"¿Por qué Suecia se ha convertido en la Corea del Norte de Europa?" Eso es lo que un danés le pregunto casi en broma al dibujante sueco Lars Vilks en una conferencia a la que asistí en 2014. Vilks inconvincentemente murmuró algo sobre la predisposición de los suecos por el consenso.
Lars Vilks, Lars Hedegaard, Geert Wilders y Daniel Pipes, en el parlamento en Copenhague, 2 de noviembre de 2014. |
Ahora llega, con una mejor respuesta, Ryszard Legutko, profesor polaco de filosofía y destacado político. Su libro, traducido al inglés por Teresa Adelson, The Demon in Democracy: Totalitarian Temptations in Free Societies (Encounter) —"El demonio en la democracia: tentaciones totalitarias en las sociedades libres"— metódicamente muestra las similitudes sorprendentes pero substanciales entre el comunismo de tipo soviético y el liberalismo moderno, tal y como es definido por Suecia, la Unión Europea, o por Barack Obama.
Pero antes de explorar este argumento cabe una aclaración: Legutko analiza la democracia liberal, un término que encuentro demasiado complejo. Por tanto, aquí solo utilizo el termino liberalismo.
Legutko no afirma que el liberalismo se parezca al comunismo en su monstruosidad, ni mucho menos que las dos ideologías sean idénticas. Reconoce plenamente que el primero es democrático y que el segundo es brutalmente tiránico. Sin embargo, después de reconocer este contraste, llega al tema más punzante: lo que los dos tienen en común.
Percibió por primera vez estos parecidos en la década de 1970 mientras visitaba Occidente, donde vio cómo los liberales preferían a los comunistas a los anticomunistas. Más tarde, con el derrocamiento del bloque soviético, vio a los liberales dar una cálida bienvenida a los comunistas, pero no a sus oponentes anticomunistas. ¿Por qué?
Ryszard Legutko. |
Pues, argumenta Legutko, el liberalismo comparte con el comunismo una fe poderosa en las mentes racionales, capaces de encontrar soluciones, y esto se traduce en un impulso para mejorar al ciudadano, modernizarlo, y moldearlo en un ser superior. En consecuencia, ambas ideologías politizan, y por tanto degradan, todos los aspectos de la vida, incluida la sexualidad, la familia, la religión, los deportes, el entretenimiento y las artes. (Aquí hay una pregunta traviesa pero no por ello menos seria: ¿cuál es el arte más horrible, el comunista o el liberal? ¿el arte de Stalin o de la Bienal de Venecia?
Las artes, de uno y otro lado, se dedican a la ingeniería social para crear una sociedad cuyos miembros sean "indistinguibles, en palabras, pensamientos y hechos" los unos con los otros. Aspiran a una población en gran medida intercambiable, sin disidentes causando problemas. Cada uno asume sublimemente su visión específica sobre lo que constituye la mayor esperanza para la humanidad y lo que representa el fin de la historia, la etapa final de la evolución de la humanidad.
El problema es que estos planes grandilocuentes para mejorar a la humanidad conducen, invariablemente, a una gran decepción. Resulta que los seres humanos son mucho más tercos y menos maleables de lo que les gustaría a los soñadores. Cuando las cosas van mal (digamos, por ejemplo, en la producción de alimentos para los comunistas, o en la imaginación sin límites para los liberales) aparecen consecuencias desagradables.
El Demonio en la Democracia |
En primer lugar, los ideólogos se refugian en la fantasía que tratan de imponer fervientemente a sujetos que no desean tal cosa. Los comunistas hacen esfuerzos colosales para convencer a sus vasallos de que prosperan mucho más que los miserables que viven en los países capitalistas. Mientras tanto, los liberales hacen de los dos géneros 71, o exoneran a los inmigrantes de cualquier delito. Cuando las cosas van gravemente mal en sus proyectos, y antes que repensar sus premisas, ambos responden exigiendo, ilógicamente, la aplicación de un comunismo o un liberalismo cada vez más puro. Se amparan en gran medida en las teorías conspirativas. Los comunistas culpan a los capitalistas y los liberales culpan a las corporaciones; y así explican, por ejemplo, que San Francisco tenga la mayor cantidad de delitos contra la propiedad en Estados Unidos, o que "Seattle se está muriendo" por una epidemia de vagancia.
En segundo lugar, cuando inevitablemente los disidentes hacen su aparición, tanto comunistas como liberales hacen lo necesario para reprimir sus opiniones. Dicho de otra manera, como expresa Legutko, ambos están dispuestos a coaccionar a sus ignorantes pobladores "hacia la libertad". Por supuesto, esto significa controlar e incluso suprimir la libertad de expresión. En el caso comunista, la censura gubernamental excluye cualquier cosa negativa sobre el socialismo, con tristes consecuencias para cualquiera que persista.
El gráfico que acompaña a este artículo en el Washington Times. |
En el caso liberal, los proveedores de Internet, los gigantes de las redes sociales, las escuelas, los bancos, los servicios de viajes compartidos, los hoteles, y las líneas de cruceros hacen el trabajo sucio de los críticos censuradores. Apelan a lo que se conoce como crimen de odio, una etiqueta que podría ser utilizada, escandalosamente, para denunciar a quien sostenga que solo existen dos géneros. Por supuesto, el islam es un tema traicionero. Uno puede ser multado por preguntarse si Mahoma era pedófilo, o ir a la cárcel por una caricatura. ¿El resultado? En Alemania solo el 19 por ciento de los ciudadanos sienten que pueden decir lo que piensan libremente en un entorno público.
Legutko no ofrece un plan para los conservadores, pero su análisis implica que deberían articular su argumento, señalando los elementos represivos del liberalismo, celebrando la hermosa libertad del conservadurismo, y organizarse para la empresa masiva de sacar a países como Suecia del abismo. Si la Unión Soviética, que mató a 62 millones de sus propios habitantes y amenazó a toda la humanidad con sus misiles balísticos intercontinentales, pudo ser inducida a implosionar, seguramente los baluartes del liberalismo pueden ser derrumbados, con Legutko proporcionando información e inspiración.
Daniel Pipes (DanielPipes.org, @DanielPipes) es el presidente del Middle East Forum. © 2019 por Daniel Pipes. Todos los derechos reservados.
Agregado del 14 de julio de 2019: Este artículo apareció el mismo día en que el Profesor Legutko y yo participamos en un panel en la National Conservatism Conference (Conferencia Nacional del Conservadurismo) en Washington D.C.
(2) Mi tweet con una imagen del arte de Stalin y de la Bienal de Venecia. Hago la traviesa, pero seria pregunta: ¿Qué "arte" es más horrible? ¿El realismo socialista para la gente simple o el vanguardismo que prefieren los sofisticados? El primero miente, y el segundo pervierte.