusa de Damasco para que Israel salga de los Altos del Golán.
Pero esta encantadora fe en el respeto de Hizbulá a las fronteras internacionales ignora la intención de las organizaciones tantas veces repetida de llevar el conflicto a suelo israelí. Significativamente, su líder exigía recientemente la devolución de siete asentamientos judíos en Galilea situados en terreno de municipios palestinos. Hezbolá también ha proclamado su intención de liberar Jerusalén para el Islam.
Tampoco se trata sólo de palabras: el director del Servicio de Seguridad General ha anunciado que Teherán ha ordenado a Hezbolá preparar una infraestructura de terrorismo dentro de Israel.
Más allá de eso, el gobierno libanés ha puesto sobre aviso a Israel de que planea desplegar a sus palestinos en su contra. En breve podemos esperar armas, cohetes y terroristas poniendo sus miras en las aldeas del norte ahora expuestas.
El consenso israelí que considera la retirada como fuerza encaja en un patrón desafortunado pero venerable de autoengaño propio de Oriente Medio. En 1973, por ejemplo, los árabes lograron convencerse de que una guerra casi desastrosa con Israel en realidad era una victoria. A día de hoy, la fecha del 6 de octubre es fiesta en Egipto y Siria.
En un acto similar de imaginación, Hamás dice que Israel "ha olvidado que nuestro pueblo lo derrotó en cada una de sus batallas".
Aún más espectacularmente, Saddam Hussein anuncia su aplastante derrota a manos de los aliados en 1991 como un triunfo monumental. En los últimos días de la guerra, Radio Bagdad decía a las fuerzas iraquíes "Habéis triunfado sobre todas las cabezas del mal juntas".
Parece que la orientalización de Israel ha ido tan lejos que también se convence de que la derrota es victoria. Esto no augura nada bueno para el país mientras trata de hacer frente a sus problemas reales.