Una feroz discusión intelectual emergió en Octubre de 1976 cuando Edward Said, el profesor de Inglés de ascendencia Palestina de la Columbia University y un partidario de post - modernistas Franceses de moda, redactó un ensayo para el New York Times Book Review argumentando que los académicos Occidentales de Oriente Medio representaban "una tradición ininterrumpida en el pensamiento Europeo de profunda hostilidad, incluso odio, hacia el Islam". En su diatriba, Said seleccionó a Bernard Lewis, por aquel entonces Profesor Cleveland E. Dodge de Estudios de Oriente Próximo en Princeton, como el líder de facto de esta escuela infame de "Orientalismo". No siendo alguien que se achica ante un desafío, Lewis, uno de los eruditos más eminentes del siglo en el Islam, respondió defendiendo vigorosamente la integridad moral y los éxitos intelectuales de la tradición Orientalista, ese esfuerzo único por parte de miembros de una civilización por comprender y apreciar a otra.
Un testigo de este debate hubiera esperado que los colegas de Lewis en el campo se quedasen a su lado, no sólo porque él defendía su trabajo sino porque Said, por su parte, carecía claramente de las credenciales académicas que los especialistas de cualquier clase generalmente exigen de quien opina de su materia. Pero no; por el contrario, los especialistas de Oriente Medio aceptaron de forma aplastante la crítica de Said, e incluso la ampliaron. Se desarrollaron nuevos subcampos enteros para encarnar sus argumentos (por ejemplo, aplicándolos al género, algo apenas mencionado por Said); y Orientalismo adquirió un significado tan intensamente peyorativo que "neo - orientalista" es el peor insulto que uno puede lanzar hoy contra un erudito en el terreno.
No obstante, la batalla no está completamente zanjada. Martin Kramer, un ex-estudiante con mucho talento de Lewis quien ahora dirige el Dayan Center en la Universidad de Tel Aviv, continúa el intento no tan en solitario por preservar y ampliar el valor de varios siglos de academia Occidental. En El Descubrimiento Judío del Islam, un libro dedicado a su profesor, Kramer ha reunido una colección de nueve ensayos de eruditos de Oriente Medio a los cuales ha agregado su propia profunda introducción, centrándose todo en un aspecto descuidado de esta tradición.
A la hora de ayudar a desarrollar las actitudes europeas del siglo XIX hacia Oriente Medio, los eruditos Judíos, precisa Lewis, llevaron una sensibilidad muy distinta que tener de la de sus homólogos Cristianos. Inmunes a "la nostalgia de las Cruzadas", e impertérritos ante los sentimientos amargamente hostiles hacia el Islam y los Musulmanes que prevalecían en Europa, los Judíos, en palabras de Lewis, desempeñaron "un papel clave en el desarrollo de una evaluación objetiva, carente de polémica, y positiva de la civilización Islámica". Más en general, se encontraban "entre los primeros que procuraron presentar al Islam ante los lectores Europeos tal y como los propios Musulmanes lo ven y acentuar, reconocer, y en ocasiones hacer más románticos los méritos y logros de la civilización Musulmana".
Martin Kramer cita estas palabras en su introducción al tiempo que ofrece su propio examen de figuras Judías ilustres -- eruditos y no eruditos por igual -- que tuvieron un impacto importante en la percepción del Islam por Europa. Una y otra vez es capaz de señalar el dramático contraste entre ellos y la actitud a menudo retorcida, cargada racialmente, y teológicamente hostil hacia el Islam tomada por muchos Cristianos. Desde el privilegiado punto de vista de hoy, de hecho, cuando las relaciones Judeo - Musulmanas son a menudo tan tensas y violentas, el canto casi felizmente positivo de este encuentro Judío más antiguo parece asombroso como poco.
Benjamin Disraeli (1804 - 81), por ejemplo, quien más adelante se convertiría en primer ministro de Gran Bretaña, pensó una vez en ofrecerse voluntario para el ejército Otomano. Ignaz Goldziher (1850 - 1921), quizá el estudiante de Oriente Medio más influyente en Europa con diferencia, fue tan lejos como para rezar como un Musulmán en El Cairo, rememorando que "nunca en mi vida fui más devoto, más verdaderamente devoto". Algunos realmente se convirtieron: Muhammad Asad, né Leopold Weiss de Lvov y Viena (1900 - 92), aconsejó al rey Saudí y sirvió como embajador de Pakistán ante las Naciones Unidas antes de retirarse para publicar una influyente traducción a la lengua Inglesa del Qur'an.
Los hechos establecidos por Kramer y sus contribuidores tienen unas ciertas implicaciones. Para empezar, como Jacob Lassner lo dice aquí, al presentar al Islam más objetivamente, por no decir enfáticamente, los eruditos Judíos dieron un vuelco completo a la religión comparativa "de la apología religiosa… a una disciplina respetada". Y este acercamiento enfático ha prevalecido hasta este mismo día, haciendo mofa de la gran teoría de Said de la hostilidad Orientalista hacia el Islam. Un erudito Árabe va tan lejos como para dar el crédito a Goldziher de crear "una clase de ortodoxia que ha conservado su poder hasta nuestro tiempo". Por el contrario, el acercamiento "más cristiano", que de hecho considera al Islam como un rival y designa a la cultura de Oriente Medio como inferior, y sobre el que Said se centró con negligencia completa a la escuela Germano-Judía - no sólo lleva difunto bastante sino que fue despreciado y negado.
Los Musulmanes ordinarios que ahora residen en Occidente también deben bastante a los académicos Judíos. En palabras de Martin Kramer, "el respeto al Islam por el que los Judíos hicieron tanto por diseminar no sólo sobrevivió en Europa, sino que sirvió como la base de la tolerancia de Europa hacia las minorías Musulmanas" tras la Segunda Guerra Mundial. Y continúa para defender lo mismo en términos simbólicos, "Las sinagogas parecidas a mezquitas que las comunidades Judías erigieron en el siglo XIX prepararon a Europa para aceptar las mezquitas reales que las comunidades Musulmanas erigieron por todo el continente en el siglo XX".
Pero hay también un cierto número de ironías desagradables que están al acecho en este cuento. Una esperanza de los primeros eruditos Judíos del Islam era generar simpatía hacia los Musulmanes así como hacia los Judíos. Como Kramer escribe en su introducción, un corolario de sus celebraciones de la civilización Islámica medieval -- una civilización en la cual los Judíos no habían desempeñado un papel pequeño -- era la sugerencia implícita de que, de sugerirse que los Judíos participaran completamente en la sociedad Europea, la mejorarían tanto como mejoraron Bagdad o Córdoba, cúspides del logro humano dignas de la admiración de cualquiera. Pero incluso si eso ayudó a sentar las bases de la tolerancia hacia los Musulmanes y el respecto al Islam, estos "Judíos pro - Islámicos" (el término es de Bernard Lewis) fracasaron en cuanto a mejorar las actitudes hacia su propio pueblo. Esto puede verse aún hoy, cuando la ideología asociada al multiculturalismo Occidental y tercermundista -- dos movimientos ostensiblemente avanzados cuyo linaje se puede remontar al trabajo de los Judíos pro - Islámicos -- permanece hostil hacia Israel y los Judíos por igual.
Los propios Musulmanes han desempeñado un papel crítico en este proceso. Habiendo adoptado los conceptos románticos propagados por los eruditos Judíos, y habiéndolos incorporado a la propia auto imagen Islámica, entonces los convirtieron en armas contra el Sionismo y los Judíos. Como ha escrito Lewis, el mito de una época en la que los Judíos disfrutaron de iguales derechos que los Musulmanes "fue inventado por Judíos en la Europa del siglo XIX como reproche hacia los cristianos -- y secuestrado por Musulmanes en nuestra misma época como reproche hacia los Judíos", particularmente los Judíos en el estado de Israel que han declinado asumir su lugar "legítimo" - léase, subordinado - en el Oriente Medio Islámico. Es una antigua historia, esta historia de buena voluntad recompensada con enemistad, pero muy raramente ha sido iluminada con tan amarga claridad.