Me topé por primera vez con Nizar Hamdoon a mediados de 1985, cuando él era el enormemente popular embajador iraquí en Washington. Promocionaba la tesis de que Irán había iniciado el conflicto con Irak y tenía el grueso de la responsabilidad en su continuación, por lo que el gobierno estadounidense debía de ayudar a Bagdad. Nizar exponía estas ideas con una competencia, un raciocinio y una autocrítica infrecuentes en cualquier diplomático, y extraordinarias en el caso de uno que representa a un brutal maleante totalitario.
Nizar Hamdoon, 1944-2003. |
De hecho, Nizar fue probablemente el diplomático más consumado que me he encontrado nunca. Nunca jamás elogió en mi presencia a Sadam Hussein, ni denigró a Estados Unidos, ni imponía la propaganda de su régimen como los demás agregados iraquíes. (¿Qué bien habría hecho entre una audiencia norteamericana?) Él aceptaba más bien el argumento de su interlocutor y discrepaba solamente en los detalles. De esa forma, aceptaba implícitamente las virtudes de la democracia, la existencia de Israel y los horrores de los arsenales nucleares. A continuación sostenía que alcanzar estos objetivos significaba trabajar con Bagdad, no en su contra, fuera ayudando a derrotar a Irán (durante la década de los 80) o levantando las sanciones (en los 90).
El método de Nizar le granjeó grandes éxitos. Durante sus años de gloria como embajador iraquí en Washington, 1984-87, tuvo un tirón, un empaque y un impacto que sus colegas diplomáticos sólo podían envidiar.
Conmigo, como con tantos otros sin simpatía hacia el régimen al que él representaba, Nizar se esforzaba enormemente por tender puentes. Llamaba por teléfono de forma regular y visitó mis residencias, primero la de Newport, R.I., después la de Filadelfia. Cuando mi mujer y yo viajamos a Kuwáit en 1987, montó una visita a Bagdad. Me invitó a cenar en su residencia de Washington y en 1992 recibió a un autobús entero de miembros de mi organización en su legación.
A Nizar se lo tragó la tierra al finalizar su segundo destino en Estados Unidos (como embajador iraquí ante las Naciones Unidas) en 1998. De vez en cuando me preguntaba sin motivo particular cómo le iría a medida que se desarrollaba la guerra en marzo-abril de este año; ni siquiera sabía si seguía formando parte del régimen. De manera que un correo electrónico enviado desde "nizarhamdoon@yahoo.com" el 15 mayo de 2003, solamente dos semanas después de haber finalizado las hostilidades en Irak, llamó claro mi atención, como su enigmático texto:
Estimado Daniel:
Llevo un tiempo aquí en Nueva York en quimioterapia. Por si te apetece llamar, mi móvil es 917-325-9252. Me quedo hasta la primera semana de junio.
Gracias, Nizar.
¿Cómo llegó a Estados Unidos, y cuánto llevaba en Nueva York? ¿Qué revelaría de su ejercicio y del régimen para el que trabajaba ahora que Saddam Hussein había sido depuesto? Acumulé muchos interrogantes durante los más de veinte años de trato. Esperando entrevistarle para el Middle East Quarterly, me llevé a nuestro encuentro el 21 mayo una lista de veintiocho preguntas y una grabadora hasta el Starbucks (lugar escogido por él) de la esquina de la 78 con Lexington, en Manhattan.
Hablamos durante casi una hora y media. Descubrí que había tenido una urgencia médica en marzo de 2003, de manera que se desplazó sin la familia hasta Ammán, donde días más tarde recibiría un visado médico estadounidense. Llegó a Nueva York y se sometió a quimioterapia, planeando reencontrarse luego con su familia en Irak a principios de junio. A su llegada a Nueva York, me dijo, se mudó a la residencia del embajador iraquí (y su domicilio entre 1992 y 1998) en la 80, invitado por el entonces embajador iraquí ante las Naciones Unidas Mohamed ad-Duri. Cuando estalló el conflicto y ad-Duri abandonó el país, Nizar se quedó, ocupando una única estancia y apoyándose en un único negocio local para las labores del servicio.
¿Cómo pudo viajar hasta Estados Unidos cuando su régimen estaba en guerra con Estados Unidos? Nizar dijo no poder hablar con libertad, pero que lo haría en su momento. Lo mismo se aplicaba a sus experiencias; no tuve oportunidad de hacer algunas de las preguntas que me quemaban en mi bolsillo. Pero sí respondió a varios de mis interrogantes reiterando la intervención que hizo tres semanas más tarde para el Middle East Forum.
¿Cómo pudo usted, le pregunté, alguien civilizado, representar al salvaje régimen de Saddam Hussein? Él señaló dos factores: el miedo y la lealtad. El miedo se entiende, pero ¿lealtad? Sí, respondió, la ética de la lealtad está muy marcada en la sociedad iraquí y tiene validez hasta en estos casos. Trató de explicarse, pero en un momento concreto advirtió que yo no podía entenderlo, y dejamos el tema.
¿Le tentaron para que desertara? No, le gusta Estados Unidos pero siente que sus raíces están en Irak - la sociedad, la dieta, la atmósfera - y no querría vivir aquí de manera permanente.
Se expone usted en su sutil presentación de la postura iraquí - al dar por válidas determinadas ideas con el fin de ganar credibilidad; ¿tenía el visto bueno de Bagdad? No, y en más de una ocasión le creó problemas. Constantemente recibía órdenes de marcarse faroles como los demás diplomáticos.
Entonces me habló de una misiva personal de 20 folios que remitió en 1995 a Saddam Hussein, en la que informaba a su superior que no estaba bien. ¿Por qué envió usted tal misiva? Nizar no dio una explicación. Para su sorpresa, Sadam difundió ampliamente la carta a debate entre la cúpula y con el tiempo despachó a Nizar una misiva de 75 folios firmada personalmente. Por qué pasaría Saddam Hussein una jornada escribiéndole una carta, pregunté incrédulo. Nizar se encogió de hombros: "Le daría por ahí". En la respuesta, entre otras ideas, Sadam acusaba a Nizar de enviar una copia de su escrito a la CIA. Debió de haber sido el final de su carrera, como poco, pregunté; ¿por qué no lo fue? Una vez más, Nizar no contestó de manera convincente; dijo que Saddam intuía su lealtad y su sinceridad, y por esa razón no le castigó.
Nizar me aseguró que tenía en su poder estas cartas; entre otros documentos, formaban un archivo que haría público en el momento idóneo.
Su carrera acabó en la práctica en el año 2001, cuando un nuevo ministro iraquí de exteriores lo apartó del ministerio. Fue trasladado de mala manera a la sede presidencial, donde trabajó a las órdenes del antiguo ministro de exteriores, Tariq Aziz. Pero era un puesto puramente testimonial; la única cartera exterior de Aziz se ocupaba de las formaciones políticas baaz del extranjero y demás amistades. Como Nizar supervisaba la sección norteamericana, se encargaba de cuestiones de segundo orden como el colectivo contra las sanciones Voices in the Wilderness. Pasaba dos horas al día en el despacho, navegaba por la red allí, y volvía a casa. Pero cobraba su antiguo sueldo y tenía sus complementos.
El hecho de que Saddam Hussein estuviera desaparecido significaba que Nizar seguía teniendo miedo y a la vez estaba lastrado por las nociones de lealtad a su antiguo jefe. Combinadas, le obligaban a tener cuidado con lo que decía en público. Pero planteó la idea de intervenir en el Middle East Forum, cosa que hizo el 4 de junio de 2003. Estoy seguro de que fue su última intervención pública. (Una versión editada de su intervención y el posterior debate se publicó en el número de otoño de 2003 del Middle East Quarterly.)
Nizar Hamdoon falleció el 4 de julio de 2003.
Daniel Pipes es editor del Middle East Quarterly.
27 de octubre de 2005: Según el informe Volcker que investiga la corrupción en el seno del programa petróleo por alimentos de las Naciones Unidas, como resume el Houston Chronicle, el magnate texano del petróleo Oscar Wyatt Jr. obtuvo favores del régimen Saddam Hussein, entre otras cosas, "donando el mobiliario a la misión de las Naciones Unidas en el país y un vehículo a la embajada iraquí en Washington. El informe afirma que cuando el representante iraquí transitorio ante las Naciones Unidas Nizar Hamdoon cayó enfermo, Wyatt se hizo cargo de parte de sus gastos médicos".
4 de octubre de 2011: Hoy recibí una nota de Feisal Amín Rasoul al-Istrabadi, antiguo embajador iraquí ante las Naciones Unidas y hoy director del Centro para el Estudio de Oriente Próximo de la Facultad Maurer de Derecho de la Universidad de Indiana en Bloomington:
Fui embajador y representante permanente de Irak en funciones entre los años 2004 y 2010, aunque abandoné ese cargo después de 2007.
A mi llegada a la Misión Iraquí ante las Naciones Unidas, el responsable administrativo de la legación era un local contratado que ocupaba ese puesto desde los días del antiguo régimen y que había trabajado a las órdenes de Nizar Hamdoun. Me dijo en cierto punto que Hamdoun sí remitió a Saddam Hussein una carta de cincuenta folios criticando la política del gobierno iraquí en la época. También me dijo que Sadam respondió con un escrito muy largo, del orden de la longitud que usted menciona en su tribuna, parte al parecer esencial del cual era que el propio Nizar no era tan inocente de algunas de las acusaciones vertidas contra Sadam, o algo en ese sentido.
Aunque nunca llegué a ver físicamente la carta de Nizar ni la reacción de Saddam, consideré apropiado refrendar lo que me contaron a tenor de aquella correspondencia particular, que confirma lo que Nizar le contó.