Muchos occidentales han especulado con la posibilidad de una confrontación en ciernes entre el islam y Occidente. Por ejemplo, Samuel Huntington escribía en un artículo reciente muy destacado que la interacción militar durante siglos entre estas civilizaciones podría volverse "más sostenida y más violenta" en el futuro. Pero un enfrentamiento entre civilizaciones no es verdaderamente probable, por la sencilla razón de que los musulmanes (y probablemente los occidentales) son demasiado diversos para actuar como bloque.
En cambio, los fuegos artificiales que se avecinan tendrán lugar más probablemente entre los propios musulmanes -- entre los deseosos de aceptar las costumbres occidentales y los que las rechazan de plano. Por una parte se encuentran aquellos musulmanes que confían en aprender de los extranjeros, abiertos a la democracia, y preparados para integrarse en el mundo; por la otra están los que tienen miedo, aspiran a tener una administración firme, y esperan apartarse del mundo. En una palabra, es una batalla entre musulmanes seculares y fundamentalistas. O, siendo más precisos, se reduce a una competencia entre dos de los grandes países de Oriente Medio, Turquía e Irán. Es probable que sea una lucha larga, acusada y difícil.
El problema es que los turcos aún no se dan cuenta de que están metidos en este enfrentamiento.
La amenaza fundamentalista
El islam adoptó un papel público nuevo en febrero de 1989, cuando el ayatolá Jomeini estableció la República Islámica de Irán. Nunca antes una administración había llegado al poder tan decidida a imponer su visión fundamentalista (traducida, sobre todo, en la intención de implantar la ley sagrada del islam, la sharia) en sus dominios y propagarla por el mundo musulmán.
Jomeini y sus socios alcanzaron un éxito considerable. Al imponer a los iraníes instituciones y costumbres radicalmente nuevas, en sólo 15 años lograron alterar el tejido básico de la vida cotidiana en Irán. He aquí un ejemplo pequeño pero ilustrativo: los mulás han prohibido las canciones tradicionales de boda, de forma que los matrimonios se celebran ahora con canciones como "Homenaje a los mártires", "Muerte a los detractores del jurista supremo" y otros monótonos lemas.
Los mulás también han tenido gran impacto fuera de Irán: sus aliados gobiernan ya en Sudán, y otros podrían alzarse con el poder en Tayikistán, Afganistán, el Líbano, Egipto y Argelia. Además, Teherán ha adquirido una influencia significativa en la evolución de los acontecimientos en Irak, Bahrein, los Emiratos Árabes Unidos, y Bosnia.
¿Cómo han logrado tanto los jomeinistas? No tanto por el dinero - la mala gestión y la guerra han dejado al país más pobre que en los tiempos del sha, con una ciudadanía descontenta que exige mejoras de su nivel de vida -- como por una muestra extraordinaria de voluntad. Esto cobra dos formas. En primer lugar, los mulás promueven la visión social del ayatolá Jomeini a través de una ambiciosa campaña mediática en Irak y el extranjero, y en muchos idiomas y muchos países, utilizando todas las vías desde las emisoras de onda corta a los libros de texto. Sus esfuerzos han asentado el jomeinismo como opción real por todo el mundo musulmán. En segundo lugar, intimidan a los que ofrecen alternativas al régimen jomeinista -- los musulmanes seculares, los profesores occidentales en Oriente Medio, los disidentes iraníes en el exilio - atacando y matando a algunos de sus líderes.
El silencio que cae ya sobre la vida intelectual musulmana da fe del éxito de su ofensiva bicéfala. Los fundamentalistas casi han destruido la Universidad Americana de Beirut. Salman Rushdie lleva cinco años haciendo vida de fugitivo, mientras sus editores en Japón, Italia y Noruega han salido heridos o han perdido la vida. Prominentes laicos egipcios han sido asaltados. Decenas de seculares en Argelia han perdido la vida dentro de una campaña sistemática de asesinatos. La censura de los musulmanes seculares se traduce en que la variante modernista del pensamiento desaparece en las culturas musulmanas en favor de las doctrinas oscurantistas. A medida que las ideas fundamentalistas se infiltran en los centros escolares, los menores dejan de tener acceso a una interpretación moderna. Los líderes políticos tienen miedo, los intelectuales mantienen la boca cerrada.
De continuar esta tendencia, las perspectivas de Oriente Próximo parecen lúgubres. Los ideólogos fundamentalistas se involucran en enfrentamientos entre sí. Los conflictos proliferan. La actividad comercial regional baja y la inversión extranjera se agota. Las cifras de refugiados crecen. Los fundamentalistas pueden convertir Oriente Próximo en la región más violenta del mundo así como la más pobre. Su éxito augura problemas también al mundo exterior, llevando probablemente a la proliferación de armas de destrucción masiva, renovada belicosidad contra Israel, más terrorismo contra los occidentales, mayores precios del crudo y nuevas oleadas de inmigrantes que llegan a las costas estadounidenses y europeas. Además, en calidad de la ideología antiamericana más contundente y viva en cualquier parte del mundo actual, el islam fundamentalista brinda el pegamento que liga a los enemigos de la libertad y la democracia
Que los fundamentalistas ganen o pierdan depende en última instancia no de los occidentales, sino de los musulmanes. Como defiende con acierto el periodista iraní exiliado Amir Taheri, la intimidación y los actos de terror perpetrados por musulmanes "han de ser enfrentados y combatidos, y deben ser derrotados eventualmente por las fuerzas de la vida en el mundo musulmán".
El modelo turco
Turquía ocupó un lugar especial en la visión fundamentalista del mundo, dado que se considera con acierto su principal enemigo. Esto refleja en parte la posición de la República de Turquía como gran historia de éxito del mundo musulmán. Ya hablemos de estabilidad política, crecimiento económico o logros culturales, no tiene parangón. Las libertades personales y los derechos humanos son mayores que en cualquier otro lugar. (Fíjese, al margen de lo desafortunado del destino de los kurdos en Turquía, están huyendo de Irak a Turquía y no al revés). Se puede criticar con validez tal o cual aspecto de Turquía, pero su desarrollo en el siglo XX representa la principal alternativa a la inestabilidad, la violencia y la represión que salen de tantos países musulmanes.
También en parte, Turquía amenaza a los musulmanes fundamentalistas porque tiene una filosofía de secularismo bien formulada y ampliamente aceptada. La doctrina kemalista del laicismo ha sido puesta a prueba en elecciones durante cuatro décadas y disfruta de apoyo demostrado entre la población turca. Ningún otro país musulmán tiene nada remotamente parecido. Esto se hace muy evidente cuando los políticos de Egipto, Túnez y Argelia combaten su violencia fundamentalista; carentes de ideas seculares con las que combatir a los fundamentalistas en el terreno ideológico, consideran a los visionarios delincuentes comunes. Este enfoque crudo siempre aliena a elementos sustanciales de la población.
Los fundamentalistas se sienten inseguros por fuerza mientras Turquía siga siendo una sociedad secular de gobierno democrático, mercado libre, libertades civiles y pertenezca a la OTAN. El modelo turco amenaza con socavar el experimento jomeinista tanto como el modelo occidental minó en última instancia el experimento soviético. Para que el fundamentalismo sobreviva, los mulás necesitan que la democracia en Turquía se extinga, el mercado se restrinja, las libertades civiles se limiten, se implante la ley islámica y el país abandone la OTAN -- una República Islámica de Turquía en la práctica.
Aunque no preparados aún para confrontar a Turquía frontalmente, los iraníes ya toman parte en un amplio abanico de acciones contra Ankara, que incluyen tanto el sabotaje interno como la agresión externa. Toman parte de actividades terroristas en suelo turco y aspiran a propagar su visión entre los turcos, aterrorizando a los que se resisten a su mensaje. Ellos (junto a elementos saudíes también) abastecen de apoyo clandestino activamente a los grupos -- como los Süleymancis o el Milli Görüş de Cemalettin Kaplan -- con los que comparten su visión de tumbar al gobierno y reemplazarlo con un orden jomeinista. En enero de 1993 asesinaron al prominente periodista anti-fundamentalista Uğur Mumcu; unos cuantos meses más tarde redujeron a escombros un hotel de Sivas en el que los intelectuales izquierdistas se hospedaban, matando a 40 por lo menos.
Si Turquía se erige como el mayor desafío a los musulmanes fundamentalistas de Irán, ellos a su vez plantean una de las amenazas más formidables a la seguridad de Turquía. Para evitar esta amenaza, los turcos tienen que recurrir a todo el abanico entero de medidas económicas, militares y diplomáticas. Pero la ideología es probablemente el arma más importante de todas, dado que (al igual que en el caso del enfrentamiento soviético-estadounidense) en última instancia los dos bandos ofrecen interpretaciones enfrentadas de la vida. Los turcos tendrán que emular a los mulás y diseminar sus propias ideas entre el mundo musulmán. Van a encontrar una audiencia receptiva, incluyendo a estudiantes ávidos de alternativas, políticos que se enfrentan a los fundamentalistas e intelectuales en busca de apoyo moral.
En el caso de los turcos, exportar ideas tiene varias implicaciones, pocas de ellas bien acogidas. Ello significa:
- Prestar más atención a Oriente Medio, una región en conflicto que los turcos han ignorado felizmente durante décadas y son generalmente reacios a implicarse ahora.
- Traducción de la obra kemalista al persa y al árabe, atenuando su faceta turca para hacerla más adecuada a un público no-turco, y añadiendo introducciones actualizadas para adaptarlas a la década de los 90.
- Ampliar las instituciones nacionales para difundir los ideales laicos del kemalismo al mundo exterior y subsidiarlos a lo grande. Las embajadas deben facilitar estos materiales disponibles, ya sea gratuitamente o a un coste mínimo. La radio debería emitirlos, las conferencias estudiarlos. Otras iniciativas (patrocinar a los escritores de perspectiva kemalista, crear festivales de cine), aumentarían aún más su impacto.
- Aceptar los sacrificios tanto en recursos como en sangre que implicará plantar cara a los fundamentalistas. Los fundamentalistas no respetan ninguna norma, de manera que sus detractores deberían prepararse para ser objeto de represalias virulentas. La reticencia turca a plantar cara a este movimiento radical es comprensible -- nadie quiere confrontar a fanáticos.
En calidad de único país que puede plantear una alternativa convincente a la visión fundamentalista, Turquía acarrea una pesada carga. Dicho esto, resistirse a los fundamentalistas no eleva los riesgos de Turquía: solamente los adelanta unos años. Los fundamentalistas tienen intención ya de eliminar la tradición kemalista y convertir Turquía en una República Islámica; plantarles cara no cambia su rumbo de acción, sino que precipita sus planes, puede que obligándoles a combatir a Turquía antes de estar preparados. Si los fundamentalistas no son confrontados ahora, se volverán aún más peligrosos en el futuro.
El gran punto fuerte de los fundamentalistas se encuentra en su energía y su determinación; su debilidad reside en lo desagradable de sus opiniones y lo irremediable de su enfoque. A fin de cuentas, están destinados a perder la guerra ideológica, pero (al igual que en el caso del marxismo-leninismo otra vez) el proceso llevará décadas y provocará graves daños.
Los turcos no parecen darse cuenta aún de lo que saben los mulás: que el islam fundamentalista prosperará o desaparecerá dependiendo de lo que hagan los turcos, y que Irán y Turquía están por tanto inmersos en un combate a muerte. ¿Despertarán a tiempo los turcos para mantener sus posiciones? Mucho depende del resultado.
El papel de Occidente
Entender el interés de Estados Unidos en la confrontación turco-iraní próxima significa captar la importancia de Turquía para nosotros, algo que a menudo se olvida. Aliada formal de nosotros y orgullosa de su faceta occidental, luchando por ser moderna, democrática y capitalista, Turquía es un modelo que esperamos emulen otros países musulmanes. El problema es que los estadounidenses tienden a no entender Turquía. Como país que no es ni totalmente europeo ni totalmente de Oriente Próximo, nos confunde. Como estado que no es particularmente dado a conflictos, atrae muy poca atención. Como el enemigo histórico de la cristiandad ("el actual terror del mundo" era como describía Richard Knolles el Imperio Otomano en su obra de 1604, Generall Historie of the Turkes), Turquía tiene mal fario, que sus actuales adversarios, griegos y armenios, hacen de todo por perpetuar. (En el ínterin, a propósito o no, están ayudando a los mulás).
Obviamente, Occidente sólo tiene un papel limitado en la confrontación entre Irán y Turquía, un drama principalmente musulmán. Aún así, tiene un papel que jugar. El gobierno estadounidense debería utilizar su peso moral, su fuerza militar, su fortaleza económica y su diplomacia para alentar a los turcos a mantenerse firmes. Washington puede presionar a la Unión Europea para que acepte a Turquía como miembro formal; indicar a Moscú lo seriamente que entiende las inquietudes de Ankara en los Balcanes, el Cáucaso y Asia Central; coordinar la política de Irak más estrechamente con los turcos; y por supuesto, hacer saber a los turcos, una y otra vez, que estamos con ellos en sus tribulaciones con Teherán.
Obviamente revierte nuestro interés hacer lo que podamos para garantizar que fundamentalistas musulmanes no desestabilizan Turquía. Pero más allá del interés, es también una responsabilidad. Tras permanecer leales a nuestro bando durante cuatro décadas de Guerra Fría, los líderes turcos se han vuelto dependientes psicológicamente del respaldo estadounidense. Como en Europa Occidental, el prolongado conflicto deja a Turquía bastante maltrecha para el gobierno autónomo; los líderes recurren a nosotros en busca de indicaciones y orientación. Cometeríamos una negligencia de no proporcionárselos. Por supuesto, la implicación estrecha con Turquía nos podría hacer vulnerables a las acusaciones fundamentalistas de que Ankara es un agente del Gran Satán. Eso es algo que siempre debe preocuparnos, y cuando los turcos recurran a nosotros en busca de orientación, no debemos rechazarles.
En una era de práctico aislacionismo, será difícil encontrar ánimos en América para elevar las relaciones con Turquía. Pero también en esto los riesgos son elevados. ¿Despertarán a tiempo los estadounidenses? Mucho depende del resultado.