Algunas personas creen en el continente perdido de Atlantis y en los objetos volantes no identificados (OVNIs). Otros temen a una sociedad secreta del siglo XVIII llamada los Illuminati Bávaros o a un gobierno Sionista mítico que secretamente gobierna los Estados Unidos.
¿Qué pasaría si estos elementos disparatados compartieran creencias, unieran fuerzas, ganaran una audiencia mucho mayor, salieran de su gueto intelectual y político, y llegaran a ser capaces de desafiar las premisas de la vida pública en los Estados Unidos?. Ésta es la espantosa perspectiva, soberbiamente plasmada por Michael Barkun en su importante libro, recién publicado, "A Culture of Conspiracy: Apocalyptic Vision in Contemporary America"(University of California Press, $24.95).
Entender la novedad de este potencial requiere saber algo sobre la historia de las teorías conspiratorias.
Los miedos a una conspiración pequeña - un rival político o un competidor negocios planeando hacerte daño - son tan viejos como la psique humana. Pero los miedos a una conspiración gigante - que los Illuminati o los Judíos planean asumir el control del mundo - se remontan solamente a 900 años atrás y han sido operativos apenas dos siglos, desde el Revolución Francesa. Las teorías de la conspiración crecieron en importancia desde entonces hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando dos teóricos archi-conspiratorios, Hitler y Stalin, fueron colocados cara a cara, causando el mayor baño de sangre en la historia humana.
Este espectáculo repugnante atemperó a los Americanos, que durante las décadas siguientes relegaron las teorías conspiratorias al teatro no oficial, donde principalmente dos grupos promovieron tales ideas.
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Los políticos en desgracia: los negros (Louis Farrakhan, Cynthia McKinney), la extrema derecha (John Birch Society, Pat Buchanan), y otros elementos enajenados (Ross Perot, Lyndon LaRouche). Sus teorías implican una agenda política que carece bastante de continuación.
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Los suspicaces culturales: éstos incluyen los "asesinólogos de Kennedy", los "ufólogos", y los que creen con certeza que una raza de reptiles gobiernan la tierra y que existen instalaciones alienígenas bajo la superficie de la tierra. Tales temas gozan de una popularidad enorme (una encuesta del año 2000 encontró que el 43% de los Americanos creían en OVNIs) pero no llevan ninguna agenda política.
El nuevo avance principal, informa Barkun, un profesor de ciencias políticas de la Maxwell School en la Syracuse University, no es solamente una erosión en las divisiones entre estos dos grupos, sino su unión de fuerzas con los ocultistas, personas aburridas del racionalismo. A los oculistas los pintan con lo que Barkun llama "la descarga de bagaje cultural del hereje, el escandaloso, el deforme, y el peligroso" - al igual que la espiritualidad, la Teosofía, la medicina alternativa, la alquimia, y la astrología.
En consecuencia, el autor que se preocupa de que el Servicio Secreto esté a las órdenes de los Illuminati es de la vieja escuela; quién se preocupa de una toma de posesión "común de Illuminati Reptil Bávaro" está en la cresta de la ola de la nueva síntesis. Estas delirantes nociones constituyen lo que el Michael Kelly al final llamó "paranoia de fusión", una absorción promiscua de miedos cualquiera de cualquier fuente.
La conexión entre los teóricos conspiratorios y los ocultistas se deriva de sus premisas comunes y torcidas. Primero, "cualquier creencia extensamente aceptada debe necesariamente ser falsa". En segundo lugar, el conocimiento rechazado - lo que lo establecido desprecia - debe ser verdad.
El resultado es una red grande, auto-referente. Los defensores de los platillos volantes promueven las fobias anti-Judías. Los Anti-Semitas campan en Perú. Algunos anti-Semitas ven a los extraterrestres funcionar como sustitutos de los Judíos; otros creen que los "Protocolos de los Sabios de Sión" es el producto común "de los Rothschilds y los reptil-Arios". A finales de los 80, Barkun concluyó que "virtualmente todas las ideas de la derecha radical sobre el Nuevo Orden Mundial se habían abierto camino hasta la literatura OVNI".
El amplio atractivo de la Ufología transmite estas ideas políticas a una mayor y nueva audiencia de omnívoros ideológicos, informándoles de que el 11 de Septiembre fue o bien una operación de los Illuminati o de los Asesinos (un grupo medieval Musulmán) atacando a los Libremasones.
¿A qué se reduce toda esta locura?. Barkun, que lee extensamente esta antesala de la literatura, argumenta que en los últimos años "las ideas que una vez se limitaron a una audiencia poco común son ahora comunes en los medios de comunicación" y esto ha inaugurado un período de actividad milenaria "sin rival" en los Estados Unidos. Él teme que los "efectos devastadores" de este frenesí podrían arruinar la vida política Americana - y por extensión, por todo el mundo.
Soy más optimista, al confiar en la estabilidad de una democracia madura y observando que los Americanos han sobrevivido a conspiracionistas anteriores sin grandes daños. Pero las ideas absurdas, feas, y perniciosas no desaparecen de común acuerdo; necesitan ser combatidas y ser reducidas a lo marginal. La tarea comienza con el reconocimiento de que existen, para después rechazarlas.