En abril de 2013 firmé un artículo bajo el título algo genérico de "Apoyar a Assad". Mejor habría ido "Apoyar a la parte que esté perdiendo la guerra civil siria". Allá por entonces, daba la impresión de que el régimen de Bashar al-Assad estaba sentenciado; pero apenas un mes más tarde dejaba de parecerlo, y ocho meses después se evidencia el consenso de que Assad está ganando despacio.
Por ejemplo, Jeffrey White, titular de Defensa en el Washington Institute for Near Eastern Policy, escribe en "La solución militar del régimen sirio a la guerra" que la guerra civil siria
bien puede tener un final militar, y a la luz de los actuales acontecimientos, ese final podría ser la victoria del régimen. Las líneas maestras de la estrategia del régimen para ganar el conflicto saltan a la vista. Esta estrategia pende de la permanencia en el poder del régimen y sus aliados, de la génesis de las fuerzas idóneas, del triunfo a nivel operativo y de la división constante en el seno de las fuerzas rebeldes. Está sujeta a condicionamientos importantes, en especial los límites a las posibilidades y la eficacia del régimen y las fuerzas afines, y los "imprevistos" que puedan cambiar radicalmente su rumbo. Pero la victoria del régimen es probable — y es lo que da por descontado el régimen…
En ausencia del colapso súbito de la oposición armada, que parece improbable viniendo del núcleo duro islamista, el régimen no hará sino ir derrotando lentamente a las fuerzas rebeldes y recuperar territorio. Pero el régimen es implacable y sus aliados actúan con firmeza.
A la luz de estos acontecimientos, no sorprende que, como recoge John Hudson en la crónica "Estados Unidos valora acercar posturas con islamistas radicales de Siria":
A medida que la facción moderada de la rebelión siria se derrumba bajo la tensión de los virulentos enfrentamientos internos y los agotados recursos, Estados Unidos apela cada vez más a los islamistas radicales en sus esfuerzos por ganar peso en la guerra civil de Siria. La novedad ha alarmado a los especialistas estadounidenses inquietos porque los salafistas radicales no compartan los valores estadounidenses, y ha consternado a los partidarios del Ejército Sirio Libre, convencidos de que los moderados estaban abocados al fracaso.
El Departamento de Estado confirmaba el lunes su apertura al diálogo con el Frente Islámico tras la captura de la sede del Ejército Sirio Libre por parte del grupo la pasada semana, que albergaba provisiones y armas ligeras proporcionadas por Estados Unidos. "No descartaríamos la posibilidad de mantener encuentros con el Frente Islámico", manifestaba el lunes la portavoz del Departamento de Estado, Marie Harf. "Podemos dialogar con el Frente Islámico, por supuesto, porque no están clasificados como terroristas... Siempre estamos abiertos a reunirnos con un amplio abanico de grupos de la oposición. Obviamente tendría sentido hacerlo en algún momento dentro de poco, y si tenemos algo que anunciar, lo anunciaremos".
Hudson destaca que "Aunque el Frente Islámico no forma parte de la lista norteamericana de entidades terroristas, muchos de sus integrantes albergan ideas acusadamente antiamericanas y no tienen ninguna intención de instituir una democracia secular en Siria". Naturalmente. Pero no es por fuerza un problema, dado que ninguna de las partes es proamericana ni tiene intención de instituir democracia alguna, y no apoyaríamos a ninguno de los bandos con la esperanza de que triunfara, sólo con la de que impidiera ganar al contrario.
Con esto en mente, envaino la espada y doy el visto bueno a apoyar al Frente Islámico. De nuevo, no con intención de que triunfe, sino de que siga activo para seguir presentando batalla contra el ofensivo régimen Assad junto a sus patronos iraníes y a Hezbolá. (19 de diciembre de 2013)
Los rebeldes islamistas de Siria siguen siendo enemigos, pero pueden ser enemigos útiles. |