En su camino al poder en Irán en 1978 los fundamentalistas islámicos gritaban "Muerte a América", y no han dejado de hacerlo durante los 20 años siguientes. Con este grito declaraban la guerra a Estados Unidos. La semana pasada, en un suceso impactante, Estados Unidos respondió. Ahora esperemos que los ataques de misiles contra Sudán y Afganistán marquen verdaderamente un punto de inflexión, como el Presidente norteamericano y sus ayudantes han prometido.
Por fundamentalistas no me refiero a los musulmanes tradicionales y devotos que asisten a la mezquita y viven lo mejor que saben según las muchas leyes del islam. Los fundamentalistas a los que me refiero son esos musulmanes que practican una versión politizada del islam, adaptada al siglo XX. Han convertido un antiguo credo en una ideología de corte moderno. Rechazando los "-ismos" que han salido de Occidente, tales como liberalismo o comunismo, afirman que su versión del islam es una visión política completamente inclusiva, superior a cualquier cosa que Occidente pueda producir.
Existe un estado de guerra entre ellos y Occidente, principalmente América, no a causa de la respuesta norteamericana, sino porque los fundamentalistas radicales musulmanes se ven a sí mismos en un conflicto a largo plazo con los valores occidentales. Cuando Hasán al-Turabi, el líder de Sudán en la práctica y pensador fundamentalista relevante, afirma explícitamente que el mundo musulmán está actualmente en guerra, "Contra sus atacantes, liderados por las potencias imperialistas - comandadas por Estados Unidos e Israel", no es difícil coger la idea.
Un examen más de cerca revela que estos fundamentalistas, a pesar de sus puntos de vista agresivamente anti-occidentales, tienen en realidad algunas cosas occidentales interiorizadas totalmente, y a menudo justo donde empiezan. Que tantos de ellos, ya sean líderes u operativos terroristas, sean ingenieros a duras penas puede ser accidental. Se precian de haber dominado algunos de los conocimientos occidentales más privilegiados. ¿Por qué, entonces, se ven a sí mismos en conflicto con Estados Unidos?. Para entenderlo, es mejor verlos en el marco de otros revolucionarios del siglo XX que auparon causas totalitarias. Al igual que los fascistas o los marxistas-leninistas, están absolutamente convencidos de saber cómo lograr una sociedad justa, (en este caso, a través de la aplicación precisa de las muchas leyes del islam a todas las esferas de la vida cotidiana, incluyendo la política); confían en el estado para rehacer a la humanidad; y están dispuestos para destruir a cualquiera que se ponga en su camino.
Asimismo, al igual que los fascistas o los comunistas, odian visceralmente el desafío individualista, hedonista y democrático que representan todos los norteamericanos, y los Estados Unidos se interponen como el único obstáculo de consideración para cumplir su visión. Odian a los americanos por quienes son, no por lo que hacen; Estados Unidos no puede complacerlos o apaciguarlos sin abandonar el estilo de vida americano.
Por esto es por lo que "Muerte a América" no es retórica hueca. Una y otra vez, los radicales fundamentalistas han asaltado instituciones y a ciudadanos norteamericanos. Empezó en 1979 con la captura durante 444 días de la embajada norteamericana en Teherán; otros puntos álgidos en la retahíla de horrores incluyen: las explosiones a bordo de vuelos (Pan Am 103), en embajadas norteamericanas (en el Líbano, Kuwait, Kenia o Tanzania), instalaciones militares (en el Líbano y Arabia Saudí), y edificios comerciales (el World Trade Center de Nueva York). La cifra total de muertos de todos estos y otras docenas de atentados supera los 600. En otras palabras, más norteamericanos han sido asesinados o heridos por terrorismo relacionado con Oriente Medio que por cualquier otra fuerza hostil desde el final de la Guerra de Vietnam. ¿Qué hacer al respecto?. Desafortunadamente, el gobierno norteamericano no ha visto hasta el momento esta violencia como la guerra ideológica que es, sino como una secuencia de incidentes criminales discretos. Este enfoque convierte al ejército norteamericano en una especie de policía global, y le exige tener un nivel de certeza irrealmente alto antes de pasar a la acción. Básicamente, debe tener pruebas del tipo que se pueden presentar ante un tribunal de justicia norteamericano.
Cuando se carece de tales pruebas, como es a menudo el caso, los terroristas se salen con la suya. Esto explica por qué las respuestas del jueves pasado contra enclaves de Afganistán y Sudán fueron tan sólo la segunda acción en 20 años, siendo la primera el bombardeo de abril de 1986 contra Libia. En la gran mayoría de los casos, el paradigma criminal garantiza que el gobierno norteamericano no responde, y que los asesinos de norteamericanos pagan un precio ínfimo o ningún precio. El paradigma necesita ser cambiado. Ver los actos de terrorismo como batallas, no como crímenes, cambia y mejora la visión en conjunto. Al igual que en una guerra convencional, el ejército de América no debe necesitar saber los nombres y acciones específicas de los soldados enemigos antes de luchar contra ellos. Cuando la evidencia razonable señale a terroristas de Oriente Medio habiendo perjudicado a norteamericanos, la fuerza militar de Estados Unidos debería desplegarse. Si el autor material no es conocido de manera precisa, entonces se castiga a los que se sabe que albergan terroristas. Perseguir a gobiernos y organizaciones que apoyen el terrorismo, no sólo a los individuos.
¿A qué apuntar?. Instalaciones de misiles, bases aéreas, buques y campamentos terroristas. En cada caso, el castigo debería ser desproporcionadamente mayor que el atentado, para que duela. Los Estados Unidos tienen una fuerza militar bastante más poderosa que cualquier otro país del mundo; por qué gastar cientos de billones de dólares al año en ella y no desplegarla para defender a americanos, o emplear decenas de billones en servicios de inteligencia si no somos capaces de señalar sospechosos. Los ataques balísticos de la semana pasada sólo tendrán significado a largo plazo si no son un hecho aislado, sino el comienzo de una nueva era en la que el gobierno de los Estados Unidos establece una nueva reputación temible. De ahora en adelante, cualquiera que haga daño a los norteamericanos debería saber que la retribución es segura y que será certera. Esto significa que Washington tiene que responder a cada simple terrorismo que dañe a americanos. Para aquellos que argumentan que esto iniciaría un círculo de violencia, la respuesta es simple: ese ciclo ya existe: se asesina a norteamericanos en actos de terrorismo cada pocos meses. Es más, la respuesta es mucho más probable que lo detenga que que lo anime. Los fundamentalistas, entre otros, como Sadam Hussein, desprecian a los norteamericanos como moralmente flojos y militarmente incompetentes ("tigres de papel" es lo que Osama bin Ladin los llama, tomando prestadas las palabras de Mao). Al enseñar sus dientes, es mucho más probable que los americanos intimiden a sus enemigos que que instiguen mayor violencia.
Cuando las embajadas norteamericanas sean construidas de nuevo en intersecciones céntricas transitadas, con materiales comunes - y no como son ahora, búnkeres localizados en huecos alejados rodeados de altas verjas – será un día feliz. Tal cambio sólo será posible cuando la seguridad de los norteamericanos no dependa de paredes, detectores de metales y guardias Marines, sino de la disuasión establecida mediante años de terrible retribución a cualquiera que ose hacer daño a un solo ciudadano norteamericano.