El himno oficial del Cuerpo de los Marines estadounidenses empieza como es sabido con "Desde los corredores de Moctezuma a las orillas de Trípoli, libraremos las batallas de nuestro país en tierra y mar". La referencia a Trípoli alude a la Batalla de Derna en 1805, el primer desembarco realizado por tropas estadounidenses y una decisiva victoria norteamericana.
Un pintor Marine, Charles H. Waterhouse, ilustra "El Asalto a Derna, Trípoli, 27 de abril de 1805". |
Mi primera reacción es convenir puntualmente con una zona de exclusión aérea, mejorando así las posibilidades que tiene la valiente oposición. Hay varios factores que alientan esta reacción: El fácil acceso a Libia desde las bases aéreas estadounidenses y de la OTAN, la orografía homogénea y nada densa del país, la condena casi universal de las acciones de Gadafi, la urgencia por devolver la totalidad del crudo libio al mercado de exportación, y la probabilidad de que tal intervención ponga fin al desafortunado gobierno ejercido durante 42 años por una figura repulsiva y extravagante.
Pero las reacciones impulsivas no suponen una buena política. Un acto de guerra exige contexto, directrices y coherencia.
Al margen de lo fácil que pueda parecer la operación, Gadafi puede disponer de bolsas que podrían conducir a un enfrentamiento largo y caótico. Si sobrevive, podría volverse aún más virulento. Tan repulsivo como pueda ser, sus detractores (¿islamistas?) podrían ser aún más amenazadores para los intereses estadounidenses. En términos más generales, intervenir en un conflicto interno puede granjear más enemigos que amigos, además de alimentar las teorías conspirativas antiamericanas.
Por añadidura, la fuerza aérea no ha demostrado ser decisiva aún en Libia (su impacto ha sido sobre todo psicológico y podría no determinar si Gadafi logra permanecer en el poder o no. Imponer una zona de exclusión aérea en Libia sienta un precedente de cara a situaciones en las que las circunstancias son menos favorables (Corea del Norte, por ejemplo). ¿Y quién va a seguir el ejemplo de Gadafi y renunciar a la fabricación de armas nucleares si esto facilita la pérdida de su propio poder?
El Secretario de Defensa Robert Gates, rodeado por la cúpula militar, explica al Congreso por qué se distancia de la intervención militar en Libia. |
Más fundamental es el imperativo de no poner en peligro tropas estadounidenses en nombre de objetivos humanitarios referidos a otras poblaciones; la labor social no puede ser la finalidad del gobierno estadounidense; en lugar de eso, los efectivos militares tienen siempre que avanzar intereses nacionales estadounidenses concretos.
Que el ejército estadounidense, representado por el Secretario de Defensa Robert Gates, se distancie de asumir este encargo, haciendo hincapié en su coste y los peligros ("una enorme operación en un país grande"), hace las veces de sana advertencia, teniendo en cuenta sobre todo los errores cometidos en el espionaje estadounidense. Que los libios estén empezando a recurrir a los islamistas en busca de liderazgo, sin embargo, puede convertir a Libia en otra Somalia.
El arsenal estadounidense permite que el presidente ignore a los demás países y despliegue efectivos de manera unilateral; pero ¿es inteligente? Los precedentes iraquíes (1991 y 2003) sugieren que la inconveniencia de obtener el apoyo de organizaciones internacionales como las Naciones Unidas, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, la Liga Árabe, la Unión Africana o incluso la Organización de la Conferencia Islámica vale la pena políticamente.
¿Supone alguna diferencia la aprobación de la Unión Africana (logotipo arriba)? |
Tomando en cuenta estas consideraciones, ¿qué consejo dar a la administración Obama? Apoyar a la oposición libia con ayuda humanitaria e ir escalando según sea necesario.
Los motivos humanitarios, políticos y económicos convergen en Libia como para superar a las dudas legítimas. Trabajando con permiso internacional, el gobierno estadounidense debe cumplir con su papel de costumbre de liderazgo y ayudar a la oposición de Libia. Por arriesgado que sea ese rumbo, hay que seguirlo.