¿Por qué no hay acuerdo firmado por Israel y Siria tras ocho años de conversaciones intermitentes? El tratado de paz con Jordania, en contraste, se ventiló en unos meses. Hasta la vía palestina ha dado lugar a seis acuerdos en otros tantos años.
Hay dos formas opuestas de explicar esta tesitura. La explicación optimista dice que Assad ha tomado una decisión estratégica en favor de la paz con Israel pero que no es capaz de llegar a ese punto.
Moshe Maoz, el especialista en Siria de la Universidad Hebrea, aduce que ya en 1988, Assad habría resuelto "alcanzar una solución política al conflicto árabe-israelí" - política, es decir, no militar.
Itamar Rabinovich, especialista en Siria de la Universidad de Tel Aviv y principal responsable de las negociaciones con Siria de Israel durante los años 92 al 96, conviene. Él sostiene que Assad deseó acuerdos con Israel durante todo este tiempo, y que los dos países estuvieron "al borde de la paz".
Pero si Assad decidió hace más de una década alcanzar un acuerdo político con Israel, ¿por qué no tiene nada que lo avale? Maoz explica que "Assad se vio sorprendido por los acuerdos de Oslo", que perjudicaban a su posición negociadora.
Rabinovich considera que Assad se desenvuelve "como si el tiempo no fuera obstáculo" y derrocha una oportunidad valiosa. Los hay que justifican la ausencia de progresos señalando los errores de interpretación de la democracia israelí por parte del déspota sirio, su incapacidad para tragarse su orgullo de nacionalista árabe, o su edad y su delicado estado de salud.
A la hora de hacer cuentas, sin embargo, los optimistas no pueden explicar las acciones de Assad, y en ocasiones lo reconocen. El relato que hace Rabinovich de las negociaciones de los años 92 al 96 está plagado de fórmulas como "Quedamos profundamente desconcertados", "es difícil comprender la conducta de Assad" o "Muchas de las decisiones de Assad durante este periodo todavía no han tenido explicación íntegra".
Luego está la explicación pesimista. Postula que Assad no se ha hecho a la idea de poner fin al conflicto con Israel, que considera las negociaciones maniobras tácticas simplemente, encaminadas a proteger su país en un momento de debilidad.
Dentro de esta lectura, que Assad acceda a dialogar con su enemigo israelí no implica nada más que eso. Los pesimistas explican con facilidad la ausencia de progresos durante más de ocho años: Assad no tiene ninguna intención de llegar a un acuerdo con Israel.
No es que sea lento ni que sea ignorante ni viejo, sino que se está valiendo de las negociaciones para un fin específico: mejorar su posición de cara a Occidente. (¿Con cuánta frecuencia han visitado Teherán o Bagdad los secretarios de estado estadounidenses durante los últimos años?)
Postular que Assad no tiene ninguna intención de firmar un acuerdo barre el desconcierto suscitado por su comportamiento y demuestra que sus supuestos errores de cálculo son en realidad decisiones meditadas.
Estas diferencias de análisis siguen proliferando. Cuando Damasco anunció súbitamente la pasada semana que volvía a la mesa de negociación si Israel accedía a su principal exigencia de antemano (desplazar la frontera a donde se encontraba el 4 de junio de 1967), los optimistas encontraban nuevas excusas.
El régimen manifiesta su dureza frente a la opinión pública siria. El documento filtrado al Ha'aretz muestra a Assad indignado por perder protagonismo. La presencia en Washington de Yasser Arafat le empujó a anular el viaje de su ministro de exteriores.
Pero son detalles que no convencen. Tiene mucho más sentido interpretar la exigencia siria más reciente como una señal más de que Assad no tiene ninguna intención de llegar a un acuerdo con los israelíes. Estaría confirmado además por la forma brusca, insultante incluso, en que se hicieron las exigencias sirias.
Consideremos un paralelismo científico: Durante siglos, la gente dio por sentado que la tierra estaba quieta y que el sol se movía alrededor. A medida que íbamos sabiendo más del cielo, esta explicación se volvía progresivamente más difícil de cotejar con los movimientos observados del sistema solar. Para justificar los giros aleatorios en apariencia que describían los planetas, los astrónomos tenían que inventar densas explicaciones.
Entonces, de un golpe, Nicolás Copérnico eliminó este problema. Al situar a la tierra en órbita alrededor del sol, borró de un golpe todas las complejidades. Sencillez y Elegancia han reinado desde entonces.
Es hora de una revolución copernicana con respecto a Siria. ¿Por qué aferrarse a las alambicadas e inconsistentes explicaciones de los optimistas cuando los pesimistas pueden explicar con tanta sencillez lo que está pasando?