Eso reza el titular de Associated Press, y, he de decir, me da náuseas. La Sinfónica Nacional Iraquí – institución tan lamentable como sugiere su nombre – fue desplazada a Washington, a instancias del Departamento de Estado, y recibió toda la pompa. No sólo asistió el presidente, sino que se unió a los iraquíes el intérprete de talento en la Orquesta Sinfónica Nacional Yo-Yo Ma. Una de las seis piezas interpretadas fue compuesta por un intérprete iraquí de viento presente. El Secretario de Estado Colin Powell calificó la interpretación de "retorno histórico de la cultura iraquí al panorama mundial". Viniendo de alguien familiarizado con el imperialismo europeo en Oriente Próximo, esta clase de exhibiciones resultan dolorosamente familiares y están sobradamente sentenciadas. (9 de diciembre de 2003)
20 de diciembre de 2003: Quizá fuera demasiado breve en el texto de arriba, al no explicar lo que tiene la interpretación de la Sinfónica Nacional Iraquí en el Centro John F. Kennedy de Artes Escénicas para darme náuseas. No es desde luego que los iraquíes hayan cultivado la música clásica europea; de hecho, he escrito el artículo "Se precisa de Beethoven para modernizarse", que aduce que dominar el arte de la música clásica europea es en la práctica un imprescindible si se quiere ser verdaderamente moderno. He aquí mis conclusiones a ese artículo:
De ahí que la respuesta a la música occidental plasme la totalidad de la experiencia de una civilización con la modernidad. Su ausencia de utilidad lo convierte en un indicador del avance todavía más útil. ¿A qué se debe esta relación? A que, como observa Lewis: "La música, como las ciencias, forma parte del fortín interior de la cultura occidental, siendo uno de los secretos finales en los que debe iniciarse el profano". La música representa el reto de la modernidad: la competencia en este terreno augura la capacidad de abordar lo que quiera que Occidente pueda plantear. La oposición musulmana a aceptar la música procedente de Occidente refleja su rechazo general, mientras los japoneses han ingresado de verdad en el fortín interior. En resumen, la que florezca habrá de interpretar a Beethoven igual de bien que los occidentales.
Un concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional de Irak en septiembre de 2006; a causa de los frecuentes cortes de suministro, la orquesta ensaya a menudo sin luz. |
Lo que me incomoda más bien de la aparición en Washington de la Sinfónica Nacional iraquí es la pretendida naturaleza de la iniciativa (observe de nuevo la intervención del Secretario Powell); el evidente impulso estadounidense a una faceta a todas luces tenue de la vida iraquí; y la transformación de la orquesta en una institución apreciada a ojos iraquíes.
Ninguna de estas facetas puede ser sana para el desarrollo a largo plazo de la música clásica en Irak. Con mayor ansiedad, intuyo en esta acción un enfoque equivocado de las relaciones americano-iraquíes, una implicación demasiado sustancial en los asuntos internos. Como decía en una tribuna reciente: "Dejar que los iraquíes tomen decisiones internas (seguridad, finanzas, justicia, educación, religión, etc.), manteniendo la política exterior y de defensa en manos de la coalición". A lo cual yo añadiría ahora también las decisiones culturales.
28 de septiembre de 2006: Casi tres años después, la artificialidad del espectáculo del Centro Kennedy es evidente a los ojos de todo el mundo. Edward Wong recoge desde Bagdad en "Y la orquesta interpreta, plasmando las dificultades de Irak" que "las prometedoras esperanzas" de 2003 se han esfumado:
A lo largo de más de tres años de conflicto, la orquesta ha luchado por levantar los ánimos del país y dar apoyo a través de la interpretación. Pero los intérpretes están descubriendo que si bien el arte puede brindar en ocasiones un breve respiro de la realidad triste, no puede aguantar siempre como barrera frente a la avalancha de conflictos.
Cuatro músicos huyeron este verano a Siria y Dubai, privando a la orquesta de dos intérpretes de celo, uno de oboe y un violinista, y dejándola en 59 músicos. La orquesta se ve a menudo obligada a interpretar sin luz a causa de los frecuentes cortes eléctricos. Los ensayos tienen lugar tres veces a la semana en el antiguo salón real de conciertos próximo a las ruinas del corazón histórico de Bagdad, con vigilancia armada alrededor del inmueble. A los músicos se les agotan cosas como los arcos y las cuerdas, y pocas tiendas de instrumentos musicales siguen funcionando en Irak, en parte porque islamistas militantes han volado por los aires varias. Los intérpretes tienen que tener presente la posibilidad de ofender a milicianos fundamentalistas y vecinos islamistas.
Esos temores son palpables entre los músicos:
Alí Jasaf, un intérprete de clarinete, tiene hoy que ensayar discretamente en una estancia aislada de su residencia al este de Bagdad por temor a ofender a milicianos conservadores. Jasaf, de 48 años de edad, vive en Sadr City, el fortín de la milicia a las órdenes del clérigo chiíta radical Muktada al-Sadr. Algunos tribunales islámicos regidos por seguidores de Sadr han declarado anti-islámica la música, igual que los talibanes en Afganistán. "Si los vecinos escuchan el sonido, puede no gustarles", dice Jasaf, un veterano que lleva en la orquesta 25 años. "La audiencia popular no es como usted o yo"…
Jasaf y los demás parientes de su familia han de meter y sacar de contrabando sus instrumentos del vecindario. Pero por lo menos ellos logran ensayar en casa. No es el caso de Izzat Gafouri Baban, un intérprete kurdo de trompeta que vive en lo que llama "un vertedero": el barrio de Shaab, al noreste, propenso a los conflictos y también bajo el control del Ejército del Majdi de Sadr. "No puedo ensayar en mi casa porque estoy rodeado de husseiniyas", dice Baban, de 41 años de edad, refiriéndose a las mezquitas chiítas bautizadas en honor al nieto mártir del profeta Mahoma. "Imagínese que alguien escucha que en mi casa hay un músico. Van a pensar que voy contra la religión".
Según Steven Lee Myers, del New York Times, las cosas mejoran para la Sinfónica Iraquí. Logró sobrevivir a las jornadas más oscuras de la guerra en 2006-07 y ahora, dice el director de la orquesta y conductor oficial Karim Wasfi, "salen del embudo". Lo que viene a ser que la preocupación inmediata por la seguridad se ha visto reemplazada por la preocupación por la financiación, el techo, la luz y la vida cultural compartida. La orquesta se había visto reducida a sólo 43 intérpretes y ahora ronda el doble, 85 músicos, al tiempo que Wasfi espera una filarmónica integral de 120 intérpretes. El Ministerio de Cultura paga el sueldo y la orquesta planea 14 conciertos en Bagdad y 10 actuaciones de cámara en otros sitios del país durante el año que viene.
22 de julio de 2009 La Sinfónica Nacional Iraquí ensaya bajo la batuta de Karim Wasfi. |
El más reciente fue el del 16 de julio en Sulaimaniya, en la región kurda al noreste, patrocinado por Asiacell, una compañía de móviles que paga los gastos de viaje. El repertorio incluyó a Verdi, Liszt, Strauss, Webber, Gershwin y Dvorak, así como música clásica iraquí. Por primera vez, Wasfi ha llegado a negociar conciertos el año que viene en las ciudades sagradas chiítas de Kerbala y Nayaf, donde siguen dominando los valores religiosos conservadores. "No hay música indecente", dice, explicando sus delicadas negociaciones con los líderes religiosos allí.
10 de octubre de 2009: Otro artículo buenista, firmado por Nada Bakri esta vez: "Un nuevo decoro tras años de guerra" habla del Conservatorio de Paz y Música de Bagdad en el Washington Post. Fundado por Karim Wasfi, conductor y director de la Orquesta Sinfónica Nacional de Irak, y con sede en el antiguo inmueble de la Embajada de Nigeria, lucha por impartir música y modales.