Un revuelo se ha montado recientemente en Israel a tenor de una pregunta completamente teórica: ¿tendrían permiso para vivir bajo gobierno palestino los israelíes afincados hoy en Cisjordania? Este debate centra de forma benéfica la atención en una de las cuestiones más espinosas y arraigadas del conflicto árabe-israelí, y por ello merece valorarse.
Naftalí Bennett (izquierda) y Binyamin Netanyahu, aliados que en ocasiones mantienen fuertes diferencias. |
El Primer Ministro israelí Binyamin Netanyahu abrió la polémica el 24 de enero: "No tengo intención de desmantelar un sólo asentamiento [judío] [en Cisjordania]. No tengo intención de desplazar a un sólo israelí". Abundando en esta intervención, un funcionario anónimo del gabinete del primer ministro (PMO) explicaba que: "Igual que Israel tiene una minoría árabe, el primer ministro no ve motivo por el que Palestina no pueda albergar una minoría judía. A los judíos afincados en su territorio se les debería de plantear la elección de si desean quedarse o no". Ese ayudante describía esto como "la postura asentada de Netanyahu".
Los hay que en el bando nacionalista se indignaron. El secretario de la formación Habayit Hayehudi y titular del actual ejecutivo Naftalí Bennett ponía a caldo al primer ministro por manifestar "enajenación de valores" y "demencia ética". En su opinión, los sionistas "no volvieron a la patria de Israel tras dos mil años de anhelo para vivir bajo la administración de Majmoud Abbás. Quien defienda la idea de la vida judía en Israel bajo gobierno palestino está minando nuestra opción de afincarnos en Tel Aviv".
Otros convinieron: "No abandonaremos a los colonos tras las líneas enemigas", decía el Ministro de Defensa en funciones Danny Danon. Tales ideas "vulneran los valores sionistas fundamentales", destacaba el Ministro de Exteriores en funciones Ze'ev Elkin. "Absurdo" fue el adjetivo predilecto del representante en funciones de la primera cartera en el gabinete del Primer Ministro, Ofir Akunis.
Migrón, un puesto cisjordano que el gobierno israelí ayudó a financiar y luego evacuó. |
Cuando otro funcionario anónimo del gabinete del Primer Ministro insinuó que los titulares del ejecutivo pueden abandonar el gobierno si discrepan del primer ministro, Bennett elevó el tono de las críticas, recordando a los judíos asesinados por los palestinos y concluyendo que "La esencia del sionismo es la autodeterminación. No hay autodeterminación sin sionismo".
El gabinete del Primer Ministro replicó entonces con una solicitud de una disculpa pública o la dimisión por parte de Bennett, a lo que él respondió que "si el primer ministro se ofendió, no era mi intención" al tiempo que reivindicaba el derecho a criticarle siempre que la situación lo requiera. Es mi deber". El episodio acabó con la salida a la luz de viejas entrevistas que demuestran que Netanyahu y la formación de Bennett habían manifestado con anterioridad la opinión del contrario, dejando las cosas confusas a más no poder.
¿Qué conclusión extraer de esta semana de debates? ¿Quién tiene la razón, quién se equivoca? Aunque normalmente apoyo el enfoque de Bennett y compañía, esta vez Netanyahu lleva la razón, por muchas razones.
La vergüenza, el trauma y lo inútil de la expulsión de 8.000 israelíes de Gaza en el año 2005 por parte del entonces Primer Ministro Ariel Sharón – una maniobra que carece de precedentes en todas las democracias – evidencia el imperativo de que el gobierno israelí asiente el principio inalienable de que nunca más va a expulsar a sus nacionales del territorio. La experiencia de Gaza también demuestra lo exponencialmente más catastrófico que sería repetir este proceso con la población de israelíes 40 veces mayor de Cisjordania. Que Netanyahu pusiera fuertes reparos a la decisión de Sharón (y que abandonara su gobierno en protesta) destaca su sonada inconsistencia en esto.
¿Por qué debe el gobierno de Israel, en segundo lugar, satisfacer el capricho de los palestinos de una Cisjordania Judenrein?
En tercer lugar, permitir a los judíos residir bajo la Autoridad Palestina resulta eminentemente práctico. La bandera israelí no puede acompañar a cada judío ni convertirlo en una isla de soberanía sionista. Montones de judíos de todo el mundo y algunos hasta en Oriente Próximo residen fuera de las fronteras de Israel. ¿Por qué razón en Cisjordania no?
Los judíos de Hebrón necesitan en la actualidad un gran aparato de seguridad. Aquí se ve un soldado protegiendo un carnaval del Purim de 2012. |
En cuarto lugar, la intervención del gabinete del Primer Ministro hace pedazos con inteligencia la campaña de deslegitimación de los judíos afincados en Cisjordania. Si los judíos pueden vivir en Cisjordania bajo administración palestina, dejan de poder ser tachados de obstáculo a la resolución del conflicto árabe-israelí, privando así de cualquier relevancia a la polémica del "asentamiento" entera.
Por último, esta postura por parte de Netanyahu altera los términos del debate. Permite a Jerusalén aducir que la verdadera resolución del conflicto exige que los israelíes puedan afincarse pacíficamente en un estado palestino. El conflicto sólo acabará de verdad, vengo más de una década afirmando, "cuando los judíos afincados en Hebrón precisen de la misma escasa seguridad que los árabes residentes en Nazaret". Tal perspectiva, por supuesto, es muy remota; pero aceptar el principio de los judíos afincados en "Palestina" permite a los islamistas aceptar la solución de los dos estados en abstracto al tiempo que aplaza con razón su implantación durante generaciones, puede que para siempre.
Bennett y sus partidarios deberían de tranquilizarse y reconocer la magnitud del maestro golpe de efecto diplomático de Netanyahu.