Curiosamente, veinte años después, no encuentro nada nuevo que decir de los acuerdos de Oslo firmados el 13 de septiembre de 1993.
Vuelvo a leer lo que escribí con motivo del décimo aniversario y me doy cuenta de que no han tenido lugar cambios sustanciales. Los jugadores siguen enrocados en sus posturas, con la única excepción de que los israelíes se han informado de las intenciones palestinas, lo que les hace menos dados a hacer concesiones dolorosas pero infructuosas. La parálisis durante una década señala la esterilidad del proceso diplomático árabe-israelí, invención de los soñadores "procesadores de paz" más que reflejo de una realidad.
Un momento así sobre todo, cuando se avecina una intervención norteamericana en Siria y Egipto anda convulso por la marcha del gobierno Mursi, las centrifugadoras nucleares iraníes rotan y Erdoğán se vuelve cada día más dictador, en que Libia y Túnez se desmoronan, constituye una oportunidad idónea para ignorar este desgastado tema, cosa que planeo hacer desde este instante. (13 de septiembre de 2013)