Algunos especialistas sostienen que las diferencias ideológicas del pasado son historia y que los principales conflictos de futuro se darán entre civilizaciones, occidental, asiática, islámica. No estoy de acuerdo: las diferencias ideológicas siguen vigentes y la cuestión clave no es cómo o de quién nace una, sino más bien las creencias de uno. Mientras que muchas personas en China, por ejemplo, o en Irán o en los Estados Unidos ven el mundo de la misma forma, hay otros en esos mismos países que discrepan de manera fundamental con las opiniones liberales. Especialmente dentro del Islam, existen pocas diferencias entre los musulmanes y nosotros en lo referente a como hemos nacido, pero existen bastantes diferencias claras entre musulmanes en lo referente a opiniones enfrentadas del mundo.
Los casi 1.000 millones de personas que habitan el mundo musulmán no son monolíticas en el idioma, la práctica islámica o la política y constituiría un error ver a todos los musulmanes como enemigos. Muchos musulmanes consideran que el atentado del World Trade Center en Nueva York fue horrible, y debemos poner atención para no convertir en enemigos a estos aliados naturales. En Estados Unidos, los fundamentalistas, el jeque Abdel Rahmán, o en un sentido muy peculiar Louis Farrajan - los radicales - acaparan toda la atención. Mucha más atención y gestos deberían hacerse a los buenos ciudadanos musulmanes como Wallace Mohammed, en buen estadounidense que encabeza un colectivo mucho mayor que el de Louis Farrajan, pero que recibe mucha menos atención de la que merece. Farrajan y Abdel Rahmán no son los únicos musulmanes del país.
Los "revoltosos" fundamentalistas constituyen una proporción muy pequeña de la población en general, siendo minoría en Argelia, por ejemplo, donde matan a sus enemigos a miles. Pero, al igual que los marxistas-leninistas devotos (también un grupo pequeño), su formación ideológica, su organización y activismo generan un impacto muy superior al que cabría esperar por las cifras. Los fundamentalistas, en particular aquellos que han pasado tiempo en Afganistán (conocidos como afganos a pesar de que son árabes), dedicados a su causa, militarmente competentes y con devoción religiosa, sólo alcanzan los miles de adeptos en Argelia, Bosnia, Jordania y en otros lugares, pero tienen un impacto tremendo. Aunque relevantes, no obstante, no son tan numerosos y sería un grave error verlos como el grueso del mundo musulmán.
La fricción entre los musulmanes es evidente en la guerra entre el Norte y el Sur de Yemen o en la guerra civil de Argelia. Los musulmanes combaten entre sí porque ven el mundo de forma diferente y quieren abordar los problemas globales de forma diferente. Los fundamentalistas aspiran a volver a como eran las cosas en los "viejos tiempos" de implantación sin paliativos de la ley islámica y, en circunstancias favorables, impulsan la cuestión. Los no fundamentalistas que discrepan, al margen de sus diferencias internas, consideran que los fundamentalistas se equivocan y que hay que resistirles.
El laicismo - anti-fundamentalismo -- tiene su mayor exponente en Turquía y, por tanto, Turquía jugará en última instancia un papel crucial a la hora de determinar si el fundamentalismo triunfa o fracasa. Desafortunadamente, la mayoría de los turcos no se dan cuenta de esto y se muestran pasivos ante los ataques lanzados desde Irán entre otros lugares. Deben despertar para ver el problema no sólo como cuestión fronteriza, económica o armamentística, sino como una ideología avanzada que amenaza con cambiar Turquía. Y una Turquía que ya no sea secular supondrá un golpe importante al laicismo en todo el mundo musulmán.
¿Quién está creando problemas? ¿Contra quién debemos responder con fuerza? Desde luego, contra los musulmanes en general no. Estados Unidos debe introducir todas las iniciativas políticas internacionales a estos efectos dejando claras dos ideas: en primer lugar, Estados Unidos tiene que manifestar su entendimiento de que el mundo musulmán no es monolítico y que Estados Unidos reconoce y respeta las muchas diferencias. En segundo lugar, Estados Unidos debería observar que el problema no es el Islam, sino el Islam fundamentalista, esa ideología utópica radical que atormenta a los musulmanes y nos amenaza a nosotros, y que es el problema que hay que abordar.
Debemos apoyar a nuestros amigos - y "amigos" se puede interpretar de manera literal como gente que son nuestros aliados en esta materia, aunque puede que no congenien personalmente con nosotros. Debemos respaldar a los estados y organizaciones con problemas de fundamentalismo interno: en Egipto o Argelia, por ejemplo, deberíamos decir que estos gobiernos, instituciones, organizaciones y personas están siendo perseguidas y atacadas. En lugar de apaciguar, debemos presionar a los grupos fundamentalistas y a los estados mediante la amenaza o el debate para dejar claro que vamos a combatir sus actividades agresivas. La financiación de la Agencia de Información de los Estados Unidos y la Agencia Internacional del Desarrollo debería sostener la vanguardia contra el fundamentalismo. Debemos ser duros y dejar claro que no vamos a ceder bajo presión y que sabemos quiénes son nuestros enemigos.