Lewis, cuyo primer artículo publicado vio la luz en 1936 y que sigue reinando hoy como el gran historiador de Oriente Próximo, lleva décadas recabando curiosidades; este surtido es el resultado final. Aunque los fragmentos están ordenados por temas, no hay ninguna tesis ni propósito concreto. Si una única faceta caracteriza los extractos, es la fascinación de Lewis por la forma inesperada y rara en que las personas se perciben mutuamente. Un visitante persa de la Inglaterra de cerca del 1800 se despacha airado contra la forma en que los caballeros ingleses derrochan su tiempo en frivolidades como la ropa o la higiene personal (dos horas diarias), el té (tres horas) y similares - dejando apenas seis horas al día "a los negocios y los asuntos personales". (El mismo viajero critica las cocinas francesa e italiana y cuenta que "las únicas cenas buenas" que probó tuvieron lugar en las residencias de británicos o estadounidenses). Un musulmán de finales del XVIII extrae la improbable conclusión de su visita a Europa de que los maridos occidentales controlan mejor a sus mujeres que los maridos musulmanes: los europeos no sólo pueden enviarlas a trabajar, sino que, al no llevar velo, pueden seguirlas.
A continuación hay muchas curiosidades de la historia, desaparecidas ya hace tiempo. El gobernador otomano obligaba a que los dignatarios extranjeros se sometieran a un juicio camino de la visita, como recordatorio de su poder y su justicia. El shaj de Irán fue un inverosímil sionista temprano, contando de su visita a París en 1873 haber aconsejado a un Rothschild "comprar suelo" sobre el que los judíos de todo el mundo pudieran asentarse y así dejar de estar dispersos. El libro encandila - y educa de forma amable.