En un comentario de la tribuna publicada el 1 de diciembre en el [Orange County] Register ("Publique un ataque a la comunidad musulmana"), Hussam Ayloush, del Consejo de Relaciones Islámico-Norteamericanas, me ataca de una forma que me da derecho a réplica.
Sus comentarios relanzan el sambenito que el Consejo me ha colgado en alrededor de un centenar de discursos impresos desde 1999, prolongando su costumbre de vomitar cualquier cosa negativa que pueda encontrar de quienes discrepen, por irrelevante o inexacto que sea.
Yo escribo de Oriente Medio y el islam con intención de ayudar a que los estadounidenses entiendan las complejidades de estas materias. Con este fin, pongo el acento en la distinción entre el islam religión y el islam ideología militante. Respeto el primero pero condeno el segundo como forma de totalitarismo. Y no importa lo que el Consejo le haga creer, montones de musulmanes - practicantes y no practicantes en la misma medida - convienen conmigo.
Para impugnarme, Ayloush cita una crítica literaria del Washington Post en 1983 firmada por Thomas Lippman de un libro mío, En el camino de Dios: el islam y el poder político, que crítica facetas del libro. Pero Ayloush omite los comentarios positivos de la crítica:
Pipes ha abordado, y logra casi completamente, una tarea desproporcionada: explicar el desarrollo social y político de las poblaciones musulmanas desde sus orígenes a la actualidad: Pipes, docente de Historia en Harvard, ha elaborado un trabajo brillante, de peso, pero puntualmente indignante e inconsistente, que manifiesta un conocimiento enciclopédico de la historia intelectual musulmana… El libro es una valiosa aportación a nuestro conocimiento.
Además, el programa Campus Watch que establecí dista mucho de ser "la lista negra McCarthysta" que describe Ayloush. Se trata más bien de una iniciativa constructiva encaminada a criticar el fracaso de los estudios de Oriente Próximo en las universidades norteamericanas; el lector puede juzgar por sí solo visitando www.Campus-Watch.org.
Ayloush encabeza la delegación en South California de una organización que tiene unos antecedentes alarmantes de intimidar a los musulmanes moderados, apoyar a criminales musulmanes estadounidenses y promover el antisemitismo. El Consejo también se sitúa en el bando equivocado de la guerra contra el terrorismo. Unos ejemplos de tantos:
En octubre de 1998, el grupo exigió la retirada de un cartel en Los Ángeles que describía a Osama bin Laden como "el enemigo jurado", afirmando que este retrato era "ofensivo para los musulmanes".
El Consejo consideró la sentencia de los autores del atentado del World Trade Center de 1993 "una aberración de la justicia".
El Consejo llamó "un delito de odio" a la condena de Omar Abdel Rajmán, el jeque ciego que planeaba atentar contra objetivos de Nueva York.
Cuando el Presidente Bush clausuró la Fundación Tierra Santa hace un año por recaudar dinero que dijo se destinaba a "financiar a la organización terrorista Hamás", el Consejo condenó su intervención por "preocupante" e "injusta".
Al evaluar cualquier cosa que diga el Consejo de Relaciones Islámico-Norteamericanas, el lector ha de tener presente la trayectoria de esta organización - y las afinidades patentes.