Pregunta planteada a los columnistas del Jerusalem Post: "¿Cree usted que todavía es relevante la hoja de ruta? ¿Hay necesidad de un plan nuevo?" Para consultar todas las respuestas, visite "Cuestiones urgentes 21, ¿Todavía es relevante la hoja de ruta?"
La pregunta implica que en algún momento, la "hoja de ruta de implantación de tres fases concretas" (nombre completo) fue relevante. Sin embargo, nunca fue el caso. Tal como resume sucintamente el problema Yitschak Ben-Gad en el título de su libro de 2004, siempre se trató de una "hoja de ruta a ninguna parte". O como aconsejé en un artículo de febrero de 2003, israelíes y estadounidenses habrían de resistirse a "hojas de ruta que conducen justamente en la dirección equivocada".
El plan alumbró una monstruosidad burocrática; entre sus incontables defectos y carencias lo más fundamental quizá fue su postulado de que si los palestinos recibían un poco más de tal o cual cosa, advertirían de una vez los beneficios de la coexistencia armoniosa con un estado judío de Israel. No haber descubierto a estas alturas que los palestinos tienen ambiciones mayores y más agresivas que convivir con Israel implica vivir en un estado de negación.
Debido a la constante violencia palestina contra los israelíes, la hoja de ruta no ha sido implementada, afortunadamente. No postulo que lo vaya a ser alguna vez, y duermo mejor con esa expectativa.
Y no, no hay ninguna necesidad de un plan nuevo. La administración Bush debería de volver a la disposición a mediar, facilitar y financiar de sus predecesoras, y prescindir de las nociones francamente ambiciosas de "resolver el conflicto árabe-israelí". Como observaba de forma memorable Irving Kristol, "A quien los dioses van a destruir, tientan primero con resolver el conflicto árabe-israelí". (17 de enero de 2007)