Los principios del islam son diversos y claros; ¿pero cómo funcionan en la práctica, cómo los ponen en práctica los fieles?… ha de hacerse una distinción entre los ámbitos privado y público. Los musulmanes premodernos se consideraban en general realizados viviendo según los reglamentos referentes a la vida privada. Poblaciones sumamente dispares adoptaron en todo el mundo las rigurosas restricciones de la sharía, aun en donde chocaban con sus propias costumbres ancestrales. Los politeístas se hicieron monoteístas, los monógamos se volvieron polígamos, los matriarcados patriarcados, los que atendían a la línea de descendencia materna pasaron a atender la paterna, los devotos de las vacas las incorporaron a su dieta, el precio de la esposa reemplazó a la dote y los zumos de frutas al alcohol.
Raramente la costumbre local desapareció por completo, pero sí que las poblaciones musulmanas acabaron compartiendo de forma extendida prácticas islámicas como las maritales, las fiestas o las técnicas de sacrificio. Las normas de la ley islámica que menos encajaron eran normalmente las menos personales, la prohibición del cobro de intereses por ejemplo, o el reparto de herencias. El éxito de los preceptos que regulan el ámbito privado contribuyó enormemente al éxito del islam entre los fieles. Como resultado, el atractivo del islam residió sobre todo en "el mundo de los varones en su familia"; para satisfacer las necesidades personales, la ley sagrada se identificó íntimamente con un estilo de vida entero.
La experiencia musulmana con las ordenanzas públicas fue sin embargo harina de otro costal. El estudio de cualquier periodo o región de la historia premoderna demuestra que de forma tenaz los musulmanes se saltaban las regulaciones del ámbito público en favor de su propia satisfacción. Desde el califato del siglo VII a los movimientos fundamentalistas del siglo XVIII, el estado islámico demostró ser esquivo. Si bien los musulmanes premodernos podían implantar de forma rigurosa la sharía aquí y allá durante breves períodos de tiempo, su experiencia total fue de frustración; en general, los ideales públicos de la ley islámica quedaron más allá del alcance de la umma. Los dramáticos contrastes entre la implantación de los preceptos en privado y la no implantación de los públicos condujeron al notable historiador de la sharía Joseph Schacht a escribir:
Podemos distinguir tres clases diferentes de cuestiones legales… en función del grado en que la teoría ideal de la sharía lograra imponerse en la práctica. Su respeto fue máximo en lo relativo a las leyes de familia (matrimonio, divorcio, defensa, etc.), herencias y devoción (wakf); fue mínimo, y en algunos sentidos inexistente, en el código penal, la gravación, el derecho constitucional y las leyes de guerra; y el derecho contractual queda entre medias.
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La no implantación de la sharía planteó a las poblaciones musulmanas una opción entre dos de respuestas, conservadora la una, radical la otra; podían reconocer las debilidades humanas, resignarse a las circunstancias imperfectas en las que vivían y aceptar el estatus quo; o podían luchar sin parar por censurar estos fallos, alinear la sociedad musulmana con los ideales islámicos y crear una utopía de ley islámica. Dado que la segunda opción se traducía en levantarse contra gobiernos en ejercicio y deponerlos por la vía violenta, provocando desórdenes masivos y destruyendo probablemente el estilo de vida islámico, pocas veces los musulmanes adoptaron este camino, prefiriendo con mayor frecuencia aceptar las cosas tal como estaban. Durante la mayor parte de la historia musulmana, el impulso de rebelarse contra gobiernos ilegítimos fue rechazado en aras de evitar la fitna. "Mientras los gobiernos seculares no interfirieran en las funciones sociales del islam y reconocieran formalmente la sharía, la conciencia de los fieles no se escandalizaba y la tarea de construir una sociedad musulmana universal y estable podía proseguir".
Surgió un equilibrio entre los objetivos de la sharía y las realidades humanas; es lo que llamo la síntesis medieval, una combinación inmensamente estable y atractiva de objetivos ideales y acciones pragmáticas mantenidas en varios continentes y a lo largo de muchos siglos. Esta disposición a aceptar condiciones imperfectas recibirá el nombre de islam tradicionalista. Los tradicionalistas eran musulmanes que, considerando satisfactoria la síntesis medieval, no intentaron implantar la ley sagrada en su totalidad. La conservación de la sociedad musulmana tenía para ellos preferencia sobre la implantación total de la ley. Sí presionaron para obtener mejoras, pero de formas estudiadas y graduales, cerciorándose de no echar a perder una situación tolerable en la búsqueda de una mejor.
En el corazón de la postura tradicionalista reside la disposición de los 'ulema, los guardianes de la ley sagrada, a contentarse con la implantación parcial. Hacían más tolerable la brecha entre ideal y realidad condonando las interpretaciones minimalistas de los deberes islámicos y saltándose la ley cuando no era aplicable. La prohibición al cobro de intereses entre musulmanes claramente no era algo práctico; con la aprobación del 'ulema, los musulmanes se la saltaban recurriendo a artificios jurídicos que permitían el cobro de intereses, al tiempo que se respetaba el contenido del código.
Miembro otomano de los 'ulemas' con estudiante. |
En política, los 'ulema terminaban aceptando casi a cualquier gobernante:
Juristas sucesivos realizaban arreglos [surtidos] con una realidad en deterioro, hasta que el sistema entero de teoría constitucional jurídica se abandonaba por fin de forma tácita, y se concebía un nuevo enfoque apoyado en el principio de que cualquier autoridad efectiva, con independencia de cómo se alcanzara y como se ejerciera, era mejor que la violencia anárquica. "La tiranía es mejor que la anarquía", se convirtió en el eslogan predilecto de los juristas.
Esto pasó a convertirse eventualmente en la postura más extendida entre los súbditos musulmanes hacia sus gobernantes. Entre los musulmanes residentes de Dar al-Harb se desarrollaron posturas realistas similares y con mucha más frecuencia soportaban el gobierno kafir de las que se revelaban.
La no implantación se volvió tan universal que cuanto más apreciaba el musulmán la ley sagrada en sí, menos esperaba que se respetara. Según Snouck Hurgronje, "todas las clases de la comunidad musulmana han manifestado en la práctica cierta indiferencia a la ley sagrada en toda su integridad, de forma bastante parecida a la reverencia que le despachan en teoría". Conocedores del código como eran, los 'ulema eran "los últimos en contradecir" la conciencia general de que la ley islámica "nunca ha sido puesta en práctica"; en su lugar, ponían el acento en "el hecho de que las leyes decretadas por ellos están adaptadas solamente a una sociedad mejor que la de sus contemporáneos", y relegaban la sociedad gobernada totalmente por la ley islámica a un futuro distante. Los debates acerca de la ley "están llenos de indicios de desprecio motivado por la diferencia en permanente crecimiento entre ideal y realidad", pero el erudito legal musulmán aceptaba esta condición por normal y natural.
La aceptación de la síntesis medieval significaba que las poblaciones musulmanas, fueran de Dar al-Islam o de Dar al-Harb, se sometían normalmente al control de los gobiernos existentes, con independencia de lo deficientes que pudieran ser desde el punto de vista de la sharía. A medida que los objetivos de la sharía se subordinaban a la necesidad de estabilidad, la obediencia a las autoridades políticas se convirtió en la norma y la protección del estatus quo se convirtió en un fin en sí mismo, creando un clima político desproporcionadamente conservador.