El 3 de abril de 2003, Daniel Pipes y Graham Fuller intervinieron en el Foro Legislativo Específico del Washington Institute. Pipes es director del Middle East Forum y titular adjunto del Institute. Su obra más reciente es El islam militante llega a América (W.W. Norton, 2002). Fuller es el ex vicepresidente del Consejo de Inteligencia Nacional de la CIA y politólogo titular de RAND. Su obra más reciente es El futuro del islam político (Palgrave, 2003). Lo siguiente resume la crónica de sus intervenciones.
Daniel Pipes
Hoy en día, los estadounidenses escuchan con mucha frecuencia tres respuestas a la pregunta: "¿Quién es el enemigo?" La primera respuesta - "terroristas" -- es la reacción de la administración Bush, que insiste en que no existe ninguna relación entre el terrorismo y el islam. Según esta opinión, el islam es una religión de paz, y la violencia en su nombre constituye una perversión del culto real.
La segunda respuesta — "unos musulmanes" — sostiene que el enemigo es el propio islam. Esta visión, que pocas veces se menciona en público, ha ganado terreno desde el 11 de Septiembre, con ponentes de renombre y argumentos voluminosos. Es especialmente firme entre los cristianos evangélicos.
Una tercera respuesta y una mejor es que el enemigo es el islamismo, una versión terrorista del islam. El islamismo es la raíz totalitaria del problema; el terrorismo es solamente un síntoma, un instrumento de guerra utilizado por los islamistas para alcanzar sus metas. Una vez se comprenden estos hechos, queda claro que la lucha es en última instancia un enfrentamiento de ideas y ejércitos, no de religión ni de orden público. Como durante la Segunda Guerra Mundial o la Guerra Fría, el enemigo ideológico ha de ser derrotado, acompañado de una reconstrucción de las sociedades en las que la ideología echó raíces.
Si el islam militante es el problema; el islam moderado es la solución. El mundo no se enfrenta a un choque de civilizaciones, sino más bien a un enfrentamiento entre musulmanes moderados y militantes. Los musulmanes han de reinterpretar cuestiones tan elementales como el concepto de yihad, la situación de la mujer o el lugar de las minorías no musulmanas. Estados Unidos puede promover una versión moderna, moderada y pacífica del islam, pero no puede garantizar el protagonismo de esa versión por su cuenta. Solamente los musulmanes pueden hacer esto.
El islamista moderado no existe, dado que todos los islamistas comparten los mismos objetivos a largo plazo; solamente difieren en los medios. Por ejemplo, el Partido Justicia y Desarrollo de Turquía es muy distinto de los talibanes en sus medios, pero no tanto en sus fines. Si la formación se hiciera con el control total de Turquía, podría ser igual de peligrosa que los talibanes en Afganistán.
El mayor error cometido en Oriente Próximo por el gobierno estadounidense ha sido aceptar el gobierno de tiranos, por miedo a que la alternativa fuera peor: islamistas, baazistas u otras fuerzas hostiles. Ha llegado el momento de que Washington aliente el desarrollo democrático, pero en dosis pequeñas y graduales. Esto significa construir sociedades civiles en las que funcione el estado de derecho, la libertad de expresión y el derecho de asamblea, donde se celebren comicios locales y cosas así. Los comicios nacionales serían el colofón a estos cambios. Invertir este orden - es decir, pasar de golpe del autoritarismo estricto a los comicios nacionales sin levantar primero la sociedad civil - se expone a que los comicios sean secuestrados por fuerzas islamistas, como pasó en Argelia.
Graham Fuller
El islamismo es una ideología con un alcance mucho más amplio que el que tienen los terroristas radicales. Islamista es cualquiera convencido de, y que pretende activamente implantar, la noción de que el Corán y la tradición del Hadit deben ser utilizados para orientar la gestión de sociedades y gobiernos. Esta definición abarca a un amplio abanico de musulmanes, desde el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) a Osama bin Laden. El movimiento islamista crece y se diversifica con rapidez, envolviendo a cada vez más gente con opiniones de lo que debe ser el islam sumamente diversas.
El islamismo no es análogo al fascismo o al comunismo. Es más bien un marco religioso, político y cultural que aborda las inquietudes de los musulmanes, haciendo las veces de alternativa atractiva a los antiguos movimientos ideológicos árabes que no hicieron realidad lo que necesitaban los musulmanes de a pie. El islamismo carece de líder centralizado o de texto de referencia. No tiene una postura fija con respecto al papel del gobierno o la gestión de la economía. No es un dogma inmutable: existen importantes desacuerdos entre los islamistas a tenor de la forma de propagar el islam o el aspecto de un estado islámico. Aunque la idea de implantar la sharía (la ley islámica) es muy popular, existen muchas formulaciones diferentes referentes a la forma de hacerlo, unas muy concretas y peligrosas, pero otras más genéricas y tolerantes. Después de todo, la sharía solamente debate un abanico muy concreto de actividades humanas, y no aborda la mayor parte de las funciones del Estado.
El fenómeno islamista es producto de tendencias globales hacia la modernización, la respuesta a los problemas y las aspiraciones del mundo moderno. El islamismo es parte de la lucha universal por dar sentido a un mundo problemático, valiéndose de la religión en este caso. También es parte de la iniciativa encaminada a restaurar la identidad y dignidad del mundo musulmán. Las tensiones entre Occidente y el mundo musulmán no son producto de un choque de confesiones; son más bien el síntoma de conflictos de interés profundamente arraigados.
Estados Unidos debe cuidarse de no crear más bin Ládenes en su intento por encontrar a bin Laden. Es el escenario más probable si Washington sigue adelante con su actual política de apoyo a los países que aplastan a los islamistas. Tal política saldrá probablemente por la culata. La solución es apoyar a los islamistas moderados aun cuando no renuncien explícitamente a la violencia como herramienta política.
La democracia es la mejor opción para el mundo musulmán, el final de la gestión de líderes impopulares en el interés más conveniente para Estados Unidos. Estos líderes canalizan constantemente la hostilidad hacia Estados Unidos en lugar de intervenir contra tales opiniones. Como resultado, son objetivo fácil de los islamistas, que contraponen la impotencia de tales líderes con sus propias acciones, presentándose como los únicos capaces en apariencia de tomar medidas contra el imperialismo occidental. La democratización será un proceso largo, motivo de que Washington deba ya de trabajar en ello en lugar de dejarlo para más adelante. Las poblaciones musulmanas llevan años encerradas, y cuando se abran las puertas, será un trago. Los islamistas ganarán los primeros comicios, pero ¿ganarán los segundos? Si los islamistas no cumplen una vez en el poder, caerán; sólo hay que fijarse en Irán para ver pruebas de este hecho.
Esta crónica del Foro Legislativo Específico fue preparada por Shoshanah Haberman.