Cuando el pastor Terry Jones, de 59 años de edad, anunció la iniciativa de prender fuego a un ejemplar del Corán el aniversario del 11 de Septiembre en 2010, la administración estadounidense, temiendo ataques contra las tropas estadounidenses destacadas en el extranjero, le presionó duramente para que desistiera y eventualmente revocó sus planes.
Afganos en las inmediaciones de Kabul queman simbólicamente al pastor Terry Jones. |
El acto fue deliberadamente ignorado en Estados Unidos con la esperanza de limitar su impacto, pero en la era de internet pocas cosas siguen siendo secretas. En cuestión de dos días, las informaciones del siniestro provocado habían llegado a Afganistán y Pakistán, donde los presidentes de cada país denunciaban rotundamente a Jones, dando a conocer sus acciones. El uno de abril, enardecidos afganos estallaban de cólera, matando a 12 personas en la ciudad de Mazar-i-Sharif, al norte; al día siguiente, terroristas suicida vestidos de mujer atacaban una base de la coalición en Kabul y turbas callejeras en Kandahar volvían a matar a 12 personas.
(Esto, vale la pena observar, producía sólo cinco muertos más que en septiembre de 2010, cuando 19 personas perdieron la vida como resultado de que Jones únicamente amenazara con prender fuego al Corán).
¿Quién tiene moralmente la culpa de estas muertes, Jones o la intolerancia islamista?
Como no es de extrañar, Jones declaró los asesinatos "acciones criminales" y anunció que "tenemos que pedir cuentas a estos países y estos pueblos por lo que han hecho en la misma medida que por cualquier excusa de la que se puedan valer para promover sus actividades terroristas".
En contraste, Barack Obama caracterizaba la quema del Corán como "un acto de extrema intolerancia y prejuicio" al tiempo que declaraba las respuestas violentas "deplorables y deshonrosas". Los miembros del Congreso culpaban abrumadoramente a Jones:
- El secretario de la mayoría en el Senado Harry Reid (Demócrata de Nevada) decía "examinar" la presentación de una resolución para condenar la quema del Corán.
- El coordinador de la mayoría en el Senado Richard J. Durbin (Demócrata de Illinois) sostuvo que "este pastor con este golpe publicitario con el Corán pone en peligro desafortunadamente las vidas de nuestros efectivos y la ciudadanía de este país y de un montón de inocentes".
- El senador Lindsey Graham (Republicano de Carolina del Sur) expresaba el deseo de "encontrar la forma de pedir cuentas al pueblo [estadounidense]" y llamaba a la libertad de expresión "un gran ideal, pero estamos en guerra". (La crítica de la vergonzosa declaración de Graham, firmada por la periodista Ann Barnhardt, aquí.)
- El secretario del Comité de Inteligencia de la Cámara Mike Rogers (Republicano de Michigan) pedía a cada estadounidense "ser reflexivo y consciente de la responsabilidad de cada ciudadano a la hora de cumplir su parte para garantizar que nuestros soldados vuelven a casa con seguridad".
A la luz de este consenso entre la élite culpando a Jones, las respuestas al sondeo auspiciado por el izquierdista periódico británico The Guardian son toda una sorpresa. Preguntados si "el pastor de Florida que quemó el Corán es moralmente responsable de las muertes del personal de la ONU durante las protestas en Afganistán", sólo el 45% culpa a Jones y el 55 por ciento culpa a los islamistas.
De hecho, hay líderes musulmanes estadounidenses que coinciden con esta valoración. M. Zuhdi Jasser, del Foro Islámico Americano para la Democracia en Arizona, culpa de los muertos a los líderes fundamentalistas que explotan la quema del Corán como excusa de la violencia. El imán de una mezquita ahmadiyya de California, Shamshad Nasir, decía que su comunidad "rechaza cualquier muerte en nombre de la religión en cualquier lado, incluso si se causa en nombre de las escrituras más sagradas".
Como escribí el pasado septiembre cuando Jones amenazó con quemar el Corán, "la violencia se deriva de la ley islámica, la sharia, que insiste en que el islam y el Corán, en particular ocupen una posición privilegiada". Esa insistencia, que lleva desde 1989 siendo anunciada públicamente cuando el ayatolá Jomeini sentenció a Salman Rushdie por su obra Los versos satánicos, no debe ser satisfecha. El Islam es una religión más, sin ningún derecho a tener una condición superior. Negar las aspiraciones de la supremacía islámica puede ser en la práctica el mayor reto con diferencia a la hora de modernizar el islam.
Con independencia del mal gusto, los actos de Jones son tan legales como pacíficos. Él no es responsable de las 43 muertes, la repugnante y salvaje ideología del islamismo sí. ¿Cuándo se darán cuenta los políticos estadounidenses de este dato básico y plantarán cara con firmeza en defensa de las libertades civiles de ciudadanos estadounidenses? Criticar al islam, con gusto o sin él, es un derecho constitucional. De hecho, hacerlo con inteligencia es un imprescindible de la definición de civilización.