Elliott Abrams inició un debate preguntándose qué ha hecho que los judíos norteamericanos se distancien de Israel, y llegó a la conclusión de que el principal motivo es la tasa de entre el 50 y el 60% de matrimonios mixtos (judíos-no judíos).
Martin Kramer añadió entonces un segundo factor: el cambio en el equilibrio de poder entre judíos norteamericanos e israelíes. "Cuando en 1948 se estableció el Estado de Israel había 6 millones de judíos estadounidenses y 700.000 israelíes: una proporción de 9 a 1. (...) hoy la ratio judíos norteamericanos-judíos israelíes es de 1 a 1; hay aproximadamente seis millones en cada país. Dentro de otros 20 años habrá más de 8 millones de judíos en Israel y probablemente menos de 6 millones en Norteamérica". Pero los números tampoco lo dicen todo: "Estos israelíes son económicamente prósperos y militarmente poderosos" aun cuando la "influencia política judía" se esté deteriorando en Estados Unidos. Como consecuencia de ello, los israelíes prestan menos atención a la opinión pública judía estadounidense, lo que a su vez provoca un alejamiento de los judíos norteamericanos.
Estoy de acuerdo con los argumentos de ambos y me gustaría añadir un tercer punto de vista.
El apoyo judío a Israel ha disminuido sobre todo porque los judíos se encuentran asentados en el sector progresista-izquierdista del espectro político (representado actualmente por Bernie Sanders), que es el sector más crítico con Israel.
Desde el punto de vista israelí, el hecho de que los judíos estadounidenses estén perdiendo su fervor por Israel supone una importante pérdida. Pero queda compensado por el apoyo al Estado judío por parte de los conservadores norteamericanos.
El espectro de opinión conservador-moderado-progresista es consistente encuesta tras encuesta (he recopilado aquí una década de resultados) y muestra un amplio y creciente apoyo conservador a Israel. Por ejemplo, el sondeo de Gallup de febrero de 2016 señaló que los republicanos preferían a los israelíes frente a los palestinos en unos porcentajes de 79-7 (un margen de 11 a 1). Con semejante respaldo político, los judíos han perdido la primacía a la hora de presionar al Gobierno estadounidense para que ejerza una política favorable a Israel.
Desde luego, algún día este apoyo podría deteriorarse, pero de momento parece sólido y es una cuestión clave dentro del enfoque conservador. Prueba de ello es el caso de un político republicano (Charles Boustany) que se vinculó a J Street y se sintió obligado a disculparse públicamente ("Fui deliberadamente inducido a error").
El apoyo conservador incluye, naturalmente, el de quienes se consideran sionistas cristianos, pero también el de muchos otros (como los partidarios de la línea dura en cuestiones de defensa o quienes se muestran preocupados por el islamismo) que no tienen un punto de vista religioso.
Matemáticamente hablando, ¿es mejor contar con el apoyo casi unánime de los judíos, que suponen el 1,8% de la población estadounidense, o con el muy sustancial apoyo de ese 38% de conservadores? Plantear esta pregunta es responderla. Pero hay que señalar que ese cambio presenta inconvenientes para Israel: para empezar, los conservadores suelen saber menos del Estado israelí y, por otra parte, Israel se ha convertido en una cuestión partidista.
Dejando al margen estas sutilezas, sigue siendo cierto que, conforme disminuye el apoyo judío, el respaldo conservador va ocupando su lugar. Por consiguiente, el interés por la opinión judía tiene menos relevancia que antaño. Los conservadores, que ahora son el baluarte sionista, merecen esa atención e interés.