Moncef Marzuki, presidente de Túnez entre 2011 y 2014, ha escrito un análisis donde predice, como yo, la defunción del islamismo. Cito de un extracto traducido por Middle East Eye de la versión original en árabe que apareció en la web de Al Yazira.
Marzuki, activista progresista pro derechos humanos que regresó del exilio tras la revuelta que derrocó al dictador Zine el Abidine ben Alí, se convirtió en presidente mediante un acuerdo para compartir el poder tras las primeras elecciones parlamentarias libres de Túnez, celebradas en octubre de 2011, y encabezó un Gobierno dominado por el partido islamista Ennahda. "No tenemos el mismo punto de vista sobre derechos de las mujeres, derechos humanos y demás", se lamentaba en la revista Time en 2012.
En este artículo, Marzuki empieza situando al islam en el contexto de otros tres ismos: el nacionalismo, el panarabismo y el comunismo, todos ellos en decadencia. Ahora –escribe– estamos "a punto de ver el declive de una cuarta ola, la islamista, tras asistir a su emergencia, a principios de la década de 1970, y apogeo –a finales de la de 1990".
Como otros ismos, "el islamismo se expandió como fruto del deseo de la sociedad de resolver todos o algunos de sus problemas". Hoy se están planteando "preguntas incómodas": "¿Habéis cumplido todas vuestras promesas? ¿Habéis estado a la altura de las grandes esperanzas que habíamos depositado en vosotros? Al final, ¿qué habéis conseguido?".
Marzuki alude a los vistosos logros del islamismo en la actualidad, pero los desestima recordando que la Unión Soviética "se veía como una potencia que se mantendría durante mil años" y sin embargo "se vino abajo como el cartón",
y aunque fue de manera gradual, no muchos lo previeron. Eso es exactamente lo que está ocurriendo hoy en relación con la corriente islamista.
La mayoría de los partidos islamistas pierden el rumbo y "mutan en partidos de derechas que buscan un sitio en el poder", sin atender a la moralidad o los principios. Los islamistas "utilizan una cobertura ideológica para una tiranía que es (...) represora y corrupta".
Marzuki dice que la mayoría de las organizaciones islamistas armadas son "el mayor desastre contemporáneo al que se enfrentan los países árabes y musulmanes, incluso el islam. (...) Gracias a ellas, todo el mundo nos considera un país que no tiene nada que aportar salvo el cultivo del terrorismo. El resto del mundo nos percibe como una amenaza".
En 2013, en este artículo de opinión, señalé que los movimientos islamistas están cada vez más divididos por líneas sectarias, ideológicas, políticas y tácticas (lo que posteriormente traté con más detalle aquí). "Si se mantiene esta tendencia fisípara, el movimiento islamista está condenado al fracaso, como el fascismo y el comunismo", escribí; "a no ser más que una amenaza para la civilización que inflige un enorme daño pero que jamás prevalece".