Los egipcios tomaron las calles en número nunca visto antes en la historia el 30 de junio de 2013 para manifestarse contra su presidente islamista, Mohamed Mursi. Tres jornadas más tarde, el Ministro de Defensa Abdul Fattaj al-Sisi respondía a esta alteración masiva del orden derrocando a Mursi. ¿Qué pinta tienen las cosas ahora, un año más tarde exactamente?
Bastante mala. Examinando los dos terrenos de mayor urgencia, el islam y la economía, casi nada ofrece motivos de esperanza.
En el debate en torno al papel idóneo del islam en la vida de los egipcios, las diferencias no han hecho sino crecer, desatando actos de violencia, mayor fanatismo y la sensación de que la división del país entre facciones islamistas y formaciones anti-islamistas va a prolongarse durante muchos años. Hasta las diferencias en el seno de los islamistas y los anti-islamistas se están asentando. El inescrutable Sisi preside este caos como nuevo Husni Mubarak, impasible y represor, con sus propias opiniones en apariencia contradictorias y difíciles de describir.
Una escena callejera de enero de 2014. Egipto ha sido testigo de un clima de violencia desde el golpe de hace un año. |
El declive económico egipcio sigue adelante. Los ingresos se han contraído en casi todos los apartados que se examinen – inversión extranjera directa, remesas del extranjero, turismo. Lo más simbólico quizá sea que hasta abril de 2012, el país vendía gas natural a Israel; menos de dos años más tarde, compra gas natural a Israel (al cuádruple del antiguo precio de venta). Contundentes subvenciones a la energía y la comida alteran la economía, como el omnipresente sector militar. Los números rojos siguen siendo asfixiantes. El país depende de manera insostenible de la subvención de los países ricos del Golfo Pérsico para pagar las importaciones alimentarias.
Contados turistas acuden a las playas de Sharm el Sheik o a los demás establecimientos egipcios de vacaciones. |
Al cumplirse el año, Sisi no ha hecho mucho para despertar confianza. Pero quienes desean lo mejor a Egipto no tienen más opción que esperar que cambie en su puesto y que restañe las diferencias y las debilidades que tanto proliferaron bajo la dictadura militar que comenzó en 1952. Si fracasa Sisi, uno tiembla al contemplar la probabilidad de una guerra civil de corte sirio y el colapso económico que acompañaría. (3 de julio de 2014)