Majmoud Ajmadinejad, adicto se conoce a realizar intervenciones volátiles, anunciaba hoy la prohibición de la música occidental en las emisoras y cadenas iraníes. "Bloquear la música indecente y occidental de la Radiotelevisión de la República Islámica de Irán es imprescindible", fue el conciso anuncio del Consejo Revolucionario Cultural Supremo, que él encabeza.
Diversas formas de música occidental, de la música clásica al rap, han aparecido en Irán durante los últimos años, de manera que – de implantarse esto – va a ser un importante relevo cultural. (¿Y se prohibirán, me pregunto, los temas occidentales pastel nashids como "Da las gracias a Alá" o los interpretados por Cat Stevens – antes uno de los favoritos en Irán?) El decreto no solamente retorna de golpe a los primeros días de la revolución islámica del ayatolá Jomeini, también toca una fibra sensible de los musulmanes, algo que desgloso en detalle en la tribuna de 1998 "Se precisa de Beethoven para modernizarse", en la que exponía dos ideas: para muchos musulmanes, la música occidental simboliza la cultura occidental entera; y por tanto, el dominio de la música occidental hace las veces de conexión para el dominio de lo occidental, léase la cultura moderna en conjunto.
Es uno de mis artículos originales favoritos y lo recomiendo como contexto del decreto de Ajmadinejad. (19 de diciembre de 2005)
20 de diciembre de 2005: Una crónica inmediata del mismo tema descubre que los iraníes no están impresionados con el nuevo edicto. "No hay que tomarse a este tipo en serio", dice Pari Majmoudi, de 25 años de edad, mientras conduce por Teherán escuchando el tema de los Eagles Hotel California en el aparato de su coche. Mohammed Reza Hosseinpour, mientras examina las referencias de una tienda de música en la capital iraní, afirma que "Este presidente habla igual que si viviera en la Edad de Piedra. Este caballero tiene que entender que no puede decir a la gente lo que tiene que escuchar y lo que no". Un guitarrista, Babak Riahipour, predice que la prohibición fracasará: "Ajmadinejad puede no conocer a esta sociedad lo bastante bien... los jóvenes en especial. Seguimos pudiendo obtener la música que nos gusta escuchar en otros sitios. La podemos sacar de internet, la podemos sacar del enorme mercado negro de Teherán, de todas partes".
Los hay preocupados porque la prohibición, que solamente afecta a las cadenas públicas de televisión y las emisoras, pueda ser el primer paso hacia la prohibición universal de toda la música popular, occidental e iraní por igual, impuesta tras la revolución iraní. "Nos preocupan las políticas culturales de este gobierno", dice Hamid Vafaei, responsable de un conservatorio en Teherán. Akram Azizi, ama de casa, se queja de que la programación musical "está empezando a mejorar, y ahora las autoridades lo cortan. Si tal prohibición llega a entrar en vigor, las cadenas públicas de televisión y las emisoras de radio dejarán de tener oyentes suficientes".
28 de diciembre de 2005: Christopher Foley, del "The Collaborative Piano Blog", tiene esta ácida observación que hacer de la prohibición de la música occidental por parte de Ajmadinejad: "Con la apatía con la que muchos intérpretes de música clásica se desenvuelven de manera rutinaria en el curso de sus empresas musicales, casi resulta un consuelo escuchar que los hay genuinamente ofendidos por la música que interpretamos".
4 de febrero de 2010: En un artículo inusualmente crítico con la República Islámica de Irán, "Las amargas notas de la diplomacia de Humanidades de Irán," Michael Kimmelman examina el patrocinio de una gira por Europa de la Sinfónica de Teherán por parte de Teherán. Informando desde Ginebra, escribe:
Interpretó la llamada Sinfonía de la Paz y la Amistad de Majid Entezami, un lamento de pompa castrense e incompetencia y estupidez imposibles de entender en cuatro movimientos, interpretado originalmente, según el Tehran Times, el pasado febrero en Irán para conmemorar el trigésimo aniversario de la revolución. Ha sido rebautizado para esta ocasión.
Kimmelman asistió al concierto de Ginebra, cuyas entradas
fueron repartidas gratuitamente por el consulado de Irán entre los invitados, sin duda para impedir las manifestaciones y tener bajo mínimos la publicidad negativa. La oficina de turismo de Ginebra se hizo con unas entradas propias, a la venta de forma fraudulenta en el enorme Victoria Hall, que de todas formas se quedó casi vacío.
Contabilicé unas 300 personas en un auditorio con un aforo superior al millar. Más de uno interpretó una salida por la puerta trasera tras iniciarse la música, incluyendo a un joven suizo y su alemana pareja que, cuando pregunté lo que hacían, dijeron haberse hecho con las entradas en el último momento a través de la oficina de turismo tras explicar que no tenían nada mejor que hacer esa noche. No conocían a los músicos ni tenían idea de la música. (Los organizadores iraníes no repartieron el programa). Menos de media hora de sinfonía y la pareja abandonaba el lugar clandestinamente. ¿Alguien puede culparles?
A continuación habla de la propia música, alcanzando nuevas cotas de elocuencia:
Compuesta para una orquesta, un coro e intérprete masculino, con una guitarra eléctrica, un teclado y un batallón de arpas añadidas para elevar el listón, la sinfonía intercala breves melodías entre largos ataques de tambor con matices de "Dr. Zhivago" y "El señor de los anillos", junto a Vivaldi y "El violinista en el tejado". Por lo demás, durante lo mejor de los 75 minutos, un equipo entero de percusión se emplea en un amplio abanico de tambores, con efectos inadvertidamente (y progresivamente) más cómicos. Ocasionalmente el intérprete masculino abandonaba lentamente su asiento e interpretaba una improvisación persa arrítmica.
Una iraní empresaria afincada en Ginebra, con la que hablé durante el concierto y que solicita permanecer bajo el anonimato por temor a las represalias del régimen, a continuación compara el efecto con el sol que trata de atravesar las nubes de una tormenta sin fin…
Y una última opinión de la deteriorada Sinfónica de Teherán, de la que Kimmelman escribe que en tiempos fue "un ejemplo de excelencia cultural iraní":
La otra noche fue imposible no mirar con pena a sus músicos, que habiendo dedicado sus vidas a dominar los idiomas clásicos de la música europea, acaban reducidos a interpretar esto. Otro miembro iraní de la audiencia, un empresario afincado en Ginebra que también solicitó el anonimato, contaba después del concierto que "seguía viendo la cara de Ajmadinejad entre la música". Me indignó. "Pero mi pésame a los músicos", dijo. "Son tan víctimas como el resto de nosotros".
Comentarios: Ajmadinejad llegó al poder y prohibió la música de corte occidental (véase la entrada del 19 de diciembre de 2005 arriba); ¿qué hace que este régimen profese ahora su propia versión de la música occidental, por desagradable que sea? ¿Qué sucedió para que se haya vuelto no solamente aceptable, sino objeto de exportación?
1 de junio de 2010: Como siempre, la música es un terreno político en Irán, relata Alí Sheijoleslami para Bloomberg. Ahora la cuestión es el magisterio musical en los 16.000 centros privados del país, a los que acuden 1,1 millones de estudiantes:
Irán ha prohibido que los centros privados impartan música, diciendo que ello choca con los valores islámicos de la institución, en un pulso por implantar criterios morales que puede conducir a la adopción de un uniforme nacional para los universitarios. "El uso de los instrumentos musicales va contra los principios de nuestro sistema de valores", Alí Bagherzadej, director de la oficina de centros privados del Ministerio de Educación…
La formación musical siempre ha estado prohibida en los centros públicos, dice Bagherzadeh. Un centro que imparta música puede ser clausurado y su director tener prohibido abrir otro centro, dice. La medida se aplica a todos los instrumentos, incluyendo los interpretados en la música tradicional iraní, dice Bagherzadeh.