Funcionarios estadounidenses e israelíes han admitido finalmente que el proceso de paz en Oriente Medio está muerto. Como resultado, el secretario de Estado James Baker solicitaba el miércoles a los israelíes que rebajaran sus condiciones realistas para hablar con los palestinos. Pero en lugar de esperar a que Israel se mueva, los estadounidenses pueden abrir la partida con algunas ideas nuevas -- y aquí tiene una.
Tome perspectiva de los detalles del conflicto árabe-israelí y se hace evidente una notable simetría: los palestinos quieren de Israel lo que Israel quiere de los estados árabes - reconocimiento y legitimidad. Por tanto, los palestinos buscan concesiones de Israel e Israel busca concesiones de los estados árabes. A la inversa, los estados árabes tratan de evitar las negociaciones públicas y directas con Israel, e Israel trata de evitar esas negociaciones con los palestinos. Esta simetría insinúa un nuevo enfoque fructífero sobre el conflicto árabe-israelí.
Durante más de 40 años, los israelíes se han esforzado por hacer que los estados árabes acepten primero la existencia y finalmente la legitimidad de un estado judío en Palestina. Este objetivo central de la política militar y diplomática israelí se ha visto coronado con éxito parcial, incluyendo un tratado de paz con Egipto y una relación funcional aceptable con Jordania. Pero el egipcio Hosni Mubarak advertía a Israel que sus acciones pueden "destruir el camino a la paz y situar a la región entera al borde de una nueva confrontación sangrienta", mientras el iraquí Saddam Hussein lanzaba recientemente la amenaza de que "nuestro fuego devorará la mitad de Israel". Y la cumbre árabe recién celebrada en Bagdad fue el cónclave más belicoso celebrado en más de una década.
En público (en privado la cosa cambia por completo), los árabes insisten en que Israel tiene que aceptar un estado palestino en territorio controlado hoy por Israel. Durante décadas, los árabes han recurrido a toda forma de presión, del terrorismo la diplomacia, para ganar esta aceptación. También aquí se han hecho progresos. Israel reconoció los derechos palestinos en Camp David en 1978, y la causa palestina es el movimiento nacionalista más visible en el mundo, logrando simpatías generalizadas (hasta dentro del propio Israel). Pero al igual que la empresa israelí, la de los árabes sigue sin tener éxito. La OLP no controla un centímetro de Palestina.
Vemos ante nosotros un paralelismo de fracaso y frustración: Israel no puede lograr lo que quiere de los estados árabes, y los palestinos no pueden lograr lo que quieren de Israel. Pero este mismo paralelismo abre oportunidades. La solución del conflicto árabe-israelí en su totalidad exige abordar ambas aspiraciones, de forma que ¿por qué no vincularlas?
Como árbitro honesto, la administración estadounidense debería vincular las concesiones a Israel por parte de los estados árabes a las concesiones israelíes a los palestinos. Es decir, cuando los estados árabes den a Israel algo que quiera, se debería esperar de los israelíes entonces - y sólo entonces - que den algo a su vez a los palestinos.
Las renuncias pueden ser pequeñas o importantes. Si, por ejemplo, los saudíes acaban su boicot económico a Israel, los israelíes pueden elevar el acceso palestino a los acuíferos de Cisjordania. Damasco puede reducir el tamaño de su presencia militar destacada un 5% anual; a cambio, Jerusalén dejaría de crear asentamientos judíos nuevos en los territorios. Cuando Saddam Hussein firme un tratado de paz con Israel, Yasser Arafat sería invitado a Jerusalén. Y finalmente, cuando todos los estados árabes firmen tratados de paz con Israel, los palestinos tendrían su estado.
Son ejemplos meramente hipotéticos, porque no es posible predecir la forma de los acuerdos reales. Es posible predecir, sin embargo, que las partes pasarían largas horas tratando de encontrar el equilibrio preciso. La clave estaría en la letra pequeña; pero eso está bien, dado que cerrar intercambios sería un proceso constructivo, y un proceso que se podría ampliar a la mayoría de las cuestiones del conflicto árabe-israelí, incluyendo las compensaciones a los refugiados, los derechos de los árabes en Israel, el control de los territorios y hasta la disposición de Jerusalén.
Todo hijo de vecino sale ganando. Los estados árabes alcanzan el que dicen es su principal objetivo, justicia para los palestinos. Israel tiene paz. Los palestinos su estado.
Este nuevo proceso de paz sanea polémicas. En lugar de concentrarse en intenciones hipotéticas (¿ha aceptado Arafat a Israel realmente? ¿Expulsarán los israelíes a los inquilinos de Cisjordania?), hace hincapié en cuestiones prácticas de intercambio. Sitúa el peso de la iniciativa directamente sobre los estados árabes -- donde debería de estar, porque son El Cairo, Damasco, Bagdad y el resto de capitales (y no los israelíes ni los palestinos) las que en última instancia deciden si el conflicto se prolonga o termina. Si, como muchos sospechan, los estados árabes no están realmente interesados ni en la paz con Israel ni en un estado palestino, este proceso lo dejaría totalmente en evidencia.
Por encima de todo, este enfoque ayuda a los israelíes y a los palestinos a descubrir el interés vital que tienen en común: el fin de las hostilidades de los estados árabes hacia Israel. En el futuro, los palestinos ejercerían presión sobre los presidentes, los monarcas y los emires árabes para hacer concesiones a Israel - y vaya cambio notable que representaría eso.
Los israelíes ya han suscrito en la práctica este plan. Como decía a principios de esta semana el Primer Ministro Yitzhak Shamir al Wall Street Journal, "la actividad estadounidense no ha de concentrarse solamente en las conversaciones con los palestinos: ha de haber también iniciativa con los países árabes". Abordar las aspiraciones palestinas o israelíes en solitario es ya inútil. Todas las aristas del problema han de ser rematadas y abordadas al mismo tiempo. La administración estadounidense debería dejar atrás los ilusorios esfuerzos de los últimos años e intentar algo que entraña menos riesgos y tiene más probabilidades de éxito.
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16 de septiembre de 2009: Vuelvo a este tema casi dos décadas más tarde, en "Un aplauso a la política exterior Obama".