Es un alivio saber que Karen Hughes, que ostenta la oficina de diplomacia pública del Departamento de Estado de los Estados Unidos, ha suspendido el patético esfuerzo por llegar a la audiencia árabe entre otras extranjeras a través de una revista sufragada por el contribuyente llamada Hi International (notoriamente recordada por un destacado articulo de junio del 2005, "Hombres impecables", que relataba cómo "los hombres de verdad usan hidratante").
Es alarmante descubrir que 4,5 millones de dólares al año apenas generaron 55.000 ejemplares mensuales de Hi y una página web que (según alexa.com) ocupa el puesto 900.000 desde arriba, sugiriendo que recibe alrededor de 100 visitas al día. La revista ha sido una vergüenza y un desperdicio de dinero. (¿Cuándo la guerra contra el terror se convirtió en la guerra contra las arrugas?)
Pero incluso si Hi hubiera estado mejor concebida y mejor llevada a la práctica – y en menor grado esfuerzos del gobierno americano tales como Radio Sawa o Al-Hurra Television – es descabellado. Como generales que libran la batalla definitiva, los diplomáticos recuerdan los éxitos de Radio Libertad o Radio Europa Libre a la hora de difundir información preciosa entre los pueblos del bloque soviético y ayudar por tanto a provocar la caída de
Pero los musulmanes en general y los islamistas en particular no carecen de información fiable; mucho menos prefieren las fuentes de información occidentales a las propias (como preferían las poblaciones del bloque soviético). Por el contrario, muchas indicaciones sugieren que los musulmanes prefieren sintonizar o leer informaciones redactadas por sus correligionarios, confiando más en éstas que en lo que llega procedente de no musulmanes.
La prueba más clara procede de los musulmanes residentes en países occidentales (Israel incluido) que dominan un lenguaje occidental o más. Disfrutando de acceso a un amplio abanico de cadenas de televisión y páginas de internet, generalmente no reciben sus noticias de éstas, sino de fuentes musulmanas.
Una muestra de este patrón es el intenso esfuerzo de emisoras de televisión tales como Al-Jazira (en Canadá) o Al-Manar (en Francia) por llegar a la audiencia musulmana; o el plan de Al-Jazira de empezar a emitir en inglés a comienzos del 2006. Una prueba aún más contundente llega de los terroristas islamistas residentes en Occidente, que prácticamente descartan las fuentes de información no musulmanas.
Por ejemplo, considérese el contexto del asalto del 1 de marzo de 1994 de un inmigrante libanés, Rashid Baz, contra un niño judío, Ari Halberstam, en el puente de Brooklyn de Nueva York. Como relata Uriel Heilman en el Middle East Quarterly, Baz disparó y asesinó a Halberstam cuatro días después de que un israelí, Baruch Goldstein, matara a 29 musulmanes en una mezquita de Hebrón. La masacre de Goldstein provocó disturbios por todo Oriente Medio y enfureció a los musulmanes de Estados Unidos, que "interpretaron los sucesos que se desarrollaron en Oriente Medio de modo muy distinto a la mayor parte de América".
Aunque el gobierno israelí condenó sin paliativos la obra de Goldstein, la prensa árabe "casi sin excepción" retrataba la masacre como autoría del pueblo y del gobierno israelíes. Emitió al representante palestino diciendo a Naciones Unidas que "el gobierno de Israel es responsable de lo que ha tenido lugar... y uno puede decir incluso que participó en el acto". Fuentes islamistas anunciaron que "cualquiera o cualquier cosa ligada remotamente a Israel" era un blanco legítimo de venganza.
Baz vivía y respiraba esta interpretación: las cadenas y periódicos norteamericanos eran irrelevantes para él. Aunque vivía en la capital mundial de la prensa, habitaba un entorno mental modelado por editores de lenguaje árabe distantes y cercanos. Con una cólera "alimentada por las noticias procedentes de fuentes árabes que retrataban al asesino Goldstein como agente de la voluntad israelí en lugar de como un enfermo mental armado actuando en solitario", se equipó de un pequeño arsenal de armamento, rastreó un objetivo vinculado a Israel, lo encontró en una furgoneta llena de niños hasídicos, y emprendió su carnicería criminal.
Al contrario que el bloque soviético, el mundo musulmán no carece de acceso a información fiable, sino de interés en ella. Los motivos son muchos, pero quizá el más destacado de entre ellos sea la predisposición a creer en teorías conspiratorias y la atracción hacia las soluciones totalitarias. En lugar de intentar difundir información entre los musulmanes, el Departamento de Estado (y sus homólogos en el resto) deberían intentar defender los valores seculares, liberales y humanos. Más que hechos, el mundo musulmán necesita comprender los cimientos de lo que hace prosperar a Occidente – y ser de tal modo inspirado a emularlo.
Actualización del 27 de diciembre del 2005: Para varios puntos que podrían caber aquí, véase "Pensamientos adicionales sobre 'ganar la guerra de propaganda'".